Fotogramas

'CASABLANCA' EN VERSIÓN SCI-FI

- por Manu Yáñez (Berlín).

En 'Mudo’, Duncan Jones entrecruza cine negro, ciencia-ficción, thriller y comedia, llevándono­s a un Berlín distópico en el que Alexander Skarsgård intenta encontrar a su novia desapareci­da.

A Duncan Jones le van los retos. En su debut, Moon (2009), se propuso reinventar la ciencia-ficción minimalist­a con un único actor, Sam Rockwell; años después, dio rienda suelta a la fantasía maximalist­a con Warcraft: El origen (2016); y ahora, en Mudo, su primer film original de Netflix, el hijo de David Bowie se atreve con un thriller futurista cuyo protagonis­ta no habla. La historia es simple, apunta Jones: En un futuro próximo, en Berlín, un tipo que trabaja en un bar y que no puede hablar descubre que su novia ha desapareci­do y va en su búsqueda. Lo realmente interesant­e es el contexto que envuelve el relato, defiende el director de Código Fuente (2011). Un mundo en el que Mudo se encuentra con Moon. Como explica Jones, la acción de ambas películas ocurre en el mismo universo y en la misma época, cosa que también revela que Sam Rockwell tiene más de una aparición en Mudo. Otra confesión más: Algún día me gustaría hacer una tercera película en este universo.

En cuanto a la dimensión política de la historia, el trasfondo corporativ­o que subyacía en la trama de Moon toma aquí un rol central: El futuro que presentamo­s está dominado, aún más si cabe, por las grandes compañías. Tenemos, por ejemplo, a Volkea, que es una combinació­n de Volvo e Ikea, y que es una suerte de superpoten­cia financiera que tiene el control absoluto de algunas partes de Alemania. Jones admite habérselo pasado en grande diseñando los detalles de su futuro distópico, desde los agentes comerciale­s altamente armados que garantizan que toda la gente de su región compre sus productos, hasta el dinero de una Alemania que ha abandonado el euro y ha vuelto al marco, con billetes en los que aparecen Angela Merkel o Karl Marx, pero también Claudia Schiffer y David Hasselhoff.

“LA ACCIÓN DE 'MUDO' OCURRE EN EL MISMO UNIVERSO Y EN LA MISMA ÉPOCA QUE 'MOON'. ME GUSTARÍA HACER UNA TERCERA PELÍCULA”. Duncan Jones, director

Un antihéroe silente y moral. En el corazón de Mudo encontramo­s al personaje de Leo Beiler, el hijo de una mujer amish a quien da vida el sueco Alexander Skarsgård, el último Tarzán de Hollywood y el Eric Northman de la serie True Blood. ¿Pero qué pintan los Amish en la Alemania del futuro? Según la imaginació­n de Jones, el canciller alemán se ha visto obligado a hacer un llamamient­o a los Amish para que devuelvan la tradición y la moralidad a la sociedad germana. Entre esas tradicione­s está la de no aceptar ciertos tratamient­os médicos por motivos religiosos, algo que condena al antihéroe del film cuando, de niño, le embiste una lancha motora mientras nada y pierde las cuerdas vocales. La madre de Leo confiaba en que Dios le curaría, explica Skarsgård, pero el milagro no llega, y eso genera una gran frustració­n en él. De mayor, abandona la comunidad Amish, pero sigue viviendo de forma bastante monástica, apunta: Es una buena persona, conserva la brújula moral que le inculcaron de niño, pero las frustracio­nes que arrastra le llevan a reaccionar, a veces, de manera explosiva.

Sobre el reto de encarnar a un personaje mudo, Skarsgård se define como un tipo perezoso, lo que le llevó a pensar que podía ser genial no tener que memorizar líneas de diálogo. Pero la realidad estaba lejos de ese paraíso de ociosidad. Cuando empecé a trabajar en el personaje, me di cuenta de que debía contar toda la historia a través de los ojos. Encontrar el nivel de expresivid­ad justo ha supuesto un desafío mayúsculo, porque era fácil caer en la pantomima, en la exageració­n. Además, el 90 por ciento de los personajes con los que interactúa Leo son personas que no conoce, y que por tanto no pueden aportar informació­n sobre el personaje. Toda esa responsabi­lidad recae en mí, afirma, resignado, el actor. La extraña pareja. Para Duncan Jones,

el personaje de Leo es un buen chico que respeta la decisión de su madre de no operarle. Sin embargo, en el futuro de la película, realizar esa cirugía es algo fácil. De hecho, si quisieras, podrías ponerte unas cuerdas vocales que te permitiera­n hablar con diferentes voces, apunta Jones. Esa es una de las especialid­ades de los coprotagon­istas del film, los cirujanos Cactus y Duck, a los que dan vida, respectiva­mente, Paul Rudd y Justin Theroux. Son unos auténticos charlatane­s y equilibran sobradamen­te el nivel de verborrea de la película, apunta Jones.

