La Firma Invitada.
¿Ha sido la tercera temporada de ‘Twin Peaks’ lo más cinematográfico del año? ¿Tenía que haber figurado en nuestras listas de lo mejor de 2017, al igual que ha pasado en algunos rankings extranjeros? Hablamos de la serie de David Lynch, desde varias perspectivas.
Por regla general, en las listas que elaboran los críticos de cine con las mejores películas del año se infiltra algún espíritu libre: alguien dispuesto a acechar a la vuelta de la esquina para sorprender a las almas ordenadas con un gesto provocador. Hubo un año en que uno de los críticos convocados por Sight & Sound decidió colocar entre sus películas favoritas un célebre vídeo de YouTube, cabe suponer que en un noble intento de plantar un visible interrogante sobre los límites de lo cinematográfico en tiempos de pantalla global. En otra ocasión, un crítico español coló un gol (literal) al camuflar una victoria deportiva entre nueve películas en su listado, acaso en el legítimo empeño de reivindicar otras formas de epifanía y belleza ancladas, como el propio cine, al incesante fluir del tiempo. Sin pretenderlo, su apuesta también redundaba en una visión de la crítica de cine como práctica eminentemente viril, y de la cinefilia como sensibilidad situada a un palmo de la hinchada, circunstancia que, sin duda, aplicaba un barniz algo tradicionalista al atrevimiento.
UN MEA CULPA ASUMIDO
Y ni siquiera un servidor está del todo libre de pecado: hace poco, un usuario de Twitter recordaba que, allá por 1998, una película como Pápa Piquillo, de Álvaro Sáenz de Heredia, figuró en mi lista de favoritas de entonces: tiempo después, esa comedia neorrealista con Chiquito de la Calzada quizá me gusta algo menos que Los amantes del Círculo Polar, de Julio Medem, pero me sigue seduciendo bastante más que La niña de tus ojos, de Fernando Trueba, Barrio, de Fernando León de Aranoa, o Abre los ojos, de Alejandro Amenábar, que eran los hitos de prestigio de esa cosecha.
Lo que ha ocurrido en esta temporada, no obstante, va mucho más allá de la excentricidad de una decisión aislada. La tercera temporada de Twin Peaks ha encabezado el balance cinematográfico elaborado por la francesa Cahiers du Cinéma, y ha ocupado el segundo puesto en el de Sight & Sound, lo que significa que, entre una lista y otra, no menos de 40 críticos han tomado la quizás debatible decisión de considerar como una de las mejores películas del año algo que, a simple vista, parece una serie televisiva de 18 entregas. No conviene olvidar que 2017 fue, asimismo, el año de la controversia en el Festival de Cannes generada por la programación en la Sección Oficial de dos títulos producidos por la plataforma Netflix que no iban a contar con estreno en salas. Los dos acontecimientos son, sin duda, sintomáticos de una fluida y estimulante etapa de cambio y transición, pero hay diversas formas de entender esa apuesta crítica por la monumental obra de Lynch, que, por cierto, ninguno de los dos medios que me han solicitado una lista con el mejor cine del año (uno de esos medios es este que están leyendo ahora mismo) me ha permitido (a mi pesar) considerar como película.
¿QUÉ ES CINE Y DÓNDE LO VEMOS?
Habrá quien interprete que todo sirve para dar la razón a esa socorrida falacia que sostenía que el mejor cine está en televisión. Que escoger Twin Peaks, en definitiva, es una forma de reivindicar la alta calidad de la nueva ficción televisiva (nada que objetar a esa calidad por mi parte, pero es calidad televisiva, no cinematográfica). Creo que la cosa va por otro lado: la elección desempolva, en tiempos de mutaciones de soportes y formatos, una pregunta esencial sobre la propia naturaleza del cine. ¿Qué es el cine? ¿Algo que puede definirse por su ámbito de consumo: lo que vemos en una platea en comunidad, pero no lo que disfrutamos en solitario sobre una tablet? ¿Algo que se define por su duración y su condición de discurso cerrado, algo no serial? ¿Acaso los folletines de Louis Feuillade no eran cine? ¿Alguien sería capaz de meterse en el jardín de dilucidar si hay más o menos cine en un corto de Bob Clampett (siete minutos) que en el Out 1 de Jacques Rivette (más de 12 horas)?
Si, en lugar de atender a formatos, soportes, duraciones o contextos de exhibición, se mirara a lo que debería ser esencial en el discurso crítico (el lenguaje), ¿habría tanta resistencia a rendirse a la evidencia de que Twin Peaks ha sido el más radical paso adelante que ha dado este arte centenario en el 2017?
*Jordi Costa es periodista y crítico de cine.
“Si, en lugar de formatos o soportes, se mirara el lenguaje, se vería que ‘Twin Peaks’ ha sido el más radical paso adelante del cine en 2017”.