PEDRO ALONSO
Celebramos el 25º aniversario de ‘Alma gitana’, de Chus Gutiérrez, con Pedro Alonso, que nos revela súbitos aprendizajes de pilotaje, flamenco y más.
El actor gallego nos habla en Qué película la de aquel rodaje de Alma gitana, el film con el que debutaba en el cine tras su divertido paso por La Fura dels Baus.
En 1996 vivía en la carretera, literalmente, porque mi primera experiencia profesional cuando salí de la Escuela de Arte Dramático de Madrid fue en una gira de La Fura dels Baus. Vivía un momento extraordinario, una realidad nueva en la que estaba en pelotas casi todo el tiempo, con la cabeza rapada. Siempre por España y Europa, pero, cuando íbamos a irnos a Latinoamérica, me llamó el productor Santiago García de Leániz para decirme que no encontraban protagonista para la tercera película de la maravillosa y superprotectora Chus Gutiérrez, Alma gitana. Tras dos meses, me decidí e hice la prueba con las pintas menos flamencas del mundo y sin dormir porque en esos tiempos en La Fura vivíamos así, puro rock and roll. Las risas y la simpatía que tenía con mi ‘pareja’ Amara Carmona convencieron a Chus y empezó una aventura de meses aprendiendo a bailar, incluso perdiendo una uña entera del pie por dar taconazos mientras los gitanos negaban con la cabeza y no paraban de decir este payo no baila na. Tenía 23 años y estaba empezando muy fuerte con dos protagonistas [ Alma gitana y Tengo una casa], algo que luego pagué caro, hasta que supe salir a flote. Y todo había empezado con esta película, en la que la relación con Amara brillaba por encima de todo. Tenía un talentazo increíble. Yo era muy irregular y acertaba tanto como patinaba, pero ella siempre estaba espléndida. Me acuerdo con infinito cariño de nuestras conversaciones en las terrazas de Lavapiés, donde se rodó el film. Dulzura inmensa en contraste con mis peripecias con la moto. No tenía carné de nada, pero ahí estaba, sin casco y regateando a un autobús solo unas semanas después de saber lo que era el motociclismo. Y, por si fuera poco, conocí a Peret, el ‘Papa’ de los gitanos. Hablé mucho con él de sus luces y de sus sombras. Su vida era mucho mejor que una novela, con sus juergas, sus jaleos, su epifanía posterior con la religión… Pasear con él era una delicia. ¡Y Loles León, Julieta Serrano, que pegaba un grito antes de oír ¡acción!, Saturnino García y El Brujo… ¡Vaya actores!