Fotogramas

Ethan Hawke, por El reverendo.

En ‘El reverendo’, Ethan Hawke se pone a las órdenes de Paul Schrader –el guionista de ‘Taxi Driver’ y ‘Toro salvaje’, entre muchas otras– para interpreta­r a uno de los personajes más desgarrado­s de su carrera.

- Por Roger Salvans.

Me encantan las comedias tontas.

Cuanto más tontas, mejor. Al menos como espectador, como actor no lo sé: nunca me han ofrecido participar en una. Y no sabes lo que me gustaría rodar algo tipo Hermanos por pelotas o Pasado de vueltas. FOTOGRAMAS habla con Ethan Hawke

(Austin, Texas, 1970) con motivo del estreno de

El reverendo, el último film de Paul Schrader que, pese a verse en el Festival de Venecia de 2017, es para los especialis­tas uno de los mejores trabajos, y más oscuros, de este año.

Todo lo que hace reír tiene mérito, dice el actor a sabiendas de que su último film se sitúa en las antípodas de las cintas que antes mencionaba. Cuando leí el guión, recuerda, no pude evitar dejarme llevar por la notable voz del autor de Taxi Driver y Toro salvaje. Comparten discurso, pero El reverendo es una obra más madura, de alguien mayor, más cauto quizás, pero con la misma rabia. El texto es consciente de ello, pero a la vez ignora esos antecedent­es. También sentí que me llegaba en el momento oportuno. Me alegré porque sabía, y eso es algo que no siempre sucede, que era el actor indicado para este personaje. Con un papel así, o la vida te prepara para interpreta­rlo, o no hay manera de prepararlo.

El heredero de Travis. Hawke habla así de Ernst Toller, último representa­nte de una saga de antihéroes que arrancó con Travis Bickle. En este caso, un reverendo, ex veterano de guerra, en crisis total –de fe, personal, de salud–, que encuentra en la lucha por el medioambie­nte un nuevo campo de batalla. Las crisis de fe… Mi abuela quería que fuera capellán, pero nunca sentí la llamada… ¡Gracias a Dios!, bromea Hawke antes de ponerse serio: Estoy jodidament­e cerca de cumplir 50 años y puedo asegurar que uno no llega a esta edad sin haber pasado por unas cuantas crisis de fe. Especialme­nte si eres actor. No sé cómo alguien puede dedicarse a esto sin experiment­ar alguna. En el film, mi personaje dice una frase que creo lo resume todo: Una vida sin dolor es una vida sin esperanza. Todos queremos que las cosas sean o blanco o negro, malo o bueno, pero nuestro enfoque debería ser holístico: son la misma cosa, están ligadas. Y por eso El reverendo supone un doble reto. Para el espectador, porque rompe con la tendencia de los últimos tiempos de que la película lo dé todo masticado, Paul no dicta cómo debe leerse. Y también como actor, porque los conflictos interiores son geniales para una novela, pero muy difíciles para el cine.

Vocación premiada. Un reto en el que parece haber tenido éxito, habida cuenta de los parabienes que su interpreta­ción le ha colocado en las quinielas de los Oscars, galardones a los que ha optado ya cuatro veces (dos como guionista y dos como intérprete). ¡Los premios!,

corta burlón. Creo que una respuesta sincera sería decir que me he pasado toda la vida trabajando para merecer de verdad algo así. Pero más que por el premio porque, personalme­nte, sería muy importante ser digno de ello. Pese a eso, tengo claro que mi vocación es el cine, y la he seguido. Le he dedicado mi vida, y eso es lo que me interesa, el oficio. Más que una película o un personaje en concreto, lo que me apasiona es el cine en sí mismo.

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