Fotogramas

IL CAVALIERI FRENTE AL ESPEJO DE SORRENTINO

- por Roger Salvans. ESTRENO: OTOÑO 2018

El último proyecto de Paolo Sorrentino tiene un protagonis­ta claro: Silvio Berlusconi, el magnate que ha marcado, a golpe de elecciones, shows televisivo­s, fútbol y escándalos, la vida política y social de la Italia de las últimas décadas. Pero el realizador de La Gran Belleza (2015) apunta también en otra dirección:

Loro (Ellos, en italiano) va también

de los otros italianos, afirma el cineasta napolitano: Las personas que se movían a su alrededor con la esperanza de cambiar su vida usándole. Loro podemos ser todos nosotros. Llegar a la verdad desde la ficción. Rodada en verano de 2017, después de un largo proceso de escritura que sufrió no pocos parones por la dificultad para encontrar financiaci­ón por su potencial contenido polémico, Loro es una ficción que narra unos hechos, verosímile­s o imaginados, en la Italia de 2006 a 2010. Lo más importante que he aprendido sobre el cine, cuenta Sorrentino, es que la verdad nace de la invención. Imaginas un mundo, unos personajes, y de ahí surge todo. Una premisa que ya se encuentra detrás de

Il Divo (2008), el biopic sobre Giulio Andreotti que el cineasta narró en forma de ópera-rock, pero que, en el caso de Berlusconi, ha levantado un comprensib­le interés en Italia. Tanto que se ha estrenado en dos partes (la primera, el 24 de abril; la segunda, el 10 de mayo), y no ha dejado satisfecho a nadie: ni a los partidario­s de Il Cavaliere, ni a sus detractore­s, que no esperaban un retrato casi sentimenta­l del personaje. El director, que actualment­e trabaja en el montaje de una versión en un único film para su distribuci­ón internacio­nal (razón que explica su ausencia en el Festival de Cannes), asegura que, pese a que siempre me ha fascinado cómo funciona el poder, y en Italia ese poder está asociado al Gobierno, la Iglesia o la Mafia, me interesaba el hombre que hay detrás del político. El mundo tiene una idea muy simple de quién es Berlusconi. Más que una historia política, yo quería intentar entenderle, ahondar en sus sentimient­os.

Servillo, el padre ausente. Y para entender a Berlusconi, nadie mejor que el álter ego de Sorrentino en el cine: Toni Servillo. Es un actor que me permite explorar a través de la pantalla mi relación, o mi falta de relación, con mi padre, apunta el director, haciendo una velada mención al fallecimie­nto de sus padres en un accidente cuando él tenía 17 años. Aunque en el reparto figuran nombres importante­s del cine italiano como Riccardo Scamarcio, es Servillo, en su quinto trabajo con el director desde su debut (Un hombre de más, en 2001), el rey de la función. Aporta al personaje la pátina de tristeza y misterio necesarios, a la vez que personific­a el poder y su inaccesibi­lidad, dice de un hombre que alternó la dirección de un país desde el Palacio Chigi con las fiestas bunga-bunga en su mansión de Cerdeña. Berlusconi elevó a imperativo categórico el pasárselo bien, lo efímero. Y cuando alguien en su posición hace eso, creo que da carta blanca a los que le siguen, finaliza Sorrentino.

“MÁS QUE UN FILM POLÍTICO, YO QUERÍA ENTENDER A BERLUSCONI, AHONDAR EN SUS SENTIMIENT­OS”. Paolo Sorrentino, director

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