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Revolucionó Hollywood con la misma energía que mostraba al bailar. Rompió las tradiciones del musical e innovó el género con títulos como ‘Un día en Nueva York’, ‘Un americano en París’ y ‘Cantando bajo la lluvia’. Tras su paso ya nada volvió a ser igual. Recordamos al actor, director y coreógrafo de cuya muerte se cumplen 25 años.
Existe en Hollywood la idea insólita de que los musicales son menos merecedores del reconocimiento de la Academia que los dramas. Se debe al mismo esnobismo que considera que estos son más dignos de premios que las comedias. Gene Kelly, el bailarín, coreógrafo, actor, cantante y director que innovó el género musical en la meca del cine en los años 40 y 50, sabía bien de lo que hablaba. Hombre de sonrisa optimista y pasos acrobáticos, que aún hoy hace vibrar de emoción a cada nueva generación de espectadores con su explosión de jovialidad en Cantando bajo la lluvia, solo estuvo nominado al Oscar una vez, pero no lo ganó, por Levando anclas. Recibió, como consolación, uno honorífico en 1952: Por sus logros excepcionales en la coreografía cinematográfica.
Con alma de atleta. Nunca quise ser bailarín, mi aspiración era convertirme en jugador profesional de béisbol en los Pittsburgh Pirates, reconoció. Habría podido conseguirlo, porque en su juventud destacó en la práctica de este deporte, así como en la del fútbol americano, hockey y atletismo. Nacido en Pittsburgh, el 3 de agosto de 1912, fue el mediano de cinco hermanos cuya madre se empeñó en que todos sus hijos tuvieran educación musical. Y de hecho, de pequeños actuaban con el nombre artístico de Los cinco Kellys. Al crecer formó pareja con su hermano Fred, con quien coincidió en pantalla en Profundamente en mi corazón (1954), y fundaron una escuela de danza que alimentó a la familia durante años. Estrategia de seducción. Le costó, sin embargo, vencer su prejuicio por la percepción social que existía de los bailarines. Al jugar al fútbol con mis colegas era uno más, pero cuando ellos me veían en el escenario, bailando y cantando, la cosa se torcía. Sus escrúpulos se desvanecieron por una circunstancia inesperada. A los 14 años descubrí a las chicas, y en aquella época bailar era el único modo
que había de pasar tu brazo por la cintura de una muchacha. Me hice popular entre ellas, algunas pensaban que yo era maravilloso y tardé poco en creérmelo.
Los musicales de la Metro. Llegó a Hollywood impulsado por su éxito teatral, en especial con Pal Joey (1940), en Nueva York. Debutó en el cine con Judy Garland en Por mi chica y por mí (1942), pero le costó ganarse la confianza de los productores. Jugó a su favor que en el musical se permitían más licencias en decorados, vestuario y con la cámara que en otros géneros. La Metro-Goldwyn-Mayer (MGM), su estudio, contaba, además, con una unidad dedicada a estos films a cargo del productor Arthur Freed, que se alió con el tándem que formó él con el director Stanley Donen, viejo camarada de los tiempos de Broadway. Los números musicales dejaron de ser un paréntesis en la trama para integrarse en ella haciendo avanzar la acción. El frac, la chistera y la elegancia al moverse de Fred Astaire cedieron paso al desenfado en el vestir y la danza atlética de Kelly, reflejo del hombre común. No podíamos ser
más distintos, aunque el público insistía en vernos como rivales, precisó él.
Paso a paso a la cima. Su carrera despegó con Las modelos (1944), que rodó con la Columbia, en la que sorprendió con el número Alter Ego, en el que bailaba con su propio reflejo. En Levando anclas (1945), el primero de sus tres films con Frank Sinatra ( Nací con dos pies izquierdos hasta que Gene me enseñó a bailar, reconoció el cantante), rizó el rizo al formar pareja con un personaje animado, el ratoncito Jerry. Debutó como director con Donen, rompiendo con la tradición de rodar en estudio y sacó a las calles Un día en Nueva York (1949). El estrellato llegó con Un americano en París (1951), en la que deslumbró con el portentoso ballet final. Se consagró con Cantando bajo la lluvia (1952), coprotagonizada por Debbie Reynolds y codirigida con Donen. Destacó como actor en Los tres mosqueteros y La herencia del viento, y como director, con Invitación a la danza; Hello, Dolly!, y El club social de Cheyenne. Falleció a los 83 años, el 2 de febrero de 1996.