QUÉ HE HECHO YO PARA MERECER ESTO ‘Un diván en Túnez’
Muestra las peripecias cotidianas de una psicoanalista en Túnez en un momento de cambios sociales y políticos. La directora Manele Labidi nos habla también de la convulsa identidad de los jóvenes árabes emigrados a Europa.
Una joven psicoanalista criada y educada en Francia regresa a su país natal, Túnez, para abrir una consulta en los meses posteriores a la Primavera Árabe de 2011.
Inicio de autora. Manele Labidi (París, 1982) debuta en el cine con una comedia en forma de retablo de personajes que desfilan por la consulta de una joven psicoanalista recién llegada a Túnez después de estudiar en Francia. La fórmula le sirve a la directora novel para trazar el retrato de un país, el de sus ancestros, en el que las viejas tradiciones conviven como buenamente pueden con las modernas, y las generaciones más jóvenes chocan continuamente con lo que les enseñaron sus mayores. Con las revoluciones de 2011 como telón de fondo, muestra con humor y ternura una sociedad que trata de subirse al tren del siglo XXI sin traicionarse a sí misma. La película recibió el Premio del Público en el Festival de Venecia en 2019 y cuenta en el papel principal con Golshifteh Farahani (Paterson, Piratas del Caribe: La venganza de Salazar), popular estrella iraní del cine y la música.
¿Por qué ha elegido a una psicoanalista como protagonista de su primera película?
Me interesa esa relación que se crea con alguien que no es tu amigo ni tu familia, pero que probablemente te conoce mejor que nadie. Buscaba trasladar al personaje esa ambivalencia de ser una forastera, pero, al mismo tiempo, partícipe de todos los secretos del vecindario.
Una metáfora para hablar del síndrome de los emigrantes, incluso de usted misma.
Ella viene de una familia de emigrantes que eligió dejar su país al norte de África para marcharse a Europa. Mi generación vive con esa herida del exilio, de haber visto a sus padres dejar su casa para vivir en un país occidental siendo árabe, lo que después del 11 de septiembre de 2001 no ha sido fácil. Ha habido racismo y discriminación, así que mucha gente ha regresado a su tierra tal vez para reparar algo. Pero al llegar descubren que tampoco forman parte de esa comunidad y eso crea un complicado conflicto.
¿Hay una parte autobiográfica? ¿Ha regresado a Túnez para reparar esa herida?
Así es. Sufrí cuando era joven y, aunque ahora estoy más en paz, todavía me resulta difícil saber quién soy. Me empeñé en contar esta historia y en rodarla en Túnez. Para mí era importante y la gente me decía: Estás loca, va a ser dificilísimo, no es un país fácil para trabajar, sería más sencillo hacerla en Francia.
Pero me empeñé en filmar allí y lo logré.
Hay un trasfondo político. ¿Qué importancia tenía para usted esta parte?
Quería hacer esta película después de la revolución en Túnez. Mi idea no era ha
cer un documental o algo realista sobre las manifestaciones o la situación política, sino una película sobre la gente y cómo la revolución impactó en el día a día de sus vidas. La política y la religión están solo de fondo. Quería mostrar cómo a pesar de todo la gente trata de hacer su vida con sus preocupaciones, sus hijos, sus adicciones, sus asuntos de género… Son personas con cuyos problemas te puedes identificar. Y al final todo tiene un carácter político, pero la política queda en un segundo plano. Utilizar el psicoanálisis me permitió adentrarme en eso de forma más compleja y sin juzgar. Cada personaje tiene su pasado y
DEL BANCO A LA SILLA DE DIRECTORA
Manele Labidi empezó trabajando en el mundo de las finanzas con 23 años, pero a los 30 dio un giro a su vida y se puso a estudiar cine.
Me pillaron los años de
la crisis y fue tan intenso que me parecía que había
cuenta. Alguien le recomendó
estado allí 20 años,
ir a una escuela donde ayudan a escribir guiones y a sacar adelante proyectos.
Allí conocí al productor que financió mi primer corto y después sucedió lo demás. Vengo de una familia humilde que quería
para mí un trabajo más seguro, así que esto no era . muy de su gusto, pero ahora están orgullosos esta forma de contar cosas y de utilizar cierto humor me permitió ser más objetiva. Como directora no quiero ser dogmática, sino explorar las complejidades de los personajes sin juzgarlos.
Parece un tema más propio de un drama, pero usted eligió la comedia. ¿Por qué?
Porque me frustra ver cómo se trata al mundo árabe en el cine. Parece que en un país en guerra o en una revolución las personas no tengan vida, que solo puedan hablar del conflicto, de religión o de política, y quería mostrar cómo la gente sigue con sus vidas. La comedia es para mí la máxima herramienta cinematográfica porque permite utilizar muchos artificios y subtextos. Puede ser tremendamente comprometida sin dejar de ser entretenida, mientras el drama es a veces tan intenso y doloroso que lo quieres olvidar. La comedia te hace bajar la guardia y en ocasiones cambiar la perspectiva sin emociones que te desborden.
Se corre el riego de caer en la broma sobre asuntos sensibles. ¿Cómo se evita?
Cuando haces comedia tienes que empezar con arquetipos, con estereotipos. Después tienes que hacerlos complejos y retorcerlos para evitar esta parodia pura y dura. La comedia no consiste en hacer bromas sino en cambiar la manera de mirar las cosas.
“LA COMEDIA NO CONSISTE EN HACER BROMAS SINO EN CAMBIAR LA MANERA DE MIRAR
LAS COSAS.
PARA MÍ ES LA MÁXIMA HERRAMIENTA CINEMATOGRÁFICA”.
COMEDIA.