En la playa sola de noche
★★★★★
(Corea del Sur, 2017, 101 min.).
y guion: Hong Sang-soo.
Intérpretes: Kim Min-hee, Seo Young-hwa, Jeong Jae-yeong, Mun Seong-kun.
Fotografía: Park Hongyeo y Kim Hyung-ku.
El otro día un crítico
nos gratificaba en redes con un top de la veintena de films de Hong Sangsoo ordenados según sus preferencias del momento. Sirva de ejemplo para entender hasta qué punto el coreano es un refugio para la cinefilia. Más ejemplar es aún esta película, tan esencial para el completista como ideal para el neófito, pues recoge, una vez más, las constantes de la última etapa del coreano: esos diálogos algo histriónicos, empapados de soju, que reflejan con humor la confusión de las relaciones humanas; la manía por partir las películas en dos (aquí una parte transcurre en Hamburgo, la otra en Corea); la obsesión por el propio cine (incluido un cameo del crítico Mark Peranson); los zooms desa- complejados, y ese poso biográfico que causó escándalo por la ilícita relación de Hong con su heroína, otro tema recurrente.
El antepenúltimo film de HSS es más de lo mismo, por suerte, y al mismo tiempo destaca en el canon, quizás por la magnificiente emotividad que le confiere el uso recurrente de una partitura de Schubert, como si fuese una película romántica francesa de los 60. Lo mejor: el inesperado rezo ante el puente de la vida. Lo peor: que la cinefilia sea un círculo menguante. Más allá de su oportuna y bienve
nida apelación al diálogo político, El viaje deja entrever la corrección y academicismo que suele afectar al cine que pone cara a cara a rivales ideológicos: pocos son los que se atreven a situar en primer plano la incomodidad (Borja Cobeaga, en Negociador, 2014) o la ambigüedad (Steven Spielberg, en El Puente de los Espías, 2015) que seguramente impera en los intentos de resolución hablada de conflictos.
En todo caso, El viaje optimiza los recursos de los que dispone. Con un guion milimetrado y una eficiente gestión del equilibrio tragicómico, la película se entrega al talento de sus actores. Timothy Spall, un intérprete que brilla en un registro naturalista, se camufla aquí bajo una histriónica encarnación del líder unionista Ian Paisley, mientras que Colm Meaney, mucho menos preocupado en transformarse en el dirigente del Sinn Fein Martin McGuiness, alcanza mayores cotas de emotividad y sutileza, un elemento clave en una película que demuestra que, en el buen debate, los silencios hablan tanto como las palabras. Lo mejor: la negativa a simplificar el conflicto tratado.
Lo peor: la forzada espectacularidad de algunos pasajes.