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Yo tenía dos problemas serios con esto de las pintadas. El primero era que me resultaba súper violento pintarrajear todo el pueblo con frases amenazantes. Ahora que por fin las paredes estaban limpias, llegábamos nosotros a ensuciarlas. Pobres vecinos. El segundo era la tipografía. No me atrevía a decirlo, pero veía al equipo de arte –capitaneado por el genial Juan Pedro de Gaspar– tan culto y exquisito que me preguntaba si serían capaces de reproducir aquellas pintadas tan características y reconocibles. Me quedé pasmado al verlas. ¡Eran perfectas!