Preguntas sin respuesta
¿Por qué es inagotable en redes el debate desde todos los ángulos posibles sobre el Episodio IX: Star Wars: El ascenso de Skywalker?
¿Por qué Emilio Martínez Lázaro (Miamor perdido, Ocho apellidos catalanes, Ocho apellidos vascos) ha tardado dos décadas en volver a la televisión, desde su contribución con
La mujer lunática ( 1990) a la serie La mujer de tu vida?
¿Por qué nos sorprendió en la lectura de nominaciones a los Goya que Almodóvar declarara su predilección por Madre
de Sorogoyen? ¿Ha dejado de ser ETA un antídoto para la audiencia? Ganas de constatarlo con la llegada de Patria, en mayo, o La línea invisible, dramatización del primer asesinato de la banda en 1968. ¿Por qué es eterna la veta de
La princesa prometida, ahora con la publicación de Como desees (ed. Ático de los Libros) de Cary Elwes, el Westley de la ficción, con anécdotas de la filmación de la mítica cinta? ¿Por qué nadie se ha planteado (todavía) hacer la versión española de la serie de Netflix
The Crown? ¿Por qué nos da la sensación de que los Premios del Cine Europeo languidecen, con ausencias notables y veredictos que premian producciones como La favorita o Cold War, estrenadas como poco hace un año?
¿Por qué nos gustan tanto las listas de lo mejor y lo peor del año? ¿Sirven de algo?
¿Por qué no acabamos de ver, o de querer ver, la España que sobrevive a duras penas y que tan bien refleja Belén Funes en La hija de un ladrón, con una Greta Fernández por fin con un personaje a la altura de su talento?