In my opinion
UNA LÁGRIMA INVISIBLE
Abusamos del adjetivo lacrimógeno en las críticas, como si incitar al llanto en una historia fuera algo despreciable. Con lo bien que sienta una buena llorera de vez en cuando. El tercer capítulo de la (excelsa) nueva entrega de The Crown (Netflix), titulado Aberfan, te rompe el corazón en mil pedazos, pero nadie podrá acusarlo de meterte el dedo en el ojo. El episodio, probablemente el mejor del año, es elegante, contenido, portentoso en su racionamiento de las emociones. Como la propia reina Isabel (la de la serie, que esto es ficción): escrito por Peter Morgan y dirigido por Benjamin Caron, el capítulo siente y respira como su protagonista.
El hecho histórico que recrea, el desastre de Aberfan ocurrido en Gales en 1966, es terrible, tanto que resulta de mal gusto insistir en subrayados. La puesta en escena del capítulo desnuda la tragedia, evita el melodrama y el llanto acude espontáneo. No es una cuestión de empatía: es una consecuencia inevitable para cualquiera con sangre en las venas. Cualquiera, menos ella. Aberfan insiste en la desconexión, el abismo que media entre la reina y los demás. Cuando el decoro deja de ser coartada y el sentido común impone como lógica una reacción humana que es incapaz de producir. Una responsabilidad, mostrarse compasiva, para la que no está preparada. Sé que no soy normal, confiesa. Y nunca nos ha dado tanta pena.