AQUELLA ‘BELLE ÉPOQUE’
La publicación de su última novela, ‘Ava en la noche’ (Ed. Alfaguara), nos invita a regresar de la mano del escritor Manuel Vicent al cine español de la posguerra, a los guiones de Rafael Azcona y a la belleza narrativa de los silencios de Víctor Erice.
¿Su primera vez con el cine español? Una sesión nocturna con mi hermano en el Cinema Rialto de mi pueblo, a la que llegamos tarde porque en casa se rezaba el rosario después de cenar: Un caballero famoso (José Buchs, 1942) con Amparito Rivelles.
¿En qué film español se quedaría a vivir?
En Belle Époque (F. Trueba, 1992), de mirón de aquellas chavalas y departiendo con Fernando Fernán Gómez. Es una película que huele a lavanda, y a amor adolescente.
¿Con qué actor o director se iría de cañas? Con mi amigo David Trueba, con el que estoy a punto de retomar nuestra tertulia después de este virus. Y con los demás amigos, José Luis Garci, García Sánchez y Gutiérrez Aragón.
¿Con quién querría quedarse encerrado en un ascensor? Con el Pepe Sacristán de Asignatura pendiente (Garci, 1977).
¿Con quién no se sentaría en un avión? Con nadie. Aunque fuera un criminal, si es profesional, encantado de hablar con él.
Un amor adolescente mitómano.
María Rosa Salgado, bellísima.
¿A qué estrella internacional desearía ver trabajando en el cine español? A la Audrey Hepburn de Vacaciones en Roma (William Wyler, 1953). Si nos venimos a
Europa, a la italiana Antonella Lualdi.
¿Algún director al que admire?
A ‘la Coixet’, sin duda.
¿Con quién le gustaría trabajar mano a mano en un guion adaptado? Con Gutiérrez Aragón, si se decidiera a volver.
¿Qué película le impresiona por la forma en la que transcurre la narración? El espíritu de la colmena (V. Erice, 1973). Es la posguerra de verdad, narrada a través del silencio. Así sonaba la posguerra, y está captado a través de los ojos de una niña maravillosa (Ana Torrent). El Sur
también es una ensoñación.
¿Se encargaría de un guion para el cine más allá de las escenas que escribió en Tranvía a la Malvarrosa? Siempre que fuera como los de Azcona, sí. En Tranvía…, Fernán Gómez estaba contratado solo para una escena y, como era un superdotado, la bordó a la primera. Entonces me llamó García Sánchez para que le escribiera rápidamente otra escena porque le quedaba toda la tarde libre. Azcona era el guionista, pero me permitía esas licencias. Me encantaría entrar de lleno en la mitología del cine, donde tienen que confluir 70 cosas bien hechas. Cualquiera de ellas que falle, te saca de la pantalla. Es un mecanismo de precisión emocionante, nada es gratuito.