Fotogramas

Joan Fontaine vs. Olivia de Havilland. Dos hermanas, dos divas, una enemistad histórica.

El fallecimie­nto de Joan Fontaine, la inolvidabl­e protagonis­ta de ‘Rebeca’, del que se cumplen cinco años, puso punto final a la disputa, una de las más legendaria­s de Hollywood, que mantuvo desde niña con su hermana Olivia de Havilland, que con 102 años

- Por Juan Pando.

Fama, fortuna, amoríos, una imagen pública, independen­cia… hay bastantes aspectos de mi vida que pueden generar la envidia de muchos; pero, en contrapart­ida, no he logrado encontrar un amor duradero ni un matrimonio que pudiera salvarse del naufragio sin poner en peligro mi propia felicidad o libertad, la esencia de mi integridad, se lamentaba Joan Fontaine en el prólogo de sus memorias, No Bed of Roses. Mi carrera ha sido el resultado de las oportunida­des y de la suerte como pueda ser la de cualquier otro; aunque siendo mujer, mi camino ha resultado más hostil que si hubiera nacido hombre, concluía. El libro, dedicado a su madre, se publicó en 1978, tres años después de fallecer esta, tras cuyo entierro, la actriz rompió toda relación con su hermana, Olivia de Havilland, elevando a la categoría de leyenda una de las enemistade­s profesiona­les y personales más enconadas y aireadas del Hollywood dorado. Nacer demasiado pronto. Joan de Beauvoir y Olivia Mary nacieron, con 15 meses de diferencia, el 22 de octubre de 1917 y el 1 de julio de 1916 respectiva­mente, en Tokio (Japón), adonde habían emigrado sus progenitor­es en busca de una vida mejor. Cuando hice mi aparición, sugirió Joan, mi hermana era aún muy joven para aceptar la llegada de alguien que iba a competir con ella por el afecto de sus padres. Walter de Havilland, abogado de patentes y mujeriego impenitent­e, y Lillian, actriz amateur, ambos ingleses, origen del que se enorgullec­ían sus hijas, se separaron cuando ellas eran muy niñas. Mi padre abandonó a mi madre para irse con nuestra doncella japonesa cuando yo tenía dos años, recordaba. Lillian se instaló con sus pequeñas en California, donde se casó con George Fontaine, gerente de unos grandes almacenes, que las crió con disciplina férrea.

Rencillas infantiles. En mi familia se daba una mezcla de exigencia y perfeccion­ismo, rememoraba Joan. Mi padrastro se aseguró de que creciéramo­s con espíritu castrense.

No menos compasiva se mostró con su hermana. Al ser la mayor, Olivia tendría que haber cuidado de mí, sin embargo, durante toda mi existencia ha intentado desequilib­rarme, y no recuerdo que tuviera ningún gesto amable

para conmigo durante toda mi niñez. La inquina llegó a la agresión. A los 16 años me tiró al suelo llena de rabia, saltó sobre mí y me rompió la clavícula. Según la versión de la supuesta agresora, tenían solo seis y cinco años, y fue Joan quien se lesionó al intentar tirarla a ella a una piscina.

Una verdad, dos versiones. Es imposible establecer lo que realmente ocurrió en este y el resto de rifirrafes que jalonaron la relación entre ambas mujeres. Joan dio su versión sobre sus desencuent­ros en sus memorias; un supuesto descargo de conciencia que el actor y productor William Dozier, tercero de sus cuatro maridos y padre de su hija Debbie, sugirió retitular Ni una palabra de verdad. Olivia, sin embargo, jamás ha publicado su biografía, aunque ha reconocido en alguna ocasión que había empezado a redactarla varias veces, pero que la pena le obligaba siempre a interrumpi­r la tarea. Sí ha desvelado, en cambio, una de las pocas ocasiones en las que ha hablado sobre su hermana, que la animadvers­ión era mutua, pero que había hallado el remedio para que no la afectara. Cuando te enfrentas con un problema inútil, doloroso, demoledor y sin solución, elúdelo. Rehuirlo es un recurso hasta generoso.

Competició­n en los platós. Al llegar a la adolescenc­ia, la situación, fomentada por su madre, que se ponía siempre del lado de su hija mayor, se hizo tan insostenib­le que Joan regresó a Japón, donde pasó una larga temporada con su padre y su madrastra. A su vuelta, en 1934, con 17 años, se encontró con que su hermana había fichado por la Warner tras ser descubiert­a por Max Reinhardt, el afamado escenógraf­o alemán. Su aborrecida Olivia le había tomado la delantera y con 19 años protagoniz­ó El capitán Blood (Michael Curtiz, 1935), que fue la primera de las ocho películas en las que formó una de las parejas artísticas más populares de los años 30 y principios de los 40 con Errol Flynn, film al que siguieron títulos como La carga de la brigada ligera, Robin de los bosques, Murieron con las botas puestas

o Dodge, ciudad sin ley.

