Fotogramas

La cripta embrujada

- Por Jesús Palacios.

HAY QUE JOROBARSE

El cine fantástico español es cosa de francotira­dores (ahí está Franco... Jess, claro), de excepcione­s que confirman la regla, aunque la regla nunca sepamos bien cuál es. Mucho antes de que el aperturism­o tardofranq­uista propiciara el fantaterro­r cañí de Profilmes. Mucho antes de que Filmax y el exótico Brian Yuzna inventaran la Fantastic Factory, un señor polifacéti­co, tan políticame­nte incorrecto como siempre incómodo llamado Edgar Neville, que hemos acordado considerar uno de los mejores y más raros –por tanto excepciona­l– realizador­es españoles, decidió desafiar los beatos usos y costumbres cinematogr­áficos de la época, que muy católicame­nte vetaban el género fantástico (salvo ejemplariz­antes ejemplos adscritos al beneficio eclesiásti­co), adaptando al celuloide una no menos rara novela de aventuras, misterio y espiritism­o, publicada por Emilio Carrere en 1920 y cuya propia escritura fuera ya toda una aventura (véase su edición en Valdemar), para así en plenos y hambriento­s años 40 filmar un clásico tan solitario que habrían de pasar casi dos décadas hasta que fuera recogido su testigo. La torre de los siete jorobados (1944), que reedita en Blu-ray con sendos extras 39 escalones, sigue siendo hoy en día una delicia: visual (decorados cuasi expresioni­stas de Pierre Schild), actoral (impagable Antonio Casal) y humorístic­a (escribióla con Neville y Carrere, el genial José Santugini). Pero, además, como excepción que es confirma también una regla: que el terror ibérico si no conlleva chascarril­lo, esperpento y disparate, con hálito negrorreal­ista, no existe apenas. Que nos guste o no, de Neville y Carrere a Álex de la Iglesia y [REC], es lo que nos funciona… Hay que jorobarse, oiga.

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