ENTRE LA REALIDAD Y LA RISA
Entre el realismo social y la necesidad de escapar a través de la imaginación y la risa. Así se desarrolló la 65ª edición del Festival de San Sebastián, que tuvo lugar del 22 al 30 de septiembre. ‘The Disaster Artist’, ‘Alanis’ o ‘Handia’, que triunfaron
LA MIRADA REALISTA
Un puñado de obras a medio camino entre el documental y la ficción se encargaron de dar voz a aquellas personas que se encuentran en los márgenes de la sociedad. Fue la edición de los supervivientes, de la gente que lucha día a día para salir adelante. Así, la argentina Anahí Berneri nos acercó a la cotidianeidad de una madre soltera que ejerce la prostitución desde una óptica descarnada en Alanis, y el madrileño Antonio Méndez Esparza optó por una mirada transparente para componer otro magnífico retrato femenino en torno a temas como la exclusión, el racismo y la intolerancia en La vida y nada más.
Las consecuencias de la violencia en un barrio periférico de Baltimore fueron analizadas por el objetivo de Matthew Poterfield desde el punto de vista de un joven que acaba de salir de un arresto domiciliario en la estadounidense Sollers Point, mientras que, a ritmo de mú- sica Manele, nos adentramos en la historia de amor más atípica del festival: la de un intelectual y un robusto gitano ex presidario en la rumana Soldatii. Poveste din Ferentari, de Ivana Mladenovic. Y, por último, la lucidez de Sean Baker al radiografiar, en The Florida Project, la falsa prosperidad de la Norteamérica de Trump a través de la mirada de una niña atrapada entre el contraste que supone la fábrica de sueños de Disneyworld y el entorno degradado lleno de moteles de carretera en donde vive.
MUJERES LUCHADORAS
Además de las protagonistas de Alanis y La vida y nada más, esta edición se ca-
“‘The Disaster Artist’ sirvió para demostrar que la comedia es un género mayor en los festivales de prestigio”.
racterizó por la potencia de un puñado de espléndidos personajes femeninos que articularon buena parte de las ficciones. Como el de esa jueza tan poco convencional que nos introduce con ironía en temas incómodos de nuestra sociedad en la belga Ni juge, ni soumise, de Yves Hinant y Jean Libon. O el álter ego de Marguerite Duras en La douleur, de Emmanuel Finkiel, que lucha por conocer el paradero de su marido durante la Francia ocupada. La madre coraje que interpreta Frances McDormand en la favorita del público, Tres anuncios en las afueras de Ebbing, Misuri, de Martin McDonagh, que se enfrenta a las autoridades para que el crimen de su hija no quede impune. Marian Álvarez asfixiada a lo largo de la enfermedad de su compañero en Morir, de Fernando Franco. Y Bárbara Lennie manipulada en un pueblo de la Argentina profunda por su deseo de ser madre en Una especie de familia, del argentino Diego Lerman.
MONSTRUOS COTIDIANOS
En contraposición, el universo masculino no salió bien parado. Basta con ver los dos retratos rastreros y denigrantes que saca adelante un brillante Javier Gutiérrez, tanto en Vergüenza, la sátira para televisión de Juan Cavestany y Álvaro Fernández Armero, como en la sibilina El
autor, de Manuel Martín Cuenca. El megalomaníaco Javier Bardem en Madre!, de Darren Aronofsky; el jefe de la secta chilena que permite una violación múltiple a una niña en Princesita, de Marialy Rivas; o el padre maltratador de Custodia
compartida, de Xavier Legrand. Contra las cuerdas de lo soportable también nos situó el griego Alexandros Avranas en
Love Me Not, por culpa de un personaje que somete a una mujer a toda clase de humillaciones. Para terminar, un monstruo al amparo de la guerra: el que nos muestra Der Hauptmann, del alemán Robert Schwentke, que pasa de ser víctima de la contienda a verdugo sin un ápice de moral ni sentimientos.
ENTRE SOÑAR…
Para combatir la angustia de películas como Pororoca, de Constantin Popescu, o el descenso a los infiernos de la culpa de un padre tras perder a su hija en el parque, algunas ficciones nos adentraron en territorios fantásticos a través de un potente elemento fabulador. Es el caso del anime FireWorks, de Akiyuki Shimbô, una imaginativa historia de amor adolescente dispuesta a convertirse en la sucesora de Your Name. O de Handia, de Aitor Arregi y Jon Garaño, que utiliza elementos tanto míticos como aventureros para describir el paisaje humano de una época a través de la historia de amor-odio entre dos hermanos. Todd Haynes explora el universo infantil en Wonderstruck, una preciosa odisea en torno al sentimiento de orfandad que nos conduce a través de los pliegues del cine mudo y su capacidad para trasmitir emociones sin mediar una palabra. Nobuhiro Suwa nos adentró en un viaje a los fantasmas de Jean-Pierre Léaud en la más vitalista de las películas crepusculares, Le lion est
mort ce soir, deliciosa invitación a seguir creando, explorando y disfrutando del cine y de la vida como si fuéramos niños.
… Y REÍR
La risa también se convirtió en un arma subversiva, tanto para sanar las heridas en torno a temas incómodos, como es el caso de la lúcida Fe de etarras, de Borja Cobeaga, como para sacar a relucir nuestras miserias cotidianas más inconfesables en la mentada Vergüenza. Aunque la sorpresa la trajo James Franco y su acercamiento a la figura de Tommy Wiseau, el hombre detrás de esa obra maestra del cine cutre que es The Room (2003). The
Disaster Artist sirvió para demostrar que la comedia es un género mayor en los festivales de prestigio, otra forma de hablar de temas tan dolorosos como la soledad y la incomprensión, el éxito y el fracaso desde una perspectiva profundamente humana y emocionante.
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