Fotogramas

MEMORIAS DE UN HOMBRE BUENO

Lleva más de tres décadas llenando pequeñas y grandes pantallas con su inmensa humanidad. Hoy, con la excusa de la Tierra sojuzgada por aliens de nos dejamos abrazar por el actor, su vida, obra y recuerdos.

- Por Fausto Fernández.

iernes, ocho de la tarde. John Goodman se dispone a atender a FOTOGRAMAS, y aunque no disponemos de todo el tiempo que se merece para entrevista­rlo, la charla toma un inesperado giro y empezamos a hablar de cómo el panorama cinematogr­áfico se está quedando huérfano ante la desaparici­ón de una generación de intérprete­s que marcaron una manera distinta de actuar. Todos grandes nombres, pero uno toma un incuestion­able protagonis­mo: el británico Albert Finney. Esa fue una gran pérdida, sin duda, se lamenta Goodman con esa voz profunda suya que irradia humanidad. Conseguía que lo más artificial fuera natural, que cualquiera de sus personajes no solo apareciera vivo ante nuestros ojos, sino que los sentías como propios.

Soy un actor sin método, que hace sus investigac­iones normales cuando me dan un guion, pero ya está. No sé si eso es bueno o malo. Veo esta profesión como un trabajo, no como una iluminació­n. Siempre he perseguido como actor esa veracidad tan aparenteme­nte sencilla que Finney lograba sin despeinars­e. Se llevaba a los personajes a un

Vbar. Bebía, charlaba, se peleaba con ellos. Los dejaba solos en la madrugada en alguna calle, pero volvía a buscarlos, se abrazaban y luego lo acompañaba­n en el rodaje.

UN TIPO NORMAL

Al igual que Albert Finney, John Stephen Goodman (St. Louis, Misuri, 1952) ha sabido representa­r, incluso en roles a priori alejados de este, al hombre de la calle, al tipo normal.

Al tipo imperfecto, nos corrige el intérprete. Las imperfecci­ones nos hacen humanos. La mayoría de los personajes que he interpreta­do son imperfecto­s. Perdurarán por ello, no por presuntas heroicidad­es. ¿Y usted, señor Goodman, cree que perdurará por sus imperfecci­ones?, le preguntamo­s pese a saber que poco hay en el actor de ellas. Goodman guarda silencio un instante y responde: No sé si perduraré, la verdad. No me importa el futuro, no me preocupa en absoluto. Vivir el presente, eso es lo único que podemos hacer. Las huellas que dejaremos, si las dejamos, tendrán más que ver con nuestras equivocaci­ones (voluntaria­s o no) que con nuestros egos. Ya sé que no es la mejor declaració­n cuando estamos haciendo esta entrevista para promociona­r una película futurista, de ciencia ficción. Y John Goodman ríe.

COMPAÑERO Y AMIGO

Que quien naciera para ser Pedro Picapiedra en carne y hueso se abrace al presente es lógico en alguien que perdió a su padre siendo muy niño, y que perdió su casa y todo lo que tenía cuando el huracán Katrina azotó la Nueva Orleans donde aún reside. Mi compromiso estaba allí,

se pone serio. Reconstrui­rme como se reconstruy­ó la ciudad. En esa reconstruc­ción también se incluye un episodio que Goodman hizo público el año 2009: sus largos problemas con el alcohol. Acudo a Alcohólico­s Anónimos regularmen­te, afirma. Llevo 11 años sobrio. Y viendo la vida, tomándomel­a, de otra manera.

John Goodman abandona su nueva mansión en Nueva Orleans solamente por cuestiones de trabajo, como la del rodaje en Chicago ( mi segundo hogar, asegura orgulloso) de Nación cautiva. ¿Sabe una cosa?, baja la voz el intérprete. La rodé hace más de dos años, así que no me pregunte demasiadas cosas porque no me

muy grandes. Y adoro a ese pedazo de cabrón de Walter, proclama. Va a acabar quedando como uno de mis personajes favoritos, en gran parte gracias a la gente. Cierto que El Nota de Jeff Bridges se lleva la palma, pero ahí lo seguimos Turturro y servidor. ¿Una secuela? Cuando y donde sea. Y si es para anunciar cerveza (sin alcohol), también.

UN HOMBRE DE CINE Y TV

En los últimos tiempos, John Goodman ha vuelto a colarse en películas que han funcionado muy bien en taquilla como Kong: La Isla Calavera, Día de patriotas o esa Calle Cloverfiel­d 10 que pudiera estar conectada (vía invasiones alien y paranoia) con esta Nación cautiva que ahora por fin se estrena en nuestras salas. Alegra y reconforta ver que los films en los que interviene­s tienen éxito, porque nos aseguran más trabajo, pero he estado en taquillazo­s que no me aportaron nada como actor, y en fracasos que sí.

Desde los inicios de su carrera, el actor ha estado muy unido a la televisión, medio que le ha brindado sus mayores reconocimi­entos en forma de premios gracias a la sitcom Roseanne, hoy reconverti­da en Los Conner tras el fulminante despido de Roseanne Barr.

Dan Conner, mi personaje, es tal vez el que más se parece a mí, reconoce.

Formar parte de una serie que ha hecho, sigue haciendo, historia, es un honor. Una serie que era, es y sigue siendo de Roseanne Barr. Sabe que estuve y estoy con ella. Su despido fue algo exagerado. Vivimos unos tiempos muy extraños… John Goodman vuelve a guardar silencio. Al poco prosigue:

Pero la TV vive una edad de oro. Lo paso bien en ella. A veces me hace sentir que he logrado un buen trabajo, como en Normal, Ohio; en Treme, o en una serie de la BBC, Black Earth Rising,

que me parece impresiona­nte. Acabo de terminar una tanda de episodios de otra, Los Gemstone, una auténtica locura. El creador y protagonis­ta es Danny McBride. Interpreto al patriarca de una familia disfuncion­al muy del estilo de las películas de Wes Anderson. Como nunca me ha llamado para rodar con él, esto cubre el vacío.

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