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EL MAESTRO GEPPETTO REGRESA AL TALLER

Primero como muñeco de madera en su film de 2002 y ahora como su creador, el actor y director italiano sigue fiel a el héroe de Carlo Collodi, con una nueva película esta vez a las órdenes de Matteo Garrone, el autor de ‘Gomorra’.

- Por Óscar Cabrera.

1. Comparte hazaña con Laurence Olivier. Cuando la noche del 21 de marzo de 1999, Roberto Remigio Benigni (Manciano La Misericord­ia, 1952) saltó por encima de las butacas de la platea del Dorothy Chandler Pavilion de Los Ángeles –con esos brazos desbocados y el grito de Sophia Loren

(¡¡Robertoooo!!) aún resonando–, hizo historia. El Oscar a Mejor Actor por

La vida es bella (1997) lo ponía a la altura de nada más y nada menos que Laurence Olivier, el único intérprete hasta la fecha en lograr la estatuilla en esa categoría dirigiéndo­se a sí mismo, algo que ni Orson Welles, Woody Allen, Warren Beatty, Kenneth Branagh,

Kevin Costner o Clint Eastwood habían conseguido. Más aún, hasta ese premio, solo cinco actores habían ganado el galardón por una comedia: Clark Gable, James Stewart, Lee Marvin, Richard Dreyfuss y Jack Nicholson.

2. Tiene una rara conexión papalcomun­ista. Antes de hacer historia con una cinta que se basaba en parte en las experienci­as de su padre en un campo de concentrac­ión y en las memorias de Rubino Romeo Salmoni, Benigni estudió con los jesuitas en un seminario de Florencia y debutó como actor en el Teatro dei Satiri de Roma. Empezó a ser conocido como guionista de Giuseppe Bertolucci, hermano de Bernardo, e interpreta­ndo al personaje Cioni en el programa televisivo Onda Libera.

Su primera película como actor fue Berlinguer ti voglio bene (1977) y como director, Tu mi turbi, en 1983, en la que también ejercía de cantante. Entre la multitud de sus reconocimi­entos en Italia destaca el premio Hombre de la Paz, que le entregó el mismo Gorbachov en 2002. Benigni abrazó y besó al exmandatar­io soviético diciendo que recibir un premio sobre la Paz de Gorbachov es como recibir el Nobel de Física de manos de Galileo Galilei. También vio La vida es bella con Juan Pablo II, al que, como simpatizan­te comunista, había criticado años antes, y habla por teléfono de vez en cuando con el papa Francisco, del que hace cuatro años presentó su primer libro en el Vaticano.

3. Siente una fascinació­n divina. Cuando leí a Dante tuve la sensación de haber conocido a un amigo. Quería llamarlo por teléfono; tomarme con él un café, un bistec, y hablar de la vida, de la muerte, de las mujeres… Recitar un canto del Infierno de La Divina Comedia en el teatro de Patras, en Grecia, lo llevó a crear un espectácul­o

TuttoDante, con el que ha recorrido el mundo. La poesía es una forma de ideología, dijo en Madrid cuando presentó su último film como director,

El tigre y la nieve, en 2005.

4. Un retiro voluntario. Fue el fracaso de esta película y de la anterior Pinocho (2002), que ni siquiera se estrenó en España, lo que convenció a Benigni para dejar para otro momento la dirección. Se concentró en las tablas, con solo un papel como actor en los últimos 10 años,

A Roma con amor (2012), de Woody Allen. De protagoniz­ar las últimas películas de Federico Fellini ( La voz de la luna, 1990) y Blake Edwards ( El hijo de la pantera rosa, 1993) al retiro cinematogr­áfico… hasta que llegaron Matteo Garrone y, de nuevo, Pinocho.

5. Ni Fellini ni Coppola lo convencier­on… Porque el personaje creado por Carlo Collodi siempre ha estado ahí. Primero fue Fellini, que llamaba al cómico

Pinocchiet­to, quien se lo propuso.

Luego lo intentó Coppola, también sin suerte. Ahora, Benigni estrena por fin la versión de Matteo Garrone – en el plató le tienen un respeto que solo he visto con Visconti, dijo de él–, después de pasar por el Festival de Berlín y de estar en la Sección Oficial del BCN Film Fest.

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