LOVE ROOMS
Si alguien valora la discreción y la intimidad son las estrellas, por eso los momentos románticos más inolvidables de Audrey Hepburn, Richard Burton, Ingrid Bergman o Elizabeth Taylor van asociados a los hoteles, su gran aliado.
Lo último que deseaba Audrey Hepburn era una boda multitudinaria, con cientos de fotógrafos, periodistas y admiradores. Tenía 25 años, acababa de ganar el Oscar por Vacaciones en Roma, su primer papel de peso en el cine, y el Tony por su trabajo en la obra teatral Ondine, que protagonizó en Broadway con Mel Ferrer, su futuro marido. La pareja, que se conoció a través de Gregory Peck, su amigo común, mantuvo la máxima discreción sobre la fecha, el 25 de septiembre de 1954, y el lugar, la capilla privada, del siglo XIII, del exclusivo resort suizo de Bürgenstock. Gracias a su atinada elección, la protagonista de Sabrina, Desayuno con diamantes y Dos en la carretera, logró la ceremonia familiar con la que siempre soñó, acompañada tan solo por una veintena de sus íntimos. Llevaba un vestido de organdí blanco diseño de Balmain, una corona de rosas del mismo color, guantes largos a juego y un libro de oraciones. El padrino fue Fritz Frey, el magnate propietario del complejo hotelero, y sus pajes, los hijos de este. El lazo emocional de la actriz con Bürgenstock y Suiza pervivió el resto de su vida.
No existe otro lugar en el mundo en el que me encuentre tan en paz, confesó. Flechazo en el Chateau Marmont. Es tradición entre las estrellas celebrar su enlace en hoteles, como hicieron Vivien Leigh y Laurence Olivier,
Paul Newman y Joanne Woodward, Tom Hanks y Rita Wilson, o Michael Douglas y Catherine Zeta-Jones. Es también habitual rendirse, como Clark Gable y Carole Lombard, Tony Curtis y Janet Leigh, o Madonna y Sean Penn, a la comodidad de una suite para celebrar la luna de miel. Menos usuales son, en cambio, los flechazos en encuentros casuales en un hotel. Les ocurrió a Winona Ryder y Johnny Depp que se reconocieron almas gemelas en el Chateau Marmont, de Los Ángeles, en la fiesta del estreno de Gran bola de fuego, que ella protagonizaba. Empezamos a charlar de cosas que nos apasionaban a los dos, recordaba Ryder. La fiesta se fue desvaneciendo como en un sueño y quedamos solo nosotros: dos actores jóvenes a los que les iba bien, empe-
zaban a ser conocidos y estaban en la terraza de uno de los lugares más icónicos de Hollywood, con Sunset Boulevard a sus pies. Fue algo mágico. Pasión en el Ritz. Con tanta o más pasión fue como se conocieron, en el emblemático Hotel Ritz de París, Ingrid Bergman y quien, según la leyenda, fue el gran amor de su vida, el fotoperiodista Robert Capa, famoso por sus instantáneas de la Guerra Civil española. Coincidieron en 1945, justo al fin de la Segunda Guerra Mundial. La actriz, cuyo matrimonio con el médico sueco Petter Lindström hacía aguas, había viajado a Europa para animar a las tropas. Ella habló de divorcio. Él la siguió de vuelta a casa. Hizo, incluso, algún trabajo de fotógrafo en Hollywood, pero al final no se sintió capaz de adaptarse a una existencia alejado de los frentes de batalla. Estoy sentado en la terraza de mi hotel mirando al Bósforo y no dejo de ver tu rostro en los minaretes, le escribió Capa tras su ruptura. No puedo hacerme a la idea de que se haya ido. Es terrible, se lamentó ella al conocer, años después, la noticia de su muerte, al pisar una mina cuando cubría la guerra en la Indochina francesa.
Amor on the rocks. Richard Burton y Elizabeth Taylor iniciaron su vehemente y tormentosa historia de amor en el rodaje de Cleopatra, en Roma, bajo el feroz escrutinio de los paparazis. La química que teníamos Richard y yo era increíble, reveló ella. Nunca nos saciábamos el uno del otro. Una vez que estalló el escándalo, ya que ambos estaban casados, se instalaron en el Hotel King Edward, de Toronto, ciudad en la que él protagonizaba Hamlet en un teatro local. Un día al bajar de su suite al restaurante del hotel, Taylor se sorprendió al ver que en el local estaba solo Burton. No tardó en descubrir la razón. El actor, que acababa de obtener el divorcio, lo había reservado entero porque iba a proponerle matrimonio, y quería intimidad. Se casaron en el Ritz-Carlton de Montreal. Poco antes de hacerlo, Burton le regaló a Taylor una villa en Puerto Vallarta, México, población en la que él acababa de rodar La noche de la iguana, y los cautivó. Hoy esa casa, donde fueron felices, se ha transformado en el coqueto hotel boutique Casa Kimberly.
Una habitación con vistas. El mismo espíritu de Casa Kimberly de mantener el halo de una época pasada pero con los lujos, comodidades y servicios del siglo XXI es el que inspira al Hotel Villa Favorita de San Sebastián, ciudad vinculada al cine casi desde siempre, y en el que podrían haberse vivido cualquiera de las historias de amor de película. Esta joya arquitectónica está situada en la que es la última villa que se conserva de las que formaron, en el siglo XIX, el Paseo de la Concha más aristocrático, cuando la reina María Cristina fijó su residencia de verano en la capital donostiarra. Transformada por el interiorista Rafael Sitges y respetando el carácter del edificio original, sus habitaciones y suites, algunas con terraza sobre la bahía, frente a la isla de Santa Cristina, ofrecen inmejorables vistas al mar, a la vez que mantienen la intimidad para convertir la estancia en momentos especiales. ¿ El plus? Su restaurante Amelia by Paulo Airaudo, avalado por dos estrellas Michelin. ◆
“Estábamos Johnny Depp y yo como en un sueño, en la terraza del icónico Hotel Chateau Marmont, con Hollywood a nuestros pies. Fue mágico”. Winona Ryder.