XV Festival de Sevilla.
La ucraniana ‘Donbass’ ganó el Giraldillo de Oro del XV Festival de Sevilla, una edición marcada por la política, el cine de denuncia social y la presencia cada vez mayor de mujeres cineastas.
En Non-Fiction, Juliette Binoche recrimina a Vincent Macaigne haber cambiado una situación real en su novela para hacerla más cool. Así, una felación no tuvo lugar viendo la última entrega de Star Wars, sino con La cinta blanca (M. Haneke, 2009), y lo que era un viaje cutre es ahora una tórrida aventura en unos baños turcos de Sevilla. Se oyen risas cómplices en la sala: es precisamente en la ciudad andaluza donde se está viendo lo nuevo de Olivier Assayas, que inaugura un certamen que crece de forma imparable. La 15.ª edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla empezaba con este guiño involuntario al encanto de su urbe, en la que cayó una lluvia de estrellas (de autor) con nombres de la talla de Mia Hansen-Løve (Maya) o László Nemes (Atardecer). Pero ese glamour no podría estar más alejado del verdadero espíritu de la programación de este año, donde el cine militante ha brillado… y triunfado.
De lucha y rebelión. Donbass, de Sergei Loznitsa, se alzaba con el Giraldillo de Oro por su retrato irónico y crudo del conflicto independentista en el este de Ucrania, mientras Yolande Zauberman se coronaba como Mejor Directora con sus denuncias a los abusos sexuales en entornos judíos ortodoxos extremistas en M. Dos cineastas que toman tanto partido en sus miradas críticas como Xapo Ortega y Xavier Artigas en Idrissa, crònica d’una mort qualsevol, una nueva investigación sobre los abusos del estado; Samouni Road, de Stefano Savona, relato animado de la tragedia palestina; El silencio de otros, de Almudena Carracedo y Samuel Bahar, importantísima crónica de la lucha de las víctimas del franquismo por recuperar los cadáveres de sus familiares, o What You
Gonna Do When The World’s on Fire?, de Roberto Minervini, un retrato en blanco y negro del black power en la era Trump. En todas estas películas, así como en odas a la lucha obrera – En guerre
de Stéphane Brizé– o cuestionamientos de la identidad europea – Extinção, de Salomé Lamas, premio 3 Nuevas Olas No Ficción–, encontramos a unos directores que se personan en sus obras para insuflarles una mirada política: la que refleja la necesidad de lucha en tiempos de incertidumbre. Lo personal es político. Este lema de la segunda ola del feminismo representa perfectamente a las numerosas mujeres cineastas que han alzado la voz en esta edición, liderada por una retrospectiva de Ula Stöckl, primera directora feminista alemana y autora de ese film pionero en la perspectiva de género en el cine que es The Cat Has Nine Lives
(1968). Stöckl ha abierto el camino para que cineastas como Elsa Amiel (Pearl) hablen de las relaciones irreconciliables entre maternidad y deporte; otras como Sudabeh Mortezai (Joy)
cuestionen la legalidad de la prostitución en Austria, que tiene cara de mujer inmigrante y pobre, o que otras como Adina Pintilie (Touch Me Not)
abran un atrevido debate sobre sexo e intimidad. Si algo ha demostrado este año el Festival de Sevilla, que ha cambiado las ‘Resistencias’ por las ‘Revoluciones permanentes’, es que, en los tiempos que vivimos, el arte debe pasar a la acción.