Fotogramas

El rehén. Rosamund Pike, espía sin prejuicios.

Tras ser una peligrosa chica Bond en ‘Muere otro día’ y ganarse a la Academia volviendo loco a Ben Affleck en ‘Perdida’, por la que fue candidata al Óscar, la actriz suma otro interesant­e papel a su carrera con el thriller ‘El rehén (Beirut)’.

- Por Ricardo Rosado. @rosamundpi­ke

En 2014, quedó claro que Rosamund Pike (Londres, 1979) era una actriz a la que seguir la pista. Su poderosa interpreta­ción en Perdida le valió nominacion­es en todos los premios importante­s del año y, de paso, corroboró el buen ojo de David Fincher, que eligió a nuestra protagonis­ta, descartand­o a otras candidatas de renombre como Natalie Portman, Charlize Theron, Emily Blunt, Olivia Wilde o Reese Witherspoo­n.

Familia de artistas. Rosamund Mary Ellen Pike es la única hija de Caroline and Julian Pike, dos cantantes de ópera que se esforzaron en inculcar en la pequeña Ros su amor por la música. Estudiante ejemplar y con dotes artísticas que comenzaron a destacar al convertirs­e en una excelente pianista y violonchel­ista, se graduó en Literatura Inglesa en el prestigios­o Wadham College de Oxford. Mientras tanto, dirigía e interpreta­ba versiones teatrales de Arthur Miller y William Shakespear­e, y pasaba castings con los que se estrenó en la televisión británica para, en sólo tres años, convertirs­e en chica Bond, su debut en el cine. Cuando te ven como Miranda Frost, la gente asume que tienes un carácter similar, comenta refiriéndo­se a su papel en Muere otro día (Lee Tamahori, 2002). Pero tenía 23 años y estaba temblando por dentro. Fama internacio­nal, lío en el altar. Aquella pelea con Halle Berry convirtió a Pike en la estrella de moda en el Reino Unido. Está bien aprovechar tus puntos fuertes y, si tengo un perfil británico que gusta, no lo voy a ocultar. Así logró un papel en The Libertine (Laurence Dunmore, 2004), junto a su intérprete favorito, Johnny Depp. Es el actor más increíble con el que he trabajado. Es como un nómada, su caravana siempre está llena de amigos tocando la guitarra y pintando. Ese mismo año, participó en la adaptación de Orgullo y prejuicio de Joe Wright, con quien mantenía una idílica relación que acabó en escándalo para la prensa amarilla. Tras una romántica proposició­n de matrimonio en el pintoresco Lago Como, el realizador anuló el enlace en el último minuto. Todavía no sé por qué Joe canceló la boda. Nunca fue claro al respecto, dice ella. Las malas lenguas aseguraron que la espantada la provocaron unas invitacion­es que incluían una foto de la feliz pareja en un jacuzzi. Los dos diseñamos las tarjetas para que la gente se riese... ¡y funcionó! Mi madre tuvo que escribir a todos para decir que ya no había boda. También se habló de cómo Wright se desahogó en diferentes locales de striptease. Una versión que ella no comparte. No es su estilo. Perdida y hallada. Pasado el disgusto, la actriz se centró en su carrera: Se puede mantener un perfil público bajo. Lo ideal sería vivir al norte de Nueva York, en una casa repleta de libros y ropa mientras me ofrecen los papeles que mandan a Kate Winslet y Nicole Kidman. Por suerte, y por su trabajo en clásicos instantáne­os como An Education (Lone Scherfig, 2009), aspirantes a blockbuste­rs (Ira de Titanes, Jack Reacher) o comedias ácidas como Bienvenido­s al fin del mundo (Edgar Wright, 2013), Fincher demostró que no se equivocaba y dejó que Pike encarnase a Amy, la verdadera protagonis­ta de Perdida. Me sentí diminuta. Me ofreció la oportunida­d que había querido desde que era una niña pequeña. Gracias a este éxito, Rosamund se convirtió, definitiva­mente, en una de esas actrices cuyo teléfono no deja de sonar. Y que siga sonando por mucho tiempo.

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