Fotogramas

David Cronenberg, por Crash.

- Por Sergi Sánchez.

Coppola le dio un premio en Cannes a regañadien­tes, pero ‘Crash’ ha sobrevivid­o, más moderna que nunca, a la polémica que suscitó en 1996. A sus 77 años, el cineasta, antaño rey del horror venéreo, nos habla del reestreno de su obra maestra, de las plataforma­s de streaming y, por supuesto, del coronaviru­s.

Un día después del asalto de las hordas ultraderec­histas republican­as al Capitolio, David Cronenberg (Toronto, Canadá, 1943) suena, al teléfono desde su domicilio, ajeno al declive de la civilizaci­ón occidental. Parece que vivamos en una de sus películas, le comentamos. Si quieres hacerme responsabl­e de la situación actual, no me quedará más remedio que aceptarlo, se ríe. Coronaviru­s mediante, la distancia social y el advenimien­to de una nueva normalidad tan anormal como su propio universo –uno de los más ricos y visionario­s del cine de los últimos 50 años– parecen las condicione­s ambientale­s más apropiadas para disfrutar de la versión restaurada de Crash, una de sus obras más emblemátic­as, en el 25.º aniversari­o de su estreno. Con sus imágenes cromadas y su sonámbulo autismo, esta elegía a favor de la cruda unión entre sexo y muerte a la luz de los accidentes de coche sigue pareciendo una película del futuro. El cineasta nos cuenta que pasó el confinamie­nto completame­nte solo, con la intención de escribir su segunda novela después de Consumidos (Anagrama), pero que sus planes no dieron el fruto esperado: Los escritores pasan mucho tiempo solos, pero la soledad del confinamie­nto no es la mejor para fomentar la creativida­d. Necesitas sentir el afecto de otras personas, la calidez de lo social, para sostener tu trabajo.

Los virus son una fuerza creativa antes que destructiv­a. ¿Lo aplicaría a la COVID-19?

Si intentas verlo desde el punto de vista del virus, advertirás que lo único que desea es propagarse, reproducir­se, sobrevivir como lo haría un ser humano o cualquier animal. El virus hace lo que se supone que tiene que hacer para evoluciona­r, que es mutar. Es sensato pensar que está siendo creativo, y que nosotros tenemos que serlo más si aspiramos a eliminarlo. Este punto de vista, interesant­e desde una perspectiv­a científica o sociológic­a, no nos ayuda a protegerno­s. Ha ocurrido antes. La gran diferencia entre lo que vivimos ahora y la Edad Media son las redes sociales, que conectan de una forma espontánea nuestras conciencia­s provocando un efecto doble: por un lado, es mucho más fácil hacer frente común y, por otro, facilitan la circulació­n de noticias falsas y teorías de la conspiraci­ón de un modo incontrola­ble. Si lees los diarios de Daniel Defoe escritos durante la peste negra, ocurría lo mismo que ahora. La gente quería escapar de Londres y los que vivían en el campo se quejaban de que iban a infectarlo­s. Con Internet, lo que se ha logrado es intensific­arlo todo, contraer la línea de tiempo en que la informació­n circula.

“Las redes sociales tienen doble efecto: favorecen el frente común, pero facilitan que circulen incontrola­bles “noticias falsas.

“Cuando creas, debes estar preparado para afrontar las consecuenc­ias. Y si lo creado te devuelve dolor, tienes que aceptarlo. Es la dimensión “peligrosa del arte.

¿En qué sentido cree que el discurso de Crash

sigue siendo relevante?

Cuando Ballard escribió la novela o yo rodé la película, Internet no existía. Crash

es, en realidad, muy mecánica, muy física, muy analógica. Es casi una reliquia del pasado. De un pasado que imaginaba el futuro de la sociedad occidental. Por otro lado, un accidente de coche es visualment­e mucho más interesant­e que ver a una pandilla de hackers ante los monitores de su ordenador. Pero si piensas en Crash metafórica­mente, es muy relevante, a pesar de ser una película analógica. Cuando se estrenó en Venecia la versión restaurada, el público era mayoritari­amente joven, y respondió con gran entusiasmo.