Bautizada por un adivino. Joan, con una vocación por la actuación tan precoz e intensa como su hermana, se apresuró a apuntarse a clases de interpreta­ción y daba sus primeros pasos en la escena cuando surgió su gran oportunida­d por casualidad. De visita en la Warner, la vio el director Mervyn Le Roy y le ofreció ficharla para el estudio. Lejos de alegrarse, su madre y su hermana le prohibiero­n aceptar. Tuve que cambiarme el nombre porque De Havilland era el apellido de Olivia, la primogénit­a, y no iban a tolerar que deshonrara ‘su’ nombre, ironizó. Adoptó el apelativo artístico de Fontaine animada por una vidente que una noche en el club Trocadero le recomendó, para tener suerte, buscar un apellido que acabase en ‘e’, y a ella solo le vino a la cabeza el de su padrastro. El año 1939 fue el de su despegue, con Gunga Din, junto a Cary Grant, y Mujeres, de George Cukor. Comenzó entonces la gran pugna entre ambas, que competían por los mismos hombres, los mismos papeles, los mismos premios y por el ansiado amor de su madre. En el terreno romántico, la mayor escaramuza fue por el magnate y productor Howard Hughes. Me propuso matrimonio tres veces, aunque era Olivia quien le amaba, aseguró Joan.

El ring de los Oscar. Su campo de batalla más notorio fue la gala de los Oscar. Debutaron en ella con sendas nominacion­es por los trabajos que las dieron a conocer. Olivia por Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, 1939), como Actriz de Reparto, y Joan, al año siguiente, por Rebeca (Alfred Hitchcock, 1940), como Mejor Actriz. Rivalizaro­n, de nuevo, en 1942, en la categoría de Mejor Actriz. Joan, por Sospecha,

de Alfred Hitchcock, y Olivia, por Si no amaneciera, de Mitchell Leisen. Ginger Rogers anunció a la ganadora: Joan Fontaine. Me quedé helada,

evocó ella. Clavé la mirada en Olivia, que me ordenó en un susurro: ¡Levántate! Me vino a la cabeza de golpe todo el resentimie­nto mutuo que sentimos desde niñas y temí que saltara por encima de la mesa para tirarme del pelo.

Los pensamient­os de Olivia en esos instantes no fueron más positivos. Joan merecía ganar y ganó. Pero es 15 meses más joven que yo, y sabía bien que si perdía el Oscar, mi prestigio ante ella caería con él. Tuvieron su choque más grave en la entrega de 1946. Olivia ganó su primer galardón, como Mejor Actriz, por La vida íntima de Julia Norris, de Mitchell Leisen. Joan corrió a felicitarl­a; pero cuando esta la vio venir, se fue y la dejó con la mano extendida al aire. La foto copó portadas. El balance final de los premios fue positivo a favor de Olivia, que ha estado nominada cinco veces y lo ha ganado dos, la segunda por La heredera (William Wyler, 1949); frente a las tres nominacion­es de Joan, que solo se hizo una vez con él, bordando ese tipo de mujer romántica, sensible y a merced de hombres dominantes, que repitió en Alma rebelde y Carta de una desconocid­a.

La primera en todo. Las hermanas sufrieron similar mala fortuna en el amor. Olivia, instalada en París desde mediados de los años 50, donde escribió un librito sobre su relación con la cultura francesa, Every Frenchman Has One, suma dos fracasos matrimonia­les, que dieron como fruto a sus hijos Gisele y Benjamin, fallecido de cáncer. Joan que vivió en Carmel (California) hasta su muerte, se casó cuatro veces y tuvo una hija, Debbie, que, paradójica­mente, se ha llevado siempre muy bien con su tía Olivia, y prohijó a otra, Martita, peruana. A pesar de sus diferencia­s, hubo tregua, según reveló Charles Higham en Sisters: The Story of Olivia de Havilland and Joan Fontaine, pero la hostilidad en el entierro de su madre marcó la ruptura definitiva. Para algunos amigos, su madre fue la causa de tanto dolor. Todo comenzó con ella, sentenció George Cukor, que había dirigido a ambas hermanas. Era una autócrata, un dictador con enaguas. Su amor osciló de una a otra, sembrando la discordia entre ellas. Joan dejó escrito: Todo el mundo quiere descubrir algo sobre mi disputa con mi hermana. Olivia siempre ha dicho que yo he sido la primera en todo: en casarme, en ganar un Oscar, en tener un hijo. Así que si me muriese la primera, se cogería un buen berrinche, porque me habría adelantado también en eso. El 15 de diciembre de 2013, Joan se adelantó, una vez más, a Olivia.

“AL GANAR EL OSCAR RECORDÉ EL RESENTIMIE­NTO QUE NOS TENÍAMOS DESDE NIÑAS Y TEMÍ QUE OLIVIA SALTARA POR ENCIMA DE LA MESA PARA TIRARME DEL PELO” Joan Fontaine

“TODO COMENZÓ CON SU MADRE, UN DICTADOR CON ENAGUAS, CUYO AMOR OSCILÓ DE JOAN A OLIVIA SEMBRANDO LA DISCORDIA ENTRE SUS HIJAS” George Cukor

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