Fotogramas

UN GENIO SE DIVIERTE

- Por Juan Pando.

Albert Serra, el cineasta español de vanguardia que se ha hecho un imprescind­ible del Festival de Cannes, desafía los límites convencion­ales del sexo en la pantalla con ‘Liberté’, su nueva propuesta, por la que ganó en mayo el Premio Especial del Jurado en la prestigios­a sección paralela Una Cierta Mirada, del certamen galo.

Desde su debut, por la puerta grande, cuando optó, por Honor de cavalleria

(2006), a la Cámara de Oro del Festival de Cannes a la Mejor Ópera Prima, Albert Serra (Gerona, 1975) dejó patente que no era un creador convencion­al. Cineasta autodidact­a por obra y gracia del digital

(tan barato y fácil que me permitió probar sin mucho gasto si valía para esto), a sus 44 años le cabe el orgullo de ser el director de la única producción española, Historia de mi muerte (2013), ganadora del Leopardo de Oro, máximo galardón, del Festival de Locarno. En su nueva película,

Liberté, retrata a un grupo de libertinos del siglo XVIII que se entregan a toda clase de prácticas sexuales durante una noche, en un bosque.

No parece que sean tiempos para reivindica­r el libertinaj­e.

Ahora es más necesario hacerlo que nunca. La igualdad que propone Liberté en ese cruising donde no se distingue entre guapos, feos, hombres, mujeres, jóvenes o viejos es impecable. Todo queda nivelado por una libertad absoluta y el abandono de uno mismo. Por dar más que recibir, sin pensar en el confort y la seguridad propias.

En algunas escenas da la impresión de que se supera la ficción.

Foma parte del tema de la película y de la confusión de lo que ha sido siempre la noche, que distorsion­a la percepción.

¿Ha improvisad­o mucho en el rodaje?

No me gusta la palabra improvisac­ión porque parece que no se sabe lo que se hace. Cada momento es diferente, único. Prefiero verlo como una performanc­e, como algo que solo ocurre una vez. Le paso luego el filtro del montaje, que es muy poderoso, y lo transformo en algo que va más allá de lo filmado, que en el caso de

Liberté fueron 300 horas.

¿Cómo definiría su cine?

Cine de autor en su más noble acepción, y de vanguardia en cuanto pretendo abrir nuevos caminos, con influencia­s de otras formas de creación como el teatro y el arte.

Se ha lamentado alguna vez del trato que recibe en España, ¿es su cine flor de otro mundo?

Lo exótico es hacer películas de millones de euros para que no las vea nadie ni vayan a ningún festival importante. No es tanto lamentarse como resaltar que aquí no hay tradición de este tipo de creaciones. No deja de ser un poco injusticia porque soy el representa­nte del cine español en los foros extranjero­s más prestigios­os.

En Cannes más de 30 personas abandonaro­n la sala en la proyección de Liberté. ¿Le desalienta?

No, al contrario, lo veo como un éxito clamoroso. De Honor de cavalleria se fueron unas 70 personas del centenar que la estaba viendo, también en Cannes. El arte en su tiempo suele ser cosa de minorías. A la gente le cuesta reconocer una forma nueva de belleza, una propuesta estética innovadora, y el rechazo es algo natural. Por fortuna hay sitios de vanguardia, como los festivales de cine, que están abiertos a estas nuevas formas.

¿Cómo encaja esa concepción con el aspecto industrial del cine?

Igual que con el resto de películas, salvo las más comerciale­s. ¿O cree que esas produccion­es que están en el medio las ve mucha gente? Yo tengo muchos más espectador­es en todo el mundo que la gran mayoría de films hechos en España.

ESTRENO: 15 NOVIEMBRE

“A LA GENTE LE CUESTA RECONOCER UNA FORMA NUEVA DE BELLEZA, UNA PROPUESTA ESTÉTICA INNOVADORA, COMO ES EL CASO DE MI CINE”.

Liberté (España, Francia, Portugal, 2019, 132 min.). DRAMA.

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