Isaki Lacuesta, por Entre dos aguas.
‘Entre dos aguas’. Isaki Lacuesta recupera los personajes de ‘La leyenda del tiempo’ para componer un transparente documento en el que se mezclan la realidad y la ficción. La hondura y emoción que desprende le ha valido su segunda Concha de Oro en el Fest
Isra acaba de salir de la cárcel. Cheíto se ha enrolado en la Marina. Los hermanos han tomado dos caminos diferentes en la vida y ahora se encuentran más separados que nunca.
Orígenes. Han pasado más de diez años desde que Isaki Lacuesta registró por primera vez con su cámara a
Isra y Cheíto, dos hermanos que acaban de perder a su padre y que vivían en la isla de San Fernando, Cádiz. El director se había trasladado a la localidad para rastrear el espíritu del cantaor Camarón de la Isla en sus gentes y encontró a esos dos niños huérfanos y heridos que hablaban con toda naturalidad de sus sueños, sus miedos y su futuro, con una mezcla de esperanza e incertidumbre y con la mirada todavía no contaminada por las miserias de la vida. La leyenda del tiempo se convirtió en una de las obras más hermosas y también más importantes de la pasada década. Y si el disco de Camarón del que tomaba el título supuso una revolución dentro del mundo del flamenco, la película se encargó de introducir ciertos conceptos de modernidad cinematográfica que hasta el momento no se habían abordado de una manera tan personal en nuestro país, sobre todo a la hora de hibridar el documental y la ficción de una forma tan armónica como elocuente.
Heridas del pasado. Hace cinco años, Lacuesta se dio cuenta de que había pasado el espacio de tiempo suficiente como para volver a filmar a los hermanos (con los que no ha dejado de tener contacto), en esta ocasión en su edad adulta. Cuando eres un niño, puedes fantasear con tu vida, pero llega un momento en el que ya no. Entonces ese camino se estrecha y estrecha hasta que te encuentras atra- pado en un presente que nunca habrías imaginado.
Así surge Entre dos aguas: de esa necesidad de volver a unos personajes que no solo han crecido en la pantalla físicamente, sino también de manera simbólica. Ahora vemos a Cheíto convertido en militar y en responsable padre de familia, y a Isra totalmente perdido después de salir de la cárcel por trapichear con drogas. Sigue atormentado por su pasado y quiere tatuarse en la espalda la muerte de su padre.
Es la historia de dos hermanos que intentan reconstruir sus vidas. Y lo que se encuentran es que las heridas del pasado continúan abiertas. Es un sentimiento de orfandad literal y social. Como dice en la película
Isra, nadie ha sabido llorarle sus desgracias. Y eso es porque no queremos ver esa realidad, todo el mundo vuelve la vista a otro lado.
“Los protagonistas nos abrieron la puerta a su intimidad. Pero todo es actuación y puesta en escena”
Los cuerpos y el espacio. Dice el director que no quería hacer un retrato social, pero es inevitable que de alguna manera termine siéndolo porque, al fin y al cabo, los personajes son hijos del tiempo que les ha tocado vivir. Un tiempo en el que las oportunidades laborales en ciertas zonas son inexistentes, en el que hay desarraigo y exclusión. Y la sensación de un futuro muy negro.
Por eso, en esta ocasión, el director ha querido que los cuerpos de los personajes estuvieran unidos al paisaje que habitan, el de la zona de la playa de la Casería. Al final es una película sobre ese lugar y sobre ellos a lo largo del tiempo. Además, en Entre dos aguas, Lacuesta lleva un paso más allá el mecanismo narrativo que configuró en La leyenda del tiempo: las fronteras interdisciplinares vuelven a diluirse, pero, en esta ocasión, gana la partida la ficción. Todo es actuación y puesta en escena. Espero que la gente sepa valorar el trabajo que hacen los chicos y cómo nos abrieron la puerta a su intimidad. En ese sentido, hay dos escenas impactantes: el parto en directo de Manuela, la hija de Isra, y una de sexo entre Cheíto y su mujer. En cuanto a Isra, nunca ha estado en la cárcel.
Trilogía. Entre dos aguas puede verse de manera totalmente independiente de La leyenda del tiempo, aunque resulte inevitable verlas como un díptico. Por eso Lacuesta se percató de que la película cobraba una dimensión todavía mayor al poner en contacto sus imágenes con las del pasado. El resultado es pura emoción. Truffaut me enseñó, a través de su personaje de Antoine Doinel, que el cine servía para captar el tiempo. Y en realidad, si te das cuenta, todo el cine es así.
A Lacuesta le gustaría hacer una trilogía (igual que la de Apu, de Satyajit Ray, su mayor influencia a la hora de dotar de dignidad a los personajes). Y espera que la tercera parte tenga un final feliz. Y mucho presupuesto, que es lo que les gustaría a Isra y Cheíto. Ellos se lo merecen.
ESTRENO: 30 NOVIEMBRE
Entre dos aguas (España, 2018, 136 min.). DRAMA.