El oficial y el espía
★★★★★
J’accuse (Francia, 2019, 132 min.). Dir.: Roman Polanski. Int.: Jean Dujardin, Louis Garrel, Emmanuelle Seigner, Grégory Gadebois, Mathieu Amalric, Vincent Perez, Denis Podalydès. DRAMA HISTÓRICO.
Recuperar el caso Dreyfus supone hablar de corrupción institucional, de manipulación informativa, de odio racial, de cuestionar el poder dentro de un sistema que se empeña en ocultar sus errores en vez de defender la verdad, de indefensión frente a un aparato autoritario y represivo. Todas ellas cuestiones muy delicadas que Émile Zola fue capaz de denunciar en su famoso texto-alegato Yo acuso y que ahora Roman Polanski rescata en una película que, más allá de la simplificación que supone apelar al victimismo autobiográfico por parte del autor, es casi una declaración de principios.
Polanski regresa al cine de época y lo hace por la puerta grande para demostrar que sigue siendo uno de los indiscutibles maestros del cine actual, no solo a la hora de realizar una reconstrucción histórica irreprochable y de componer una rotunda parábola política que funciona como espejo de nuestro tiempo, sino también por su capacidad para contar de una manera adictiva un relato detectivesco que nos va sumergiendo en las cloacas del poder para destapar toda su hipocresía y podredumbre moral.
El oficial y el espía es una de esas obras que se van construyendo poco a poco a través del puntillismo cinematográfico, que va revelando su consistencia a medida que nos adentramos en su meticulosa descripción escénica en la que adquiere relevancia el más mínimo detalle. El director siempre ha sido un experto a la hora de desvelar aquello que se esconde más allá de las apariencias y de mostrarnos su lado más turbio. Y aquí lo hace, como suele ser habitual en su filmografía, a través de la figura de la víctima y el verdugo, y de los conceptos de verdad y mentira, de inocencia y culpabilidad, de bien y mal, de obsesión y mentira. Puede que a través de la adaptación del best seller del mismo título de Robert Harris haya querido componer un exorcismo personal en lo que muy bien podría ser su testamento como cineasta. Polanski siempre ha sido un director fiel a sí mismo, moderno, mordaz, incisivo, incómodo, atrevido. Y todo eso está presente en el espíritu de su última película, una obra destinada a perdurar en el tiempo más allá de polémicas.