Nos desvela algunos avatares y anécdotas de su primer trabajo con el director. No fue fácil al principio. MEGAN MONTANER
MIGUEL ÁNGEL SILVESTRE Su personaje, muy físico, lleva la iniciativa en el esclarecimiento de los hechos.
En un alto de los dos rodajes que alterna, Sky Rojo y La casa de papel, Miguel Ángel Silvestre relata con mucha gracia sus comienzos con De la Iglesia.
La primera semana de rodaje empecé a contar los días que me faltaban para terminar. Eduard Fernández me decía: ‘ Nen, tu tranquil’, y yo: ‘¿No tendrás por ahí un trankimazin?’ (risas). Me había preparado el personaje en una dirección, pero nunca había tiempo para mostrárselo, él siempre lo posponía, ‘ya lo vemos en rodaje’. Hasta que llegó la hora de la verdad y pensó que le arruinaba la serie.
‘¿Qué haces, Miguel? Eso no me mola nada’. Y como mi personaje tiene momentos de lucidez, pero no es especialmente inteligente y tiene una parte muy inocente, me pasé el rodaje haciendo una primera toma como me había preparado y otra en otra dirección. A veces Álex venía llorando de la risa con las gafas empañadas: ‘¡hostia, chiquitín, qué lástima que estemos haciendo una serie de terror!’, me decía. A mitad de rodaje, cuando llevaban seis meses de filmación, el director le echó el mejor piropo posible: que participara en Veneciafrenia,
su próxima película. No podré por fechas, pero voy a trabajar mil veces con él si quiere. Me he entendido muy bien con su dirección y con su manera de ser exigente.
Este hombre trabaja por diez cuando se pone en modo
'on'. Su sello es la mezcla de lo cariñoso que es y su brutal exigencia; pero es benevolente con el fallo. Se ha convertido
– prosigue– en el rodaje más divertido de mi carrera.
Cada día nos sorprendía con algo: haciendo fiesta de la hamburguesa, poniendo Iron Maiden o tecno entre tomas…
Y concluye Silvestre: Ha conseguido algo realmente difícil, que es la mezcla del costumbrismo con la acción y el terror. Ha logrado
El Exorcista, en Burgos. El espectador español verá un pueblo de la España profunda, pero los espectadores internacionales encontrarán el toque de un director único en el mundo. El conjunto tiene un sello muy único.
En el primer episodio pelea contra un monstruo y eso le quitó el sueño durante una semana. Nunca había hecho ese tipo de escenas, de histeria, de miedo, de terror,
nos cuenta Megan Montaner
(La caza. Monteperdido; Sin identidad; El secreto de Puente Viejo), que confiesa su pánico a gritar porque siempre pienso que un grito terrorífico de verdad exige volverte loca o puedes parecer ridícula. No es fácil teletransportarte y ver realmente a ese ser que te ataca. Ese fue su gran temor en
30 monedas: Resultar ridícula. Me empapé de cine de terror, de momentos clave de gritos, de secuencias que podían servirme e intenté absorber toda esa energía para después soltarla.
¿Su grito aspiracional? El de Shelley Duvall en El resplandor.
Vi muchos, pero, para mí, ese era el más verdadero. Recuerdo estar viéndolo y ponerme a imitar esos ojos.
Director y actriz se entendieron a la perfección en la fisicidad que requería el personaje de Elena, la veterinaria, una mujer independiente que intenta descubrir qué está sucediendo en el pueblo y por qué. A mí me gusta mucho el barro, soy muy física, y a Álex eso le venía bien porque la historia lo es y hablábamos el mismo lenguaje. En palabras de la actriz, Elena es Lara Croft, una valiente que me deja atónita. Es ella quien va arrastrando a la indagación de los hechos a un alcalde (Silvestre) mucho más acojonado, y con un tartamudeo nervioso, en un tándem que propicia momentos hilarantes. Agradecimiento absoluto por parte de una actriz a la que el cine debería aprovechar más. Ha sido un aprendizaje constante. ¡Qué mejor maestro que Eduard para aprender! Todo lo que hace es verdadero, y es atento, respetuoso. Si le preguntas algo, te lo dirá, y si no, nada. Miguel Ángel es entrañable, muy gracioso, es muy divertido verlo currar. Y Carmen Machi, y Manolo Solo… Todos son fantásticos. Yo no había trabajado antes con ninguno e iba un poco con el rabito entre las piernas, con tanto titán. Pero han estado todos muy pendientes de mí, y cuando te pasa eso es guay.