Janus Metz, por Borg McEnroe.
‘Borg McEnroe’. A uno se le conocía como Ice Man por su carácter hierático; el otro era un motor de combustión, incapaz de dominar su temperamento. Björn Borg y John McEnroe, mitos del tenis, vivieron una rivalidad histórica que este film retrata. Su dire
DE QUÉ VA: En julio de 1980, John McEnroe tuvo una gran ocasión de desbancar de la cima del tenis a su némesis deportiva, Bjórn Borg, en una final de Wimbledon que aún se recuerda.
Un partido inolvidable. Han pasado casi 40 años, y los aficionados al tenis aún recuerdan aquella final de Wimbledon en 1980, que disputaron Björn Borg y John McEnroe. El sueco era el número uno del mundo, lugar que venía ocupando en los últimos tiempos, exceptuando las cuatro semanas en las que el arrogante tenista estadounidense, una estrella en claro ascenso, se había hecho con el puesto. La final, de algún modo, dirimiría el lugar de honor. En ese contexto, y más allá de quién ganara aquel encuentro, esta película pretende responder a los recovecos de un antagonismo legendario. La rivalidad entre ambos estaba por encima de to- do, ofrecía momentos únicos incluso para gente que no tenía ningún interés en el tenis, nos contaba su director, el danés Janus Metz, en la presentación del film en el Festival de San Sebastián: Lo que más me interesaba era qué había tras la relación entre esos dos personajes. Esa dimensión existencial de dos mitos que buscan darle un sentido a su vida. Y, al mismo tiempo, el modo en que afrontan esa búsqueda, porque desde ese enfrentamiento, desde esa competitividad, son dos caras de la misma moneda. Uno es muy expresivo, mientras el otro es silencioso y reprime sus emociones... Juntos construían un conjunto muy interesante. El lado oscuro. Ese aspecto, en un golpe del destino, se reprodujo de alguna manera en el set. Es curioso, reflexiona Janus Metz: Creo que Shia LaBeouf y Sverrir Gudnason son tan distintos entre sí como lo eran McEnroe y Borg. Pero ambos trabajan con mucha tensión e intensidad. Era algo chamánico. Como Borg, Sverrir tiene el mismo halo de misterio, mientras que Shia es tan extrovertido como John. En ese sentido, uno de los aspectos en los que abunda el largometraje, que también bucea en la niñez de ambos, es cómo Borg y McEnroe parecieron desarrollar un camino a la inversa. Si el primero fue un adolescente rebelde y respondón antes de encontrar el camino zen (gracias a la influencia de su entrenador, Lennart Bergelin, que en el film tiene el rostro de Stellan Skarsgård), el segundo fue un chaval apocado, en las antípodas de ese carácter temperamental que acabaría creando su fama de oveja negra. Creo que, de alguna manera, uno se reconocía en el otro, y viceversa. Re-
conocían mutuamente ese lado oscuro de sus personalidades...
El peso de la fama. Cuando la rivalidad entre Björn Borg y John McEnroe alcanzó su cénit, el jugador sueco era toda una estrella mediática, con legiones de fans que seguían cada uno de sus movimientos. De eso también habla el film. Borg demostró mucha personalidad al retirarse prematuramente, apunta Metz: No olvidemos que era un ídolo, que las chicas le gritaban cuando le veían por la calle. Era casi como los Beatles. Y controlar toda esa presión y reprimir sus emociones cuando salía a la cancha era agotador. En realidad, la presión les alimentaba, eran adictos a ella, aunque les estuviera matando. Los dos tenían personalidades muy específicas, pero, de alguna manera, esa presión era la que les empujaba a luchar. Una sensación parecida a la que tienen los soldados cuando van a la guerra. Saque y volea. Aunque mande el retrato psicológico, no pasa por alto un im-
“Borg y McEnroe eran dos caras de la misma moneda, que reconocían mutuamente el lado oscuro de sus personalidades”. Janus Metz, director
pecable trabajo de reconstrucción deportiva. Shia y Sverrir se prepararon durante meses para resultar creíbles con la raqueta en las manos. Y organizamos las escenas, con efectos y demás, para que resultaran convincentes, explica el cineasta. No sólo eso: la reproducción de los partidos es estupenda. Replicamos algunos momentos, porque es un partido recordado. Era la forma más fácil, siguiendo una referencia, reproduciendo situaciones, golpeos, puntos...
Shia y la polémica. Y... ¿necesitó Janus Metz a algún juez de línea para controlar a Shia LaBeouf? No, respondía, entre risas: Shia es un artista que va al límite. Es extremadamente entregado, dedicado y obsesivo. Y, como director, no hay nada mejor. Ha vivido momentos controvertidos, y, dedicándose a lo que se dedica, hay que saber controlarse. Para él es agradable que en un plató se permitan gramos de locura. Trabajar con Shia ha sido una gran experiencia.
ESTRENO: 18 MAYO