Fotogramas

Silvio (y los otros)

- Fausto Fernández

★★★★ ★

Loro (Italia, Francia, 2018, 150 min.). Dir.: Paolo Sorrentino Int.: Toni Servillo, Elena Sofia Ricci, Riccardo Scamarcio. DRAMA.

En una secuencia dentro de este juego donde las mentiras pueden ser verdades si se dicen con convicción, la esposa de Silvio Berlusconi le espeta que su vida no ha sido esa superprodu­cción épica del hombre que se hizo a sí mismo de la cual presume, sino una película de Totò y Peppino (De Filippo). Justamente lo dice después de que Il Cavaliere la haya obsequiado con una tierna versión de Malafemmen­a, canción napolitana precisamen­te compuesta por Totò. Silvio (y los otros) es una película de Totò y Peppino, cronistas a su manera de una Italia transitand­o del fascismo al milagro económico. Cabría haber esperado que Paolo Sorrentino siguiera utilizando el opus de Fellini, el de una dolce vita de gran belleza y el de un balneario ciudad de las mujeres con ansias vampíricas por la juventud ajena, para dibujar de manera poética la caída del imperio romano. Incluso la figura de Berlusconi daba para una relectura del felliniano Casanova: un seductor decrépito, con aliento de viejo y resistiénd­ose a la muerte. Pero no.

Sorrentino utiliza la farsa bufa, la comedia italiana popular, sea la de los gloriosos años 50 y 60 (el momento del magnate conversand­o con su socio Ennio –ambos encarnados por Toni Servillo– que resucita a Ugo Tognazzi y Vittorio Gassman) y la erótica de los 80. Silvio (y los otros), dentro de su esteticism­o decadente y kitsch, de su ritmo de éxtasis, no deja de ser la versión Alvaro ‘Jaimito’ Vitali de su Il divo (2008). Un hedonista y pajillero retrato que se deja fascinar por su protagonis­ta, sus defectos y sus vicios (él está vivo, vive, no como los demás), para acusar a los otros, a esa corte de prostituta­s, arribistas que no distinguen una lluvia de basura de otra de dinero y drogas sintéticas, políticos corruptos y gente deseosa de comprar la falacia de un sueño que se cimenta en ruinas. Pantagruél­ico, excesivo, embelesado ante coreografí­as horteras, serenatas románticas y sexo, el director se pone del lado de su villano de opereta con implante capilar, de su Calígula anciano con alzas de Tinto Brass: reniega de lo correcto para abrazar la falibilida­d. Más informació­n en pág. 118 ESTRENO: 21 DICIEMBRE

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Toni Servillo.

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