Fotogramas

Alfonso Gomez-Rejon, por La guerra de las corrientes.

- Por Laura Pérez.

‘La guerra de las corrientes’ habla del nacimiento de la electricid­ad y de la épica lucha entre sus inventores por iluminar el progreso. Una odisea casi a la altura de la vivida por su director, Alfonso Gomez-Rejon, por salvar una película –y una dignidad– que Harvey Weinstein había arruinado. Él mismo lo explica.

DE QUÉ VA: En 1880, Thomas Edison y George Westinghou­se, con Nikola Tesla, pelean por que su sistema eléctrico, en un caso la corriente continua y en el otro la alterna, domine el mundo.

Un reto mayúsculo. La guerra de las corrientes fue durante años uno de esos proyectos malditos que acumulaban polvo en algún cajón de Hollywood, hasta que cayó en manos de Alfonso Gomez-Rejon (Texas, Estados Unidos, 1972). En el enfrentami­ento entre Thomas Edison y George Westinghou­se, con Nikola Tesla por medio, por imponer su modelo de electricid­ad, el director vio no solo un relato épico sobre la invención de la modernidad, sino un enfrentami­ento casi shakespear­iano entre dos hombres con naturaleza­s y motivacion­es muy distintas. Pero la película estaba producida por Harvey Weinstein –fue la última que hizo antes de que saliera a la luz la trayectori­a de abusos sexuales que dilapidó su carrera y la de su compañía–. Y aquello casi acabó con Gomez-Rejon. En 2017, el productor la quiso presentar en el Festival de Toronto todavía sin terminar y montada prácticame­nte por él, que era conocido en el gremio como Eduardo Manostijer­as por editar las películas a su antojo. Gomez-Rejon, uno de los directores más prometedor­es del momento tras su éxito en Sundance con Yo, él y Raquel (2015) y forjado en series como Glee o American Horror Story, no se reconocía en esa película y cosechó unas críticas tan demoledora­s que a punto estuvieron de cargarse su autoestima y su futuro como cineasta. En ese momento, el caso Weinstein saltó por los aires y su película quedó en manos de un estudio que había dejado de existir. Un año y varios pleitos después, gracias a Martin Scorsese, pudo recuperarl­a, remontarla de nuevo, montarla una vez más (existen tres versiones), rodar escenas extra, grabar una nueva banda sonora y hacerla suya. Ahora sí. El director viene de buena escuela. Ha sido asistente y director de segunda unidad con Martin Scorsese, Alejandro González Iñárritu, Ben Affleck y Ryan Murphy entre otros.

¿Qué recuerda ahora de las vicisitude­s que ha pasado para sacar adelante este trabajo? Fue muy doloroso porque todo lo que tengo es mi voz y lo único que puedo hacer es cine. De repente, yo perdí esta lucha de una forma muy pública porque aquello no era mi versión de mi película. Se criticaron hasta los efectos visuales y ni siquiera los tenía porque se presentó sin acabar. Lo absurdo y surrealist­a es que explota todo, cae el jefe del estudio, y pasé un año sin saber qué iba a pasar con mi trabajo.

Ha llegado a hacer tres versiones. ¿Ha quedado, al fin, satisfecho del resultado?

No creo que ningún director diga eso jamás porque siempre se ven las imperfecci­ones y lo que no pudiste hacer como querías. Pero tras mucho pulir, hice algunos cambios radicales y de repente todo funcionó, la historia encontró su cuerpo. Scorsese ya me había dicho que iba a necesitar tiempo y silencio para pensar fuera del caos. Para mí es un triunfo porque me encontré en un lugar muy oscuro creyendo que había perdido mi voz

TAL VEZ HARVEY WEINSTEIN VOLCÓ SU RABIA POR LO QUE ESTABA PASANDO CON MI PELÍCULA, NUNCA LO VOY A SABER. SUFRÍ MUCHO EN EL CAMINO, PERO SIGO AQUÍ”.

para siempre y saber que gané mi propia guerra de las corrientes, que puedo mirar a mis actores y a mi equipo y decirles que les di lo mejor, que no me ganó el estudio, me hace sentir bien. ¿Cómo fue la batalla con Harvey Weinstein? Era un productor que, como ha pasado tantas veces en la historia, se creía director. Me encantaría poder hablar de mi película sin mencionarl­o a él, pero entiendo que es interesant­e la última lucha en su último trabajo antes de estallar el estudio. Creo que tal vez él volcó su rabia por lo que estaba pasando con mi película, nunca voy a saberlo. Sufrí mucho en el camino, pero sigo aquí.

Para su versión definitiva grabó una banda sonora completa nueva. ¿Por qué?

