Premios Goya 2021. Así fueron, de la A a la Z.
La 35ª edición de los Goya pasará a la historia por convertir la crisis en oportunidad, las pérdidas en duelo compartido, la frialdad de un patio de butacas vacío en intimidad casera. Fue un ritual casi litúrgico con un perfecto sumo pontífice, Antonio Ba
AUTÉNTICA. Como dice uno de los directores que mejor la conocen, Manuel Gutiérrez Aragón, Ángela Molina es incapaz de mentir a la cámara y pone emoción y sentimiento hasta cuando pela una cebolla. Emoción, sentimientos hondos y aura de estrella transmitió al recibir el único premio que se le había resistido, el Goya. Fue otra ocasión de redescubrir por qué nos fascina: cada una de las Ángelas que aparecían en el estupendo vídeo homenaje a una carrera única –la sensual (Ese oscuro objeto del deseo), la terrenal (La Sabina), la inaprensible (El corazón del bosque), la enigmática (La mitad del cielo), la folclórica (Las cosas del querer), la abuela (Blancanieves), la divertida (Carne de neón), la frágil pero indómita (Carne trémula) y tantas otras– perviven en la sexagenaria actriz que –sin un papel en la mano, y en tono casi lorquiano– pronunció un hermoso e inclasificable discurso de agradecimiento. Todas sobreviven en la Molina de hoy, aunque ella sea otra, distinta, siempre revoltosa, libre, bella, inexplicable.
BRILLO. Predominó la solemnidad, el luto del negro, roto por los looks metalizados (Verónica Echegui, Milena Smit), de pedrería (Juana Acosta) o níveos (Candela Peña, Natalia de Molina) de algunas nominadas sin premio que no tuvieron ocasión de lucir plenamente su esplendor. Pero si alguien brilló fue Antonio Banderas, y no por los destellos de su camiseta de bienvenida, que también, sino por el tono elegido desde que pisó el escenario de ‘su’ Teatro Soho de Málaga: emotivo y solemne como tocaba, poniendo la pandemia por delante, pero sin quitarle protagonismo al arte, a la cultura, al cine en la reflexión sobre las circunstancias que nos ha tocado vivir. Quizá no seamos esenciales, solo convenientes, o necesarios, o simplemente estemos en la categoría de los que quieren echar una mano y arrimar el hombro. Eso estaba haciendo él: convertir en victoria el ‘embolao’ inicial de hacerse cargo de la edición más compleja, con los nominados en sus casas, como teselas de un gran mosaico virtual que él ponía en marcha.
COVID. La cura no siempre es posible, pero sí la compañía y el consuelo. Ana María Ruiz López, la enfermera que entregó a Las niñas el premio gordo de la noche, habló del trabajo inconmensurable de los suyos para curar el cuerpo y agradeció a la cultura su empeño con el alma. El anfitrión logró el propósito: él y las distancias de seguridad en la alfombra roja, el desfile de mascarillas, el minuto de silencio que inauguraba la gala, o el testimonio de Tristán Ulloa, recuperado de aquellos momentos jodidos que confesó entre lágrimas un año atrás. La COVID-19 estuvo allí, pero sin oportunidad de ganarle el pulso a la responsabilidad.
DOCUMENTAL. El año del descubrimiento de Luis López Carrasco nos recordó que en el año de la Expo hubo reconversión y que la clase obrera industrial puede protagonizar una película de 3 horas y 20, pantalla partida a lo Chelsea Girls (Andy Warhol, 1966) y ganar el Goya. Coherente también premiar el titánico trabajo de Sergio Jiménez por manejar en montaje a 45 personajes.
EUFÓRICOS. La contención brilló (felizmente) por su ausencia. A los gritos en perfecto francés de Adam Nourou (Adú), se sumaron los aspavientos de las colegas de Nathalie
Poza, Carmen Machi y Carolina Yuste (comparten bolo, Prostitución, de Andrés Lima), el comentado ‘ven aquí, hostia’ de Nerea Torrijos (Mejor Vestuario por Akelarre) a su novio, y las carreras a ladrido limpio de la mascota de Mabel Lozano (Mejor Corto Documental). Otras euforias, como la de Celia, hermana de Natalia de Molina, desatadas por error, se antojaban carne de meme al día siguiente. A Las niñas se les escapó este premio y el de la montadora Sofi Escudé.
FAMILIAR. Despeinar a un impecable Mario Casas con sus achuchones, juguetear con la corbata de uno de sus papás (la pequeña Alejandra, hija de Salvador Calvo) o besarse sin pudor ni etiquetas para celebrar el premio. Fueron sin duda los Goya más familiares.
