Críticas.
★★★★ ★
Mission: Impossible. Fallout (USA, 2018, 147 min.). Dir.: Christopher McQuarrie. Int.: Tom Cruise, Henry Cavill, Rebecca Ferguson, Simon Pegg, Ving Rhames, Sean Harris, Alec Baldwin. Acción.
Sialgo ha aportado a la saga de Misión: imposible el talento de J.J. Abrams –primero como director, ahora como productor– es la experimentación con un recurso narrativo tan viejo como el propio cine: la salvación en el último minuto. A las constantes de la velocidad, de la verticalidad, del desafío a la gravedad en clave de elogio a la caída libre y de la lúdica, recurrente reversibilidad de la trama, que encuentra su metonimia fotogénica en las máscaras digitales que transforman a los personajes en sus némesis, se añade la expansión hiperbólica del montaje de tramas paralelas y el juego con la dilatación del tiempo que, desde Edwin S. Porter hasta D.W. Griffith, articularon el cine de atracciones más popular de la etapa muda. En cierto modo, Misión: Imposi- ble. Fallout lleva tan lejos su exploración de ese recurso que llega un momento en que la película parece olvidarse del relato, alambicado fuego cruzado entre espías, agentes dobles, terroristas y anarquistas, para abrazar un régimen múltiple de rescates, peleas, persecuciones y derrumbes simultáneos que electrifica la mirada del espectador más pasivo.
Carisma a prueba de bomba. Los que piensan que la sofisticada poética del simulacro del episodio inicial es insuperable no van a cambiar de opinión. Ni siquiera los fans del capítulo dirigido por J.J. Abrams reescribirán su top 3, aunque la segunda incursión de McQuarrie en este universo sea un compendio monumental de excelentes secuencias de acción que remiten y amplifican otros momentos de la saga, y confirme a Ethan Hunt como hermano gemelo del Bond más trágico, un héroe moral que, en su sexta aventura, puede vanagloriarse de tener una biografía a sus espaldas, o lo que es lo mismo, de haberse ganado a pulso su dimensión serial. Al film tal vez
le falte un villano que esté a la altura de aquel perturbador Philip Seymour Hoffman, o quizás abuse demasiado de las escenas de transición para explicar con diálogos los avances del relato, pero trabaja con tino sus distintas tramas románticas –incluso cuando el deseo está envenenado de azules, como es el caso de la sexy Viuda Blanca–, demuestra que el carisma de Tom Cruise está lejos de estrellarse contra el muro de las viejas glorias, se beneficia de la estólida aparición de un Henry Cavill con más tinieblas que superpoderes, y de la extraordinaria puesta en escena, tan diáfana como cartesiana, de varias set pieces –atención a la del Grand Palais, la persecución parisina y el clímax final, con dos helicópteros embutidos en un precipicio- que parecen reformulaciones hiperrealistas del cine-espectáculo de los 70, alérgicas a la borrosa cámara en mano y montaje atomizado de la saga Bourne. ESTRENO: 27 JULIO