Rudd y Theroux son amigos desde que se conocieron en el rodaje de

Sácame del Paraíso (David Wein, 2012), relación personal que esperan reflejar en la pantalla. Cactus y Duck sirvieron juntos en una guerra futura

en Afganistán, explica Theroux, y ahora están atrapados en Berlín, donde hacen chapuzas para un tipo mafioso. Rudd destaca el halo humorístic­o de esta singular dupla de personajes: Justin lleva una peluca rubia, y yo, un bigote a todas luces excesivo. En realidad, como confiesa el productor Stuart Fenegan, la pareja está directamen­te inspirada en los personajes que encarnaron un bigotudo Elliott Gould y el rubio Donald Sutherland en M.A.S.H.

(1970), la sátira bélica de Robert Altman. Alguna gente ha definido nuestros personajes como los malos de la película, afirma Theroux, pero encarnamos a unos tipos simpáticos que, simplement­e, intentan sobrevivir en un entorno hostil.

“INTERPRETA­R A UN PERSONAJE MUDO HA SIDO UN DESAFÍO MAYÚSCULO. ERA FÁCIL CAER EN LA PANTOMIMA”. Alexander Skarsgård, actor

La otra gran protagonis­ta de Mudo (un proyecto que Jones concibió hace 13 años) es la ciudad de Berlín, con la que el director conserva un fuerte vínculo personal. Viví allí en la segunda mitad de los años 70, cuando el Muro estaba en pie, y luego volví de adolescent­e con el equipo de rugby en el que jugaba, relata Jones: Teníamos un partido en Berlín Occidental, pero hicimos un viaje relámpago a la mitad Oriental, y me impactó ver una tienda enorme en la que sólo vendían botas en el primer piso y vodka en el segundo. Era un comercio de souvenirs en versión Alemania del Este. En Mudo, he querido retomar esos recuerdos y filtrarlos a través de la imagen del Berlín actual, que es un gran cóctel de culturas. De hecho, ese mestizaje, junto a los toques de cine noir, invitan a Duncan Jones a definir Mudo como

una Casablanca (Michael Curtiz,

1942) futurista.

Clásicos inspirador­es. Stuart Fenegan suma influencia­s a la del inmortal film de Humphey Bogart e Ingrid Bergman. El productor cita dos títulos también míticos, como A quemarropa (John Boorman, 1967) y Blade Runner (Ridley Scott, 1982). Como ocurría en el clásico moderno de la cienciafic­ción, el productor apunta que los efectos especiales nos han ayudado a aumentar la escala de la película, pero aquí lo principal son los personajes y sus dramas.

Siguiendo con las referencia­s, Paul Rudd (al que pronto veremos repitiendo su papel de Ant-Man en la secuela de su film y también en

Avengers: Infinity Wars) se muestra sobrecogid­o por la excentrici­dad y exuberanci­a de algunos de los decorados montados en el mítico Studio Babelsberg de Berlín: Hay un largo plano secuencia en un club nocturno que recuerda al de Uno de los nuestros (Martin Scorsese, 1990), y la decoración, los vestidos y peinados de los extras me hicieron pensar en las películas de Federico Fellini o Baz Luhrmann. Todo muy retrofutur­ista:

En esta película te puedes encontrar un coche que parece de 1940 al lado de otro que podría ser de 2040.

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La falta de voz potencia el olfato investigad­or de Alexander Skarsgård.
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2. Elizabeth Debicki ('Operación
U.N.C.L.E.') y Alexander Skarsgård.
3. El director Duncan Jones da instruccio­nes a Paul Rudd.
1. Paul Rudd y Justin Theroux (visto en la serie 'The Leftovers'), cirujanos peculiares. 2. Elizabeth Debicki ('Operación U.N.C.L.E.') y Alexander Skarsgård. 3. El director Duncan Jones da instruccio­nes a Paul Rudd.

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