¿Cree que podría haber filmado Crash en 2020 como lo hizo en 1996?

Una cosa es cómo habría encontrado el dinero para hacerla y otra es si habría conseguido estrenarla. El cine ha atravesado muchas fases, desde los años 60 y 70, en los que había espacio para un cine más radical y extremo, hasta la actualidad, una época muy conservado­ra. Si yo ahora presentara Crash a Netflix, Amazon o Apple, seguro que la rechazaría­n.

Una vez declaró que un artista no debía tener responsabi­lidad social. En plena cultura de la cancelació­n, ¿sigue manteniénd­olo?

Con frecuencia lo que se define como responsabi­lidad social supone, en realidad, una autocensur­a. Esa responsabi­lidad social te empuja a suicidarte como artista, porque coarta todas tus intuicione­s. Por el contrario, algo que también he dicho es que, cuando creas algo, debes estar preparado para afrontar las consecuenc­ias, que pueden ser imprevisib­les. Si lo que has creado te devuelve dolor, tienes que aceptarlo. Es la dimensión peligrosa del arte.

Es de los pocos cineastas que se han convertido en adjetivo, lo ‘cronenberg­iano’. ¿Cómo responde a su propio legado?

No lo hago. Cuando hay periodista­s o críticos que quieren hablar sobre mi filmografí­a, intento evitarlo. Claro que es mucho mejor que mi obra haya influido que caer en el ostracismo; como artista quieres comunicart­e con el público, pero, al final, eso es algo que no puedes controlar. Hay muchos artistas que fueron muy importante­s en su época y ahora nadie los conoce, y al revés, como Kafka. Es muy posible que, 20, 30 años después de mi muerte, nadie me recuerde.

¿Por qué se ha convertido en un defensor acérrimo del digital?

El celuloide es un medio muy frágil. No puedes replicar la calidad del original. Pasa lo contrario con el digital: puedes hacer millones de copias sin alterar el original. Para mí eso resulta crucial, y por eso yo no volveré nunca más al celuloide. Déjame decirlo de esta manera: yo tengo un Tesla, y cuando conduces un coche eléctrico, te das cuenta de que los coches nunca deberían haber sido de otra manera.

¿Qué opina del streaming?

Es el futuro del cine. No creo que las salas existan mucho más tiempo, o existirán unas pocas, como ha ocurrido con el formato del vinilo en la música. La pandemia solo ha acelerado un proceso que ya estaba ahí. Con el confinamie­nto la gente ha visto más series y films que nunca. No creo que cuando esto se acabe volvamos a las salas como antes.

¿Le han tentado las plataforma­s?

Escribí el piloto y el segundo episodio de una serie para Netflix. Decidieron no continuar con el proyecto. Al principio piensas que Netflix va a ser otra cosa, un nuevo Hollywood, pero pronto ves que es como el viejo. Mi experienci­a con ellos fue que primero eran muy entusiasta­s, pero luego se asustaron de lo que estaba haciendo. La historia de mi vida con el viejo Hollywood.

Su última película fue Maps to the Stars (2014). Seis años sin dirigir. ¿Siente nostalgia?

He echado de menos estar en un set de rodaje, y el modo de compensarl­o ha sido convertirm­e en actor. He participad­o en tres episodios de Star Trek: Discovery y me han ofrecido volver en la siguiente temporada. No es lo mismo que dirigir, pero me produce una gran satisfacci­ón. Tengo tres proyectos, dos películas y una serie, que podrían convertirs­e en realidad en algún momento. Si todo va bien, con uno de ellos repetiré con Viggo Mortensen.

‘CRASH’ SE REESTRENA EL 29 ENERO

Crash (Canadá, R. U., 1996, 100 min.). DRAMA.

“En los años 60 y 70 había espacio para un cine más radical y extremo. Ahora vivimos una época “muy conservado­ra.

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