Yvonne Blake.
Diseñadora de vestuario y figurinista inglesa. 17 julio. 78 años.
En una de esas casualidades que solo suceden en el cine, Yvonne Blake nos dejó un 17 julio, justo cuando se cumplían cien años del fusilamiento de la familia imperial rusa, los Románov, a quienes la diseñadora y figurinista vistió en la ficción de Nicolás y Alejandra (Franklin J. Shaffner, 1971), trabajo por el cual recibiría un merecido Oscar. Una superproducción rodada en España, como lo fueron otros muchos títulos, uno de ellos, Duffy el único (R. Parrish, 1968), con localizaciones en Almería, la razón de su llegada y enamoramiento (también literalmente: del ayudante de producción Gil Carretero, con quien se casaría) con nuestro país. Aquí se quedaría, presente en nuestro cine profesionalmente y posteriormente como presidenta de la Academia (del 2016 al 2018), cargo del que un ictus la apartaría.
Vistiendo la vida. Yvonne Blake nació en Manchester, Inglaterra, en 1940. A los 16 años decidió que aquel lugar se le quedaba pequeño y marchó a Londres. Sus primeros pasos fueron en la Casa Bermans, proveedora habitual del vestuario de las producciones terroríficas de la Hammer. Desde allí, Blake comenzó a ascender y a despuntar por su inventiva, su buen ojo para los colores (Cecil Beaton la tuvo como ayudante, no acreditada, en My Fair Lady) y su capacidad de trabajo. Aunque siempre se la relacionó con diseños de época (los films que hizo junto a Richard Lester: Robin y Marian, Los cuatro mosqueteros…; Los señores del acero, Los fantasmas de Goya etc.), dejó muestras de su inventiva radical en títulos como Jesucristo Superstar (Norman Jewison, 1973), experimentando con una estética futurista en el Fahrenheit
451 (1966) de François Truffaut (donde aparece como actriz, al final de la película, en el rol de una mujer-libro) o, sobre todo, Superman (R. Donner, 1978) y su primera secuela. Ganaría cuatro premios Goya por El puente de San Luis Rey (2004), Carmen (2003), Canción de cuna (1994) y Remando al viento (1988).