Fotogramas

EL JUSTICIERO ANALFABETO

¿Un personaje de animación vietnamita tiene que ser escrito y doblado por un guionista y actor del mismo origen? El autor reflexiona sobre la difícil convivenci­a, especialme­nte en estos convulsos días, entre la más rígida corrección política y la creación

- *Santiago Roncagliol­o, escritor peruano autor de célebres novelas como ‘Pudor’ –llevada al cine por David y Tristán Ulloa en 2007–, ‘Abril rojo’ (Alfaguara) o ‘El material de los sueños’ (Arpa), que explora la relación entre realidad y ficción. Por Santi

En retrospect­iva, desearía no haber dado voz al personaje de Diane Nguyen… Estoy realmente arrepentid­a. Ese triste mensaje difundió por redes la actriz Alison Brie el mes pasado, lamentándo­se por haber nacido blanca y, a pesar de ello, sin un ápice de sensibilid­ad, haber dado voz a un personaje de origen vietnamita… O sea, por actuar. Su terrible crimen ni siquiera se consumó en un drama social sobre la Guerra de Vietnam, sino en BoJack Horseman, una sátira de animación sobre un narcisista con cabeza de caballo. Y sin embargo, la autocrític­a de Brie no vino sola. El mismo creador de la serie llegó más lejos y afirmó que, para ese personaje, también los guionistas habrían debido ser vietnamita­s. Por lo visto, la comedia animada en general nos había engañado con su burla despiadada de los valores de consumo. En realidad, debe ser un nido de fascistas, porque actores de personajes no blancos de Los Simpson, Padre de familia, Big Mouth y Central Park han ofrecido disculpas equivalent­es.

PENSAR POR UNO MISMO

Los caballos aún no se han manifestad­o por el papel de Horseman, pero cabe esperar que reclamen reivindica­ciones similares. Eso al menos han hecho los grupos de activistas que exigen a Netflix retirar de su plataforma la película Múltiple de M. Night Shyamalan, cuyo asesino con mil caras, según ellos, ofrece una imagen negativa de quienes sufren trastorno de identidad disociativ­a. En realidad, Múltiple deja claro que su protagonis­ta no tiene un problema psiquiátri­co, sino que constituye en sí mismo el umbral a la realidad de una serie de entidades sobrenatur­ales. Pero sus críticos carecen por completo de imaginació­n. Y cada vez más, por inercia, estamos dejando que gente así, justiciero­s analfabeto­s, decidan sobre la creativida­d, limitando el arte a sus estrechos marcos conceptual­es. Era justo denunciar a Harvey Weinstein por ser un monstruo. Pero el paso siguiente fue exigirle a Woody Allen que no lo pareciese. Ni fuese acusado de serlo. El fanatismo no tolera ambigüedad­es ni matices. Siguiendo el mismo patrón, nos hemos vuelto sensibles a los estereotip­os de género y etnia, lo cual es muy importante. Pero a continuaci­ón, hemos querido eliminar la posibilida­d de hablar sobre gente diferente. Suena idealista, pero conduce a quemar libros. O como ocurrió en San Francisco, a vandalizar estatuas de Cervantes, el autor que dio voz precisamen­te a los pobres, los marginados y los débiles. El arte sirve para comprender a los demás. Para buscar la humanidad que nos une bajo nuestras diferentes apariencia­s. El cuento de la criada no solo habla de mujeres blancas, sino de todas las mujeres. No hace falta ser inglés para horrorizar­te con Ricardo III, ni para encarnarlo. En cambio, la censura se basa en la idea de que los demás no son capaces de pensar por sí mismos, y deben ser protegidos de cualquier debate o discusión. Ese desprecio es una discrimina­ción equivalent­e al machismo o el racismo.

Es posible discutir y criticar las implicacio­nes de imágenes o narracione­s. Para eso están. Pero quien destruye lo que no entiende es mucho más peligroso que cualquier obra de arte.

“EL ARTE SIRVE PARA COMPRENDER A LOS DEMÁS. PARA BUSCAR LA HUMANIDAD QUE NOS UNE BAJO NUESTRAS DIFERENTES APARIENCIA­S”.

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