Fantástica.
DRAMA.
Hay mucho de esa obra totémica de Paul Schrader que es El reverendo (2018) y de imaginario bressoniano en Corpus Christi cuando abraza un realismo categórico, místico e insumiso, capaz de relatar la condición humana con la precisión de un bisturí. Jan Komasa se aleja del cine religioso actual, vacío, random y obsesionado con la trascendencia. El resultado es acertadísimo y aquí va mi acto de fe: estamos ante la versión millennial de Pickpocket (R.
Bresson, 1959).
Daniel es un joven conflictivo que busca reformarse mediante el sacerdocio. El film plantea la comunicación como norma fundamental para vivir en comunidad y el perdón como única solución de progreso. Valores que, además, servirán de expiación al protagonista. ¿Acaso importa que Daniel parezca más un trapero que un pastor cristiano? En este sentido, su discurso también podría ser heredero del Free Cinema.
Komasa reconoce sus referentes sin renunciar a su propia identidad. El último tercio de la película es el broche a esa tensión bien narrada y culmina agitando el statu quo con la palabra de Dios. Menudo punch el del cine polaco.
Lo mejor: la visceralidad de Bartosz Bielenia y una fotografía magistral. Lo peor: un trasfondo político algo diluido.