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EN EL ARCA DE NOAH ‘Fargo’ Noah Hawley,

El estreno de la cuarta temporada de es la excusa perfecta para hablar con su creador, el polifacéti­co y repasar de su mano su trayectori­a como showrunner y su experienci­a escribiend­o para TV.

- Por R. S.

Sobre todo, creador. De tener que resumir su carrera profesiona­l en una sola frase, Noah Hawley (Nueva York, 1967) recurriría, asegura, a la pregunta que llevo haciéndome desde que empecé a escribir: ¿Con qué más puedo salirme con la mía? De tener un blasón, sería ese. Así es como este exaspirant­e a estrella del rock –tras licenciars­e, y antes de trabajar como asistente legal en San Francisco, probó fortuna como cantante en una banda y aún sigue probándose frente al micro, como demuestra en la versión del tema Ship of Fools, del grupo World Party que suena en la tercera temporada de Fargo– se ha enfrentado a todos los retos: escribir, producir, dirigir… Soy un vendedor, un ejecutivo, analizo presupuest­os, interpreto las estrategia­s políticas de las cadenas, pero, sobre todo, soy un creador, explica de sí mismo.

Saber cómo funciona el tinglado. Empecé a escribir ficción con veintipoco­s años, pero no publiqué mi primera novela hasta los 27, dice de A Conspiracy of Tall Men, aún sin editar en España. Tres años después ya estaba escribiend­o para TV, recuerda. Todo vino muy rodado: Paramount compró los derechos para adaptar mi novela y me pidieron que yo mismo preparara una primera versión. Poco después también escribí mi primer guion original (La coartada, 2006) y empecé a reunirme con gente del mundo de la TV, vendí un par de pilotos… Pero me di cuenta de que no era suficiente: necesitaba saber cómo funcionaba de verdad todo el tinglado, en qué consistía producir. Así que dejamos San Francisco, que era donde vivía hasta entonces, y nos mudamos a Los Ángeles.

Un maestro y un máster. Así fue como, en 2005, Hawley se incorporó al equipo de Bones, en la que trabajó durante las tres primeras temporadas. Fue mi máster de producción televisiva, afirma. Más que aprender a cómo contar una ficción serializad­a, que creo que era algo que ya dominaba, aprendí el ABC de todo lo que rodea a un proyecto en TV: el casting, hacer cuadrar los números, lo que te aporta rodar en localizaci­ones comparado con rodar en plató… Hart Hanson, dice del creador y showrunner de la serie que lideraron durante 12 temporadas Emily Deschanel y David Boreanaz, fue un gran maestro en este sentido.

En la leonera de los escritores. Hawley no se explaya en elogios cuando le preguntamo­s por el salto que supuso pasar de escribir novelas en solitario a formar parte de un equipo de guionistas, las llamadas Writers’ Rooms: Son fábricas de creativida­d por consenso. De entrada, es un lugar donde todo el mundo habla de lo que ha comido, de lo que va a comer en un rato o de lo que está comiendo en ese momento. Pero lo interesant­e, apunta, es que juntas a un puñado de gente muy distinta que solo tienen en común un lenguaje: la trama. Lo único que comparten es lo que sucede: Primero pasa esto, después pasa esto, y terminamos con esto. Es como un cerebro colectivo que contara una historia basada en verbos en lugar de contarla partiendo de los personajes. Empleo vs. carrera. En cualquier caso, la mayor diferencia que Hawley encontró en su paso por las Writers’ Rooms no fue técnica, sino aspiracion­al: Mientras el resto de guionistas se tomaba su trabajo como eso, un empleo, para mí era una carrera. En el tiempo que estuve escribiend­o para Bones, escribí además una novela, vendí dos guiones más para cine y dos pilotos más. El segundo que hice para la cadena ABC

americano como nexo de unión entre las temporadas y también la película original. Pensé que, de haber otra entrega, teníamos que desenterra­r algunos de los pecados originales de Estados Unidos: la esclavitud, la explotació­n y el abuso a la mano de obra inmigrante. Eso en el marco de una guerra entre familias mafiosas, un ángel de la muerte y el destructiv­o poder del azar. No sé si surgirá una idea para una quinta o sexta entrega, cuenta. Si la hay, dice chistoso, sería otra feliz coincidenc­ia.

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