Pawel Pawlikowski, por Cold War.
‘Cold War’. Ganador del Oscar con ‘Ida’, Pawel Pawlikowski se llevó la Palma al Mejor Director en el Festival de Cannes con esta deslumbrante y pasional historia de amor inspirada en el romance que vivieron sus padres. Hablamos con él en exclusiva.
DE QUÉ VA: Polonia, 1949. Wiktor (Tomasz Kot) y Zula (Joanna Kulig) se conocen en una agrupación folclórica. Ahí nace un amor, indestructible pero imposible, que los unirá y separará durante años en una Europa dividida por el Telón de Acero.
Dos en la encrucijada. La idea de explicar la historia del amor que unió (y separó) a sus padres, a quienes el film está dedicado, hacía tiempo que le rondaba al cineasta polaco Pawel Pawlikowski (Varsovia, 1957). Empezó como un boceto, y durante años se quedó así, cuenta el director de Ida a FOTOGRAMAS. No era ni la misma historia, sino la de una pareja cuyo periplo, en un principio, se parecía mucho más a la de mis padres. Pero era tan complicada y abarcaba tantos años, unos 40, que no sabía cómo llevarla adelante. Es muy difícil explicar en el cine algo tan largo y con tantos giros sin caer en la típica fórmula de la cuna al ataúd del biopic convencional, que da una estructura dramática a algo tan poco uniforme como es la vida. Tuvieron que pasar unos cuantos años, y una serie de circunstancias, para que me viera capaz. Por un lado, simplificar la trama. Por el otro, encontrarme cómodo con dejar que la narración avance con huecos que sólo el espectador puede llenar de sentido. Es decir, perderle el miedo a la elipsis. Después de dirigir Ida supe que podía hacerlo. Cuestión de estilo. Ida no sólo proporcionó la confianza a Pawlikowski en un estilo de narración que él mismo etiqueta, siguiendo la terminología usada por Paul Schrader a la hora de hablar del cine de Robert Bresson, Ingmar Bergman o Carl T. Dreyer, como trascendental. Aunque Cold War no juegue tanto la carta intelectual, explica el director. También le abrió las puertas a una concisión formal –a saber: blanco y negro, encuadre académico 4:3 y un metraje ajustado– que en lugar de cortapisa supone una de las mejores bazas del film, pero que el cineasta, que en los créditos aparece como responsable de dirección, historia e imagen, pronto rechaza como marca de estilo: No es algo que tenga por qué repetirse, asegura. Decidí optar por este look de una forma intuitiva y lógica al mismo tiempo. Sentí que esta era la mejor manera de poner en imágenes la historia. No podía imaginarme en color la Polonia de esa época, de finales de los años 40 y principios de los 50, así que llegué al blanco y negro por eliminación. No di con ninguna forma mejor de hacerlo. La decisión sobre el formato fue más intuitiva. Me apasionan los retratos en 4:3. Me gusta la limitación que comporta este formato, es un instrumento narrativo muy útil: te obliga a pensar la imagen.
Retrato de un momento. Polaco de nacimiento, formado en Inglaterra y vecino de París durante años, Pawlikowski consigue con Cold War plasmar una historia de un amor tan apasionado como imposible a la vez que elabora un film con un
“Me es difícil explicar una historia de amor actual. Hoy nos preocupa demasiado tener cosas” Pawel Pawlikowski, director
fuerte mensaje político sobre cómo los cambios sociales determinan nuestras vidas. Mis films reflejan en qué momento vital me encontraba en el momento de hacerlos. Lo que sentía, lo que me preocupaba, dice. En este caso, además de retratar el Telón de Acero, también da cuenta de la preocupación del cineasta por el momento en el que vivimos: Me es difícil explicar una historia de amor ambientada en la actualidad. Hoy estamos demasiado preocupados por tener cosas. Hay demasiado ruido, demasiados móviles, demasiadas imágenes inocuas. No soy nostálgico, y menos de esa época, pero en esos días quizás la gente tenía tiempo para mirarse a los ojos y enamorarse.
Canción triste y clásica. Y enamorarse es lo que hacen Zula y Wiktor, los personajes que interpretan Joanna Kulig (que ya participó fugazmente en Ida, también cantando) y Tomasz Kot y que, no por azar, llevan los mismos nombres que los padres de Pawlikowski. Pero hay un tercer integrante sin el que su romance no se entiende: La música es el tercer gran personaje, afirma el director. La idea de que se conocieran en el grupo folclórico surgió hace tres años y dio sentido a todo. Fue como cuando junté la historia de la monja que descubre que sus padres eran judíos y la de la fiscal estalinista caída en desgra- cia. Esas dos historias iban cada una por su lado hasta que las uní y surgió Ida. En Cold War, la música da inicio a la trama, es el punto de unión de Zula y Wiktor, me ayudó a reinventar a los personajes y, al mismo tiempo, a enmarcar y mostrar la evolución de su romance. Y si bien desde un principio Pawlikowski supo que Kulig sería Zula, encontrar al Wiktor ideal fue más difícil. No hay galanes. Hoy en día es muy difícil encontrar actores que puedan encarnar a un hombre de los años 50 y 60. Son todos o demasiado guapos o tienen un look demasiado… ‘gansteril’. El director buscaba a un Gregory Peck, y eso es lo que encontró en Kot que puede interpretar a alguien que ha pasado por una guerra y al mismo tiempo tiene presencia, trastienda emocional y calado moral. Por eso la referencia a Peck y su masculinidad a la antigua, argumenta. Aunque no hay hombre que se resista ante el empuje de Kulig, que también tuvo un referente del Hollywood clásico: Lauren Bacall, cuenta Pawlikowski. Joanna es extraordinaria, pero quería que tuviera el timing en los diálogos y la carga irónica, cínica, de Bacall.
ESTRENO: 5 OCTUBRE
Cold War (Polonia, Francia, Gran Bretaña, 2018, 88 min.). DRAMA ROMÁNTICO.