Darío Grandinetti, Pepe y Jorge Coira y Martín Varela, por Hierro.
Proseguimos las celebraciones de nuestro 75º aniversario de la mano de uno de los fotógrafos más reconocidos de nuestro país, colaborador de las publicaciones más prestigiosas, en cuyo archivo se encuentran los protagonistas de la historia del cine español de los últimos 30 años. De sus muchos e inolvidables trabajos para FOTOGRAMAS, él mismo ha seleccionado estos.
Trato de llevar cada proyecto a mi terreno, pero soy un artesano, un fotógrafo de encargo. A mí me piden algo y lo hago, afirma quien siempre ha sabido combinar encomiendas y autoría. Que mis fotos hayan tenido una segunda lectura y se hayan expuesto ha sido una suerte, pero no fueron concebidas para eso. Charlar con Manuel Outumuro es una imprevista y sorprendente visita guiada virtual por el antiguo Palacio Güell, la que fuera residencia familiar del industrial catalán, en el barrio gótico de Barcelona, hasta que Gaudí le construyó la actual. Allí tiene su estudio, una maravilla de 1760 que, abandonado a su suerte por las instituciones públicas, fue pasto de los okupas y tuvo sus encantos ocultos por el pladur. Persuadido por su vecino, el cocinero Ferran Adrià, que con su entusiasmo te lleva a un precipicio y te hace saltar, la recuperó, con premio a la restauración de patrimonio privado incluido, y en sus 320 metros, entre frescos imponentes, preparaba a contrarreloj durante esta charla la imagen de la campaña de ópera anual del Liceu.
No recuerda con exactitud su primera sesión para FOTOGRAMAS, pero sí la más gratificante y divertida. Tuvo como protagonista a una Carmen Maura algo reticente a posar si no tenía adscrito un papel, un personaje. Y Outumuro se lo concedió en forma de tres Reyes Magos con esmoquin. Las cosas habían empezado por derroteros bien distinos. Elisenda [Nadal, entonces directora] me había encargado una sesión limpia, sencilla, fondo blanco, a lo Richard Avedon, con piernas y escote. Cuando Carmen se vio allí, en aquel limbo, una especie de burladero de pórex [porexpán], no se sintió cómoda. ¿Qué hago?, me preguntó. Sé tú, le dije. Pues ese es el papel más difícil de mi vida, yo no sé interpretarme a mí misma. Llamé inmediatamente a un amigo que tiene un hotel, le pregunté si tenía confeti, botellas de champán descorchadas, globos… y le dije que iba para allá con Carmen Maura. En el camino llamé a una agencia de mode
los y pedí que enviaran a los tres chicos más guapos que tuvieran; recuerdo que uno era de Connecticut y otro de Ohio. La atmósfera se logró y Carmen se vino arriba. Así fue como la Maura se convirtió por unas horas en la versión española de la Joan Collins de Dinastía.
NO ME DISPARES, PARPADÉAME
Outumuro es uno de los grandes fotógrafos de moda de España, cuyo archivo de más de 10.000 imágenes es en sí mismo una historia de la moda española de los últimos 30 años. Con Carmen Maura aprendí que fotografiar a actores no tiene nada que ver con fotografiar a modelos, que –generalizando y entre comillas– son ‘perchas’ para la ropa. Otro descubrimiento a la larga: Cuanto mejores actores son, menos les gustan las fotos, algo que incluso puedo llegar a comprender puesto que la cámara fotográfica es bastante agresiva. El propio verbo lo dice: ‘disparar’. Ellos apenas ven al que dispara, se sienten más vulnerables, menos protegidos que ante la cámara de cine. Me gustaría tener un chip en el ojo que parpadease y que la imagen quedase grabada.
Cita a Javier Bardem como ejemplo de esa reticencia a ser fotografiado. Su poderoso perfil para FOTOGRAMAS, iluminado cenitalmente y que evoca una figura casi mitológica, está en la Real Academia de Bellas Artes a petición del fotohistoriador y académico Publio López Mondéjar, el Papa de la historia de la fotografía. Outumuro nos cuenta la trastienda de aquella sesión: Su representante me llamó para avisarme de que se retrasaban y escuché de fondo un comentario de Javier al conocer la localización que me dejó más
que preocupado porque deduje que el lugar elegido no le gustaba. Mientras llegaban decidí poner patas arriba la habitación: en media hora apoyamos la cama en la pared, metimos el colchón en la bañera, esparcimos los cajones de la cómoda por el suelo… Cuando llegó y vio aquella habitación destroyed en un hotel tradicional de toreros se tiró por el suelo, descalzo, y todo fue muy bien.
DE LUZ Y FOTOGENIA
Creo en la buena o mala iluminación más que en la fotogenia, pero si la fotogenia existe la tiene Penélope Cruz, que puede pasar rápidamente de una risa cautivadora a una mirada de una emotividad tremenda. En la época a la que pertenece este close-up (imagen de arriba), los primeros 90, trabajamos mucho juntos [en la campaña del perfume Carmen, de Victorio & Lucchino]. Rememora la sesión para FOTOGRAMAS en Poblenou, en la Villa Olímpica, la mitad hecha en estudio y la otra mitad en la calle. Llevaba un vestido lencero, hacía mucho frío y le presté mi abrigo. Está acurrucada en el paño, estática, pero su mirada habla.
También Ana Belén se siente bien ante la cámara sin guion ninguno, solo siendo ella. Ana es la sonrisa, dice al recordar la sesión para FOTOGRAMAS, hecha en el estudio Ciclorama, del gran Javier Vallhonrat.
DIGITAL VERSUS ANALÓGICO
Los fotógrafos hemos perdido el poder de decir ya la tengo y que todo el mundo te creyera sin más. Ahora lo dices y todos se te echan encima de la pantalla del ordenador para verla. Es un coñazo, dice Outumuro de una de las servidumbres del paso de la técnica analógica a la digital.
Como un ave levemente posada sobre un taburete aparece Emma Suárez en la foto contigua, tomada por Outumuro a mediados de los 90. Recuerdo que la víspera yo había hecho una sesión de moda para Amaya Arzuaga y le pedí ese jersey de angora que a Emma le encantó. La idea inicial del encargo era una Emma muy desenfadada, en jeans, pero cuando le propuse hacerlo desnuda, de perfil, le pareció buena idea y de hecho se relajó; su acting es el de alguien que está cómodo, con una actitud soñadora. No está sentada, parece un pájaro que se ha posado ahí. A
Jorge Sanz lo situó en un imaginario descanso, repasando el guion, mientras interpretaba a Shakespeare. Era primavera, la hicimos en el jardín de casa de una amiga en la parte alta de Barcelona y quise que fuera como un making of, vestido de época y con un libreto en la mano. En un momento dado le apeteció darse un baño, pero no había traído bañador, le dije que se tirara con la ropa del estilismo a la piscina, lo hizo y de ahí salió otra foto.
Las madrinas del cumpleaños de los 2.000 ejemplares de FOTOGRAMAS fueron Maribel Verdú y Leonor Watling. Y ante su objetivo recreó Verónica Echegui una portada setentera de la revista con Victoria Abril. Cuanta más complicidad tienes con ellas, más obtienes.
Este año podremos alargar el disfrute viendo De barro y luz, la fabulosa exposición itinerante de este fotógrafo tardío, artesano y autor. Un lujo haber podido compartir con él parte del viaje.