EL JUSTICIERO ANALFABETO
¿Un personaje de animación vietnamita tiene que ser escrito y doblado por un guionista y actor del mismo origen? El autor reflexiona sobre la difícil convivencia, especialmente en estos convulsos días, entre la más rígida corrección política y la creación
En retrospectiva, desearía no haber dado voz al personaje de Diane Nguyen… Estoy realmente arrepentida. Ese triste mensaje difundió por redes la actriz Alison Brie el mes pasado, lamentándose por haber nacido blanca y, a pesar de ello, sin un ápice de sensibilidad, haber dado voz a un personaje de origen vietnamita… O sea, por actuar. Su terrible crimen ni siquiera se consumó en un drama social sobre la Guerra de Vietnam, sino en BoJack Horseman, una sátira de animación sobre un narcisista con cabeza de caballo. Y sin embargo, la autocrítica de Brie no vino sola. El mismo creador de la serie llegó más lejos y afirmó que, para ese personaje, también los guionistas habrían debido ser vietnamitas. Por lo visto, la comedia animada en general nos había engañado con su burla despiadada de los valores de consumo. En realidad, debe ser un nido de fascistas, porque actores de personajes no blancos de Los Simpson, Padre de familia, Big Mouth y Central Park han ofrecido disculpas equivalentes.
PENSAR POR UNO MISMO
Los caballos aún no se han manifestado por el papel de Horseman, pero cabe esperar que reclamen reivindicaciones similares. Eso al menos han hecho los grupos de activistas que exigen a Netflix retirar de su plataforma la película Múltiple de M. Night Shyamalan, cuyo asesino con mil caras, según ellos, ofrece una imagen negativa de quienes sufren trastorno de identidad disociativa. En realidad, Múltiple deja claro que su protagonista no tiene un problema psiquiátrico, sino que constituye en sí mismo el umbral a la realidad de una serie de entidades sobrenaturales. Pero sus críticos carecen por completo de imaginación. Y cada vez más, por inercia, estamos dejando que gente así, justicieros analfabetos, decidan sobre la creatividad, limitando el arte a sus estrechos marcos conceptuales. Era justo denunciar a Harvey Weinstein por ser un monstruo. Pero el paso siguiente fue exigirle a Woody Allen que no lo pareciese. Ni fuese acusado de serlo. El fanatismo no tolera ambigüedades ni matices. Siguiendo el mismo patrón, nos hemos vuelto sensibles a los estereotipos de género y etnia, lo cual es muy importante. Pero a continuación, hemos querido eliminar la posibilidad de hablar sobre gente diferente. Suena idealista, pero conduce a quemar libros. O como ocurrió en San Francisco, a vandalizar estatuas de Cervantes, el autor que dio voz precisamente a los pobres, los marginados y los débiles. El arte sirve para comprender a los demás. Para buscar la humanidad que nos une bajo nuestras diferentes apariencias. El cuento de la criada no solo habla de mujeres blancas, sino de todas las mujeres. No hace falta ser inglés para horrorizarte con Ricardo III, ni para encarnarlo. En cambio, la censura se basa en la idea de que los demás no son capaces de pensar por sí mismos, y deben ser protegidos de cualquier debate o discusión. Ese desprecio es una discriminación equivalente al machismo o el racismo.
Es posible discutir y criticar las implicaciones de imágenes o narraciones. Para eso están. Pero quien destruye lo que no entiende es mucho más peligroso que cualquier obra de arte.
“EL ARTE SIRVE PARA COMPRENDER A LOS DEMÁS. PARA BUSCAR LA HUMANIDAD QUE NOS UNE BAJO NUESTRAS DIFERENTES APARIENCIAS”.