Nomadland
★★★★ ★ Nomadland (EE. UU., Alemania, 2020, 108 min.). Dir.: Chloé Zhao. Int.: Frances McDormand, David Strathairn, Linda May, Bob Wells.
DRAMA.
En la cultura estadounidense, la carretera es algo más que un territorio de tránsito, algo más que un trazado entre dos puntos fijos. La idea de una vida nómada está en el origen de la nación, en el viaje de los pioneros que cruzaron las tierras americanas en busca de prosperidad. Luego vinieron otros soñadores: Jack London y sus ideales libertarios, o Jack Kerouac y los beatniks, que hallaron ‘en el camino’ su propia senda hacia la creación artística y la vida sublime. Con el siglo XXI, llegó otro nomadismo, estudiado por la periodista Jessica Bruder en su libro País Nómada. Supervivientes del siglo XXI (editado en España por Capitán Swing) y ahora llevado al cine, en clave docuficcional, por Chloé Zhao, que retrata a una comunidad itinerante formada por gente mayor que perdió sus propiedades en la gran recesión de 2007-2009. La verdad está ahí fuera. No es la primera ocasión en que Zhao propone una vía híbrida entre documental y ficción. Sus dos films anteriores –Songs My Brothers Taught Me (2015) y The Rider (2017)– ya imbricaban el trabajo de actores profesionales y de amateurs, que mostraban en la pantalla su modus vivendi real. Así, Nomadland reúne diversos testimonios de gente que ha hallado en la vida nómada una alternativa a ‘la tiranía del dólar’: las deudas, el trabajo basura, la espiral consumista… Esta colección de vivencias verídicas propulsa la odisea ficcional, cargada de entereza y sensibilidad, de Fern (Frances McDormand en la cumbre del hermetismo más expresivo), una mujer que decide lanzarse a la carretera tras el fallecimiento de su esposo y la desaparición literal de su pueblo.
La nueva sal de la tierra. Siguiendo la estela de una noble estirpe de cineastas yanquis volcados en el estudio de la vida marginal –de Robert Kramer a Sean Baker, pasando por Kelly Reichardt–, Zhao construye Nomadland persiguiendo una sobriedad formal y una cierta heterodoxia narrativa (la banda sonora, demasiado intrusiva, y algún pequeño exceso paisajístico serían las únicas flaquezas del film). El resultado es una película que parece no seguir un rumbo preestablecido, sino que se va construyendo a partir de hallazgos luminosos: la belleza de los lugares que descubrimos junto a Fern, la dignidad con la que la gente se enfrenta a la adversidad, las emociones y los abrazos compartidos… Señales de vida con las que combatir el desconcierto contemporáneo.