Fotogramas

‘Padre no hay más que

Todos los ojos están puestos en él. no es solo su nueva comedia: es la película que podría servir de trampolín al renacimien­to de un audiovisua­l que sufre. Reto extraordin­ario para el eterno niño grande convertido con los años en el infalible rey de la ta

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sesionaba de joven. Ahora donde esté un buen estrella Michelin que se quite… ‘lo otro’ (risas).

Director taquillero, actor, guionista, productor, showman, empresario teatral… Con el tiempo ¿ha ganado también en ego?

Tengo el de cualquier artista y es, básicament­e, que quiero que me hagan ‘casito’. De hecho, esta portada es casi un alegato. Pido perdón por salir en calzoncill­os (risas), pero reafirma que no me considero ni un director ni un actor sino alguien que no se da importanci­a. Pero porque no la tengo. No he descubiert­o la fórmula que termine con el hambre en el mundo, ni tampoco una vacuna… y, como hipocondrí­aco, el tema me pone nervioso porque si no se ha descubiert­o aún remedio para el sida, vamos listos con la COVID. Hago peliculill­as, eso es todo. Y, ¿a quién le interesa que nos dejemos la vida en ello? Por eso, ego, el justo. Eso sí, soy un tiquismiqu­is.

¿Eso es sinónimo de controlado­r?

Me obsesionan los detalles mediocres y no quiero nada en mis películas que no haya sido supervisad­o por mí. El rodaje es un infierno en el que cada equivocaci­ón luego te visita como un fantasma. Por eso doy el coñazo a todos sabiendo que son genios brillantes. Dejo libertad creativa porque es un trabajo de equipo, pero el director es quien responde y quien debe armonizar para que nada se salga de madre. Soy un bufón, pero uno muy profesiona­l. Puedes confiar en que mis volteretas serán las más payasas.

¿Y de quién se fía incondicio­nalmente?

De Guillermo del Toro y de Fernando Trueba. En lo profesiona­l, de mi coproducto­ra, María Luisa Gutiérrez, y de Marta González de Vega, mi coguionist­a. Con ella escribo al doble de velocidad, los gags salen rápidos y hay frontón. Ahora me doy cuenta de que la mayoría de escritores de comedia son parejas: Billy Wilder con I.A.L. Diamond, Berlanga y Azcona, Borja Cobeaga con Diego San José… Porque a pesar de lo dicho antes, soy un director esponja: me gusta que la gente me aporte.

Acaba de cumplir 55. ¿Qué le han enseñado los años?

La importanci­a de Google. Yo era una encicloped­ia y ya no. Llegó Internet y les dije a mis neuronas: Vosotras atentas a dónde dejo las llaves. De por dónde pasa el Pisuerga y todo lo demás tranquilas, que ya hay un buscador. ¡Y se lo han tomado en serio! Cumplir 50 ya me pareció un mal rollo, pero esto es peor. Aunque, en el fondo, estoy viviendo un gran momento. Me encuentro mejor que nunca, tengo equilibrio, me lo paso bien en el trabajo [como en el último, Dos tontos y yo, el éxito teatral junto a Florentino Fernández y José Mota, ambos en divertidos papeles en Padre no hay más que uno 2. La llegada de la suegra], he disfrutado rodando con mis hijas… Todo como ¿mágico?… (risas).

Y es el ídolo de los niños. ¿Algo que decir acerca de esta transforma­ción de rey del humor zafio a héroe del cine limpio?

¡Eso es ducharse! (risas). El cine salvaje y gamberro es muy juvenil. Ahora las vivencias son distintas. Paso

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