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Ni cuando leí la novela, ni cuando escribí los guiones lograba entender del todo el zigzagueante recorrido emocional de Nerea, la hija del Txato, el empresario asesinado. La clave para comprenderla me la dio la propia actriz sin saberlo: no se comporta como una víctima normal. Tiene razón, pensé. Esa es la clave. Nerea no se comporta como creemos que debe comportarse una víctima. Y eso nos agrede. No sabemos estar a su lado sin compadecerla.