GLOBAL. El cine mundial habló español con acento norteamericano, italiano, francés, argentino, mexicano, puertorriqueño, británico… La agenda de nuestro actor más internacional llenó el escenario de reconfortantes piropos y mensajes de apoyo. Que De Niro, Emma Thompson, Julianne Moore o Guillermo del Toro, entre otros (muchos) grandes, confesaran amar nuestro cine, nunca sienta mal.
Y qué decir de la apoteósica obertura (Almodóvar, Penélope Cruz, Bayona y Amenábar).
HUMOR. Mientras Antonio de la Torre bromeaba con sus paisanos (y felicitaba a la Academia por su buen criterio al no nominarlo como tantos otros años), Paz Vega pasaba por el termómetro de pie a la entrada. Con posturas imposibles intentaba acercar su frente al sensor (a unos 50 cm del suelo), cuando alguien le explicó que lo que debía situar para la toma de temperatura era la muñeca. Ya erguida, todo resultó más sencillo… y la tensión se tornó en risa.
INDEPENDIENTE. El discurso del presidente Mariano Barroso nos recordó la ausencia de quien ha tirado de la taquilla en este año aciago: Segura y su Padre no hay más que uno 2 (más de 14 millones de euros recaudados). Pero la noche fue indiscutiblemente indie y tuvo nombre de mujer: Pilar, Daniela, Valérie, artífices de Las niñas. Sin diversidad, las Celias (nombre del personaje protagonista) lo tienen mucho más difícil, sentenció Álex Lafuente, su coproductor.
De una forma o de otra, hemos seguido viendo cine. Y el cine en muchos casos nos ha curado.
Mariano Barroso, cineasta y presidente de la Academia de Cine.
JOLGORIO. El anfitrión de Sentimental, Javier Cámara, pasaba la noche con jamoncito y cervezas. Con boa fucsia, Sergi López, que, sin premio por La boda de Rosa, nos arrancó la carcajada con su dedo pulgar hacia abajo entonando un acompasado tongo, tongo mientras se lo llevaba Alberto San Juan.
KOLDO. El del productor de Akelarre, Koldo Zuazua, resultó ser un nombre muy pronunciado. No hubo suerte para la revelación Amaia Aberasturi, pero la cinta se impuso en cinco categorías.
MARIO. 15 años ha tardado Mario Casas en lograr su primera nominación, pero llegó y venció. Agradeció a Gerard Oms (su coach), por haberme cambiado como actor, y a su público fiel. La actriz belga Déborah François, a la que conoció rodando El practicante, se sumaba a la alegría de los Casas.
NATURAL. Las pantuflas de Batman que lució Mario Casas, el codazo que recibió el acompañante de Amaia Aberasturi mientras chateaba con el móvil en una conexión, o el pijama de Isabel Coixet, que soñaba con poder reivindicar su ‘no’ a la tiranía de las alfombras rojas.
OBITUARIO. En el In Memóriam no estaban todos, y no por error u omisión involuntaria, sino por respeto. Rosa Maria Sardà había pedido expresamente a la Academia no ser incluida en el homenaje. Amén.
PATRICIA. La soberbia interpretación de un personaje nada amable en una de las pequeñas grandes películas del año, Ane, ha puesto en órbita no solo a Patricia López Arnaiz. También a su director,
David Pérez Sañudo, y su coguionista Marina Parés, ambos premiados (Guion Adaptado).
QUE NO, QUE NO. Muchas fueron las lágrimas derramadas en una gala virtual que no evitó (por suerte) la emoción. Rozalén, Mejor Canción Que no, que no para La boda de Rosa, se rompió al agradecer a su maestro, Alejandro Sanz, a las ‘rosas’ de su casa y a La Sonora Santanera (formación de música tropical mexicana) responsable con ella de este éxito.
ROSA. La película de Icíar Bollaín solo obtuvo dos Goya de los ocho a los que aspiraba. Candela Peña, su protagonista, fue vista y no vista.
SOS. Alberto San Juan (Mejor Actor de Reparto) aprovechó sus minutos de gloria para espetar al PSOE que el derecho a la vivienda es un derecho humano muy básico.
TROPIEZO. Berlanga no merecía el tropiezo de la parodia de Latre.Y punto.
YODA. Rodeado de decenas de funkos, David Galán Galindo, aspirante a Guion Adaptado y director revelación por Orígenes secretos, hizo suya la célebre frase de Yoda: Vive el momento, no pienses, y se marcó un rap compuesto para la ocasión.
ZOOM. El mute de Trueba (Mejor Película Iberoamericana), el perdonad, oigo tanto ruido de retorno que no puedo ni hablar (Salvador Calvo)… Hubo más, pero qué menos. Nuestras felicidades al realizador porque el ‘embolao’ era de órdago.