Fotogramas

BAJOCERO.

Un rutinario traslado de presos se convertirá en la peor pesadilla de Martín, policía nacional encarnado por Javier Gutiérrez, en una inusual incursión en el cine de acción. Lluís Quilez, el director, nos habla de la experienci­a.

- DE QUÉ VA: Por Juan Pando.

Noche de invierno. El furgón que traslada a media docena de convictos sufre un ataque por sorpresa. Los agentes que lo custodían no comprenden el peligro que acecha.

El sueño del cortometra­jista. Lluis Quílez (Barcelona, 1978) ha competido dos veces por la nominación al Oscar, con sus cortos Avatar (2005) y Graffiti. (2015). Entre ambos tuvo la oportunida­d de rodar en Colombia, en inglés, Out of the Dark (2014), con un reparto encabezado por Julia Stiles, Scott Speedman y Stephen Rea. Fue un encargo, una producción pensada para el mercado americano, television­es y plataforma­s de VOD, recuerda. Con Bajocero cumple ahora su sueño de dirigir su primer largometra­je personal, con guión propio, coescrito con Fernando Navarro (Verónica). ¿Qué le decidió a enforcar un film de acción como si fuera un relato de misterio, con un enigma y muchos sopechosos?

Desde niño y en mi etapa formativa Hitchcock y Spielberg fueron los directores que más me influyeron. Me gusta crear intriga y tiendo a contar las cosas con tono de thriller, como el primero. Intento, como hace el segundo, que mis películas sean entretenid­as y enganchar al público. Bajocero empieza como una trama de acción al uso, pero según avanza el espectador se da cuenta de que es otra cosa, un drama de personajes. ¿Cómo son estos?

Veo al protagonis­ta como al Dustin Hoffman de Perros de paja (Sam Peckinpah, 1971) o Marathon Man

(John Schlesinge­r, 1976). Un tipo normal atrapado en una situación extraordin­aria. Un papel para Javier Gutiérrez.

¿ Y quienes lo secundan?

Isak Férriz, el compañero de Javi, llamado a ser el héroe por su compresión física. Karra Elejalde de quien he querido recuperar el registro de hombre muy emocional pero a la vez violento y salvaje que tenía en La madre muerta

(Juanma Bajo Ulloa, 1993). Luis Callejo es el canalla caradura que cae bien, un Han Solo a la española. Patrick Criado, el chaval poligonero entre la ternura y la psicopatía. Con ellos, Andrés Gertrudix, Édgar Vittoriono, Miquel Gelabert, Florin Opritescu y Álex Monner, irreconoci­ble en un cameo en las primeras escenas.

¿Le gusta dar libertad a los actores para que hagan propuestas sobre sus roles?

Mi reto ha sido que la película aguantase el mecanismo de la acción, que resultase trepidante, con una planificac­ión elaborada y mucho montaje. Pero que, a la vez, tuviera mucha verdad, y dejar a los actores libertad para encontrar la voz de sus personajes. El setenta por cien de los diálogos son fruto de la improvisac­ión y estoy muy contento con el resultado.

¿Tenía alguna idea preconcebi­da?

Partí de dos títulos, El diablo sobre ruedas (Steven Spielberg, 1971), y Asalto a la comisaria de la calle 13 (John Carpenter, 1976). O sea, un camión por la carretera y alguien encerrado con sus enemigos, con quienes tiene que hacer frente a un adversario más peligroso aún. ¿Por qué a partir de un momento determinad­o saca la cámara del furgón?

La intención no era rodar una peripecia estilístic­a a lo (Sam Mendes, 2019) de no voy a cortar porque voy a lograr el plano secuencia más largo. Mi objetivo ha sido hacer una película clásica. Ese momento es lo que diferencia Bajocero

DIRECTOR, PROFESOR Y PRODUCTOR

Graduado en dirección en la ESCAC, Lluis Quílez combina su actividad de director con la labor docente y mantiene, en paralelo, una carrera como productor con su sello Euphoria Production­s, fundado en 2015. Produje los dos últimos que hice, Graffiti (2015) y 72% (2017), y he empezado a producir los de nuevos cineastas. Tengo dos pendientes de estreno, El iluso, de Guillem Almirall, y Gigi 33, de Pol Armengol. Ahora vamos a dar el salto a producir largos con El relato de un crimen, de Álex Lora, que está en desarrollo. de los films americanos de acción. No es que saque la cámara del furgón es que paso a compartir el punto de vista del antagonist­a y lo presento más allá de ser, como hasta entonces, una presencia fantasmal, un mal abstracto.

El guion se hace eco de sucesos que aparecen de vez en cuando en prensa.

Sí, pero concretarl­os sería desvelar buena parte de la trama. Esta se inspira en hechos que forman parte del imaginario colectivo español y el film reflexiona sobre ellos y sus consecuenc­ias.

¿Fue muy duro el rodaje?

Filmamos exteriores tres semanas, de noche, en febrero, en Navacerrad­a, a cero grados. Pasamos mucho frío.

Filmó Graffiti en Chernovil, en pleno invierno, y 72%, en un desierto, ¿Le gusta trabajar en condicione­s extremas?

Necesito que cada proyecto suponga un reto. Hacer frente a lo que no sé si sabré hacer. Esto es, entre otras cosas, lo que me motiva del cine. El factor aventura. Es cuando sale lo mejor de cada uno y se ve quien sirve y quien no.

“NECESITO QUE CADA NUEVO PROYECTO SUPONGA UN RETO. HACER FRENTE A LO QUE IGNORO SI SABRÉ HACER. ESTO ES, ENTRE OTRAS COSAS, LO QUE ME MOTIVA DEL CINE, EL FACTOR AVENTURA”.

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Javier Gutiérrez es Martín, un agente en una misión difícil.
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El realizador Lluis Quílez

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