Nico, 1988
★★★★ ★
Nico, 1988 (Italia, Bélgica, 2017, 93 min.). Dir.: Susanna Nicchiarelli. Int.: Trine Dyrholm, John Gordon Sinclair, Anamaria Marinca, Sandor Funtek. BIOPIC.
Tocada por un fatalismo punzante, Nico, 1988 exhibe como principal virtud su interés por desmarcarse del academicismo predominante en el biopic. Hay que reconocer el atrevimiento de la operación estilística que pone en juego la directora italiana Susanna Nicchiarelli a la hora de retratar el crepúsculo vital de Nico, la icónica cantante de The Velvet Underground. Con la intención de enfrentar a la musa de Andy Warhol con su propia leyenda, Nico, 1988 propone un ejercicio de simulacro, próximo a los preceptos del cine de Todd Haynes, en el que las imágenes aparecen filtradas por referentes estéticos vinculados a la propia mitología del film. En este caso, la aspereza de los encuadres y la ilumi- nación expresiva hacen pensar en Rainer Werner Fassbinder; la austeridad del retrato femenino (filmado en formato cuadrado y marcado por un cierto quietismo) remite a Chantal Akerman; y la manera frontal, casi impúdica, de abordar las adicciones de la protagonista conectan con el imaginario de Philippe Garrel, con quien la propia Nico realizó un conjunto de films experimentales en los años 70. En un momento relevante del film, Nico (una Trine Dyrholm demasiado preocupada por sonar como Nico) condensa la esencia de su espíritu nihilista en una advertencia siniestra: He estado en lo más alto. He toca- do fondo. Ambos lugares están vacíos. Una declaración cuya resonancia agónica se propaga por un film embrujado por imágenes oníricas y poblada por figuras fantasmagóricas. Así, planteada como una elegía fílmica vaciada de romanticismo, Nico, 1988 se adentra en la psique traumatizada de su protagonista al tiempo que captura la fisicidad desgastada, pero tremendamente genuina, de una mujer reconciliada con el paso del tiempo.