Fotogramas

Juliette Binoche, por La verdad.

- Por Laura Pérez (Festival de San Sebastián).

Después de más de 60 películas ha cumplido su deseo de trabajar con el japonés Hirokazu Kore-eda en ‘La verdad’. Además, coincide por primera vez en pantalla con Catherine Deneuve haciendo de madre e hija en un juego de espejos sobre actrices cargadas de vanidad.

Para ser buena actriz hay que ser mala madre y mala amiga. Yo elegí ser una gran intérprete.

Catherine Deneuve escupe esta frase a Juliette Binoche, que interpreta a su hija en La verdad, una película que llevaba años soñando hacer. Más de 12, puedo decir. Desde que vi Nadie sabe (2004) he querido trabajar con Hirokazu Koreeda porque no da lecciones, no te sermonea en sus películas, simplement­e deja que la vida fluya.

En el pasado Festival de San Sebastián compartimo­s un rato con Binoche (París, 1964) para rememorar cómo logró que el japonés rodara por primera vez fuera de su país, con actores europeos y estadounid­enses (Ethan Hawke interpreta a su marido) y en francés e inglés, sin dominar ninguna de las dos lenguas. Quedé a comer con él y me fascinó su manera de estar, de escuchar y de comunicars­e, a pesar de que lo hacíamos a través de un traductor. Estaba pendiente de todo, era muy observador y pensé: creativame­nte podría hacer algo bonito con él. Durante años se estuvieron viendo aquí y allá, pero no fue hasta que se cruzaron con Catherine Deneuve que el proyecto cristalizó. Son las dos grandes damas del cine francés, dijo de ambas. A lo que ella contesta con evasivas: Mi carrera abarca ya toda una época y es cierto que tengo una larga trayectori­a a mis espaldas, pero vete a saber… ¿Cuál es la verdad?, interpela haciendo un guiño al título y al gran conflicto de la película. Porque de eso va esto: de cuál es la verdad en las insondable­s relaciones familiares, de cómo unos y otros procesan de diferente manera unos mismos hechos en su biografía y de cuán profundas son las huellas que quedan en el recuerdo. Las relaciones entre padres, hijos y hermanos son muy poderosas porque de alguna manera necesitamo­s saber de dónde venimos, es parte de lo que somos. Construimo­s nuestra historia también a través de las primeras veces: la primera vez que te dejaron solo, la primera vez que te perdiste, la primera vez que te traicionar­on o te enamoraste, el primer viaje… Por eso a los actores nos gusta volver a esa experienci­a inicial, nos sumerge en una raíz profunda, en una conexión y un conocimien­to de nosotros mismos.

DE MADRES E HIJAS

En La verdad se crea un juego de espejos de cine dentro del cine y actrices que interpreta­n a actrices para desatar una pelea de gatas entre una endiosada intérprete que publica sus memorias y su hija, que regresa a

“ESTÁ EN NUESTRA NATURALEZA INTERPRETA­R, ES PARTE DEL JUEGO DE PREPARARNO­S PARA LA VIDA. LO HACÍAN LOS SUMERIOS Y LO HACEMOS AHORA CON LAS PLATAFORMA­S DIGITALES”.

su casa natal para la presentaci­ón del libro, donde no reconoce nada de lo que su madre cuenta. Esperar a mi hija a la puerta del colegio me llenaba de alegría, relata en el texto. ¡Pero si jamás fuiste a esperarme!, reprocha el personaje de Binoche.

La relación entre una y otra podría ser la de Joan Crawford con su hija, quien escribió un libro, Queridísim­a mamá (Notorious Ediciones), diciendo unas cuantas verdades de las que duelen, o la de Bette Davis con la suya, a la que desheredó por hacer lo mismo. Aquí es la madre quien escribe su biografía y, por si fuera poca dosis de vanidad, está rodando una película sobre sí misma. Hay tanto ego tan bien interpreta­do que resulta difícil no plantearse hasta qué punto

la realidad y la ficción se funden en el cuerpo de esta diva. Yo no conozco a Catherine en su vida privada, pero siento que ella es más generosa que el personaje que interpreta. No es tan narcisista y le encanta comer. En eso empatizo con ella. Aunque dicen las malas lenguas que es de lo poco en lo que coinciden. Durante el rodaje no me pareció distante, me sentí cercana a ella. Creo que le llevó un tiempo confiar en mí porque ha vivido muchas cosas y sabe cómo protegerse, pero fue abierta y agradable cuando trabajé con ella. Vete a saber cuál es la verdad, podríamos decir de nuevo.

Hirokazu Kore-eda, que con Un asunto de familia ganó la Palma de

Oro en Cannes en 2018, ha creado un universo sorprenden­temente francés tirando de temas recurrente­s en él como la familia, la memoria y la muerte. Trabajar con un traductor ralentiza un poco algunas situacione­s, pero tampoco tanto. En verdad, él habla poco, explicaba de forma bastante general las diferentes escenas y después depositaba su confianza en todos nosotros para que todo saliera bien. Creo que, en realidad, prefería que no tuviéramos demasiada informació­n para dejarnos llevar a nuestra manera. Catherine estaba bastante asustada ante esto, pero yo estoy acostumbra­da; he trabajado con el taiwanés Hou Hsiao-Hsien y con Abbas Kiarostami, que habla muy poquito inglés. Algo que destaca también del director es su flexibilid­ad al dejar en mano de los actores la elección de rodar tantas tomas como fueran necesarias. Ella (Deneuve) nunca lo hizo, no quería tener responsabi­lidad sobre eso, pero yo trato siempre de llegar todo lo lejos que puedo, y lo pedí varias veces.

Hace tiempo que Binoche anunció su propósito de tomarse un descanso, pero, por el momento, sigue encadenand­o rodajes. Cuando interpreto estoy abriendo mi corazón, dejo que me pasen cosas de las que no soy ni consciente, me sumerjo de lleno en algo que a veces es un misterio. Está en nuestra naturaleza interpreta­r, lo hacemos desde que somos pequeños, es parte del juego de conocernos a nosotros mismos y prepararno­s para la vida. Lo hacían los sumerios y lo hacemos ahora con las plataforma­s digitales.

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