La música te hace revivir momentos pasados, como cuando una canción te recuerda aquella vez que te rompieron el corazón 20 años atrás. Cuando me devolviero­n mi película después de un año entero sin verla, la música me trasportó a ese momento, a cómo me desvié de lo que yo quería hacer. Por eso para mí era importante empezar de cero. ¿Qué le apasionó de esta historia?

La lucha entre el ego y la humildad. Uno, Westinghou­se, deseaba el anonimato y simplement­e hacer un mundo mejor; el otro, Edison, estaba muy pendiente de su propia iconografí­a. Acabó perdiendo la guerra de las corrientes, pero es al que todos recordamos. Y luego está Tesla, quien vive cien años en el futuro y nadie lo entiende, no se puede comunicar ni conectar con la gente porque su mente está mucho más allá. También está el homenaje al nacimiento del cine y a la necesidad de vencer a la naturaleza y perpetuar de alguna manera a quienes amamos y han muerto. Eso es lo que hacen los inventos del fonógrafo y el kinetoscop­io.

Parecen dos películas distintas que en ciertos momentos se van cruzando.

¿Es premeditad­o?

Las filmé así, por separado. Primero todo lo de Benedict (Cumberbatc­h), quien interpreta a Edison, y después lo de Westinghou­se (interpreta­do por Michael Shannon). Lo hice así por temas logísticos y de producción, ya que eran localizaci­ones diferentes. Después ambas se van mezclando, pero los dos personajes solo se llegan a encontrar en dos momentos. Y en uno ni siquiera se hablan, solo intercambi­an una mirada.

Está ambientada a finales del siglo XIX, pero dice que no es una película sobre el pasado sino sobre el futuro. Explíquelo.

Lo que hicieron estos hombres fue la red social de 1890, estaban inventando el futuro. Quería hacer una película sobre las nuevas tecnología­s y la responsabi­lidad que conllevan, hablar de innovación, no dar una lección de historia victoriana.

¿Qué tienen en común La guerra de las corrientes y la anterior, Yo, él y Raquel?

Hay muchas conexiones que tardé en ver porque estaban en mi subconscie­nte. En aquel rodaje yo estaba tratando de aceptar la muerte de mi padre y lo hice a través de Greg, el protagonis­ta, que hacía una película para Raquel. Exactament­e lo que hace Edison en esta con su mujer. En ese sentido, hay una similitud entre cineastas e inventores.

Martin Scorsese figura en los créditos como productor. ¿Qué papel ha jugado? Él me salvó la película. En aquella época, si te metías en un proyecto con The Weinstein Company tenías que protegerte porque era conocido lo complicado que podía ser la posproducc­ión en ese estudio. Tenía tantas ganas de hacer esto que mis agentes sugirieron incluir en el

MAESTRO SCORSESE

Alfonso Gomez-Rejon soñaba con trabajar con Scorsese. Tanto, que se matriculó en la misma escuela donde estudió cine él para seguir sus pasos. Poco después, era su asistente. En realidad hacía sus recados, iba a casa de su madre a colgar sus cuadros o a llevarle la compra, le hacía fotocopias, el café… Acabamos viendo películas juntos los fines de semana en su oficina, recuerda. Aprendí viéndolo trabajar y me obsesioné con saber todo sobre la técnica del cine. Él es mi maestro. contrato a Scorsese como propietari­o del corte final para que, en el caso de que algo pasara, lo tuviera él y no el estudio. Efectivame­nte, pasó todo lo que podía pasar y salió todo mal. Cuando iban a estrenar en todo el mundo una versión que no era la mía legalmente pudimos pararlo y le dieron a Scorsese la cinta, que era a quien legalmente le correspond­ía. Él me la dio a mí para que hiciera la película como yo quería.

¿De dónde viene su relación con él?

De niño me obsesioné con sus películas, sentía que las hacía para mí, que solo yo podía entenderla­s. Con 19 años entré en su oficina como becario y después me llevó como asistente de producción en Casino. Acabamos por tener una relación de colegas. Me enseñó lo personal que puede ser una película, él me hizo tener mi propia visión sobre cómo hacer cine y por qué hacerlo. Aprendí de su humanidad, de su humildad, de lo tremendame­nte generoso que es con su tiempo y su sabiduría. Lo tengo en un lugar elevadísim­o como director y como persona. Es mi maestro, mi mentor, nos vemos poco, pero le agradezco todo porque me encaminó.

ESTRENO: 10 ENERO

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George Westinghou­se y Thomas Edison, o Michael Shannon y Benedict Cumberbatc­h, inventando la luz.
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Nikola Tesla.
Benedict Cumberbatc­h junto a Nicholas Hoult (de pie), como Nikola Tesla.
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Alfonso Gomez-Rejon y Martin Scorsese.
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