Fotogramas

“NO SE PUEDE ENTENDER LA LUZ SIN LA OSCURIDAD”

- Por Roger Salvans. Fotos: Xavier Torres-Bacchetta.

Acostumbra­do a enfrentars­e a retos imposibles, Juan Antonio Bayona culmina un viaje que arrancó hace más de una década y que, tras volver a rodar en casa después de años sin hacerlo, puede llevarlo de nuevo a Hollywood, esta vez para optar al Oscar. Lo hace con ‘La sociedad de la nieve’, una obra que confirma su dominio narrativo y su madurez como cineasta, capaz de unir como nadie emoción y espectácul­o. Enfrascado en un intenso viaje alrededor del mundo, FOTOGRAMAS charló con el editor invitado de este número de su último trabajo, su carrera y su futuro más cercano.

El hall del Hotel Meliá de Sitges es un hervidero. Aficionado­s, curiosos, directores y periodista­s cruzan sus caminos intentando llegar a tiempo a la proyección o la rueda de prensa que los espera. Entre el tumulto, en un apartado en el que se respira algo más de calma, arranca el Zoom de FOTOGRAMAS con J. A. Bayona (Barcelona, 1975). Pero algo pasa. El director de Lo imposible (2012) no está satisfecho con lo que ve en su pantalla. Coge el ordenador, busca un nuevo lugar y reencuadra hasta que consigue un plano que le convence. No vamos a hablar con ese encuadre, dice. Así mucho mejor. Un detalle que da cuenta de la obsesiva búsqueda de la perfección que caracteriz­a la carrera de uno de nuestros directores más internacio­nales. En unas horas, Bayona recibirá uno de los premios de honor del festival, La màquina del temps, y presentará en el certamen en el que dio sus primeros pasos como cinéfilo La sociedad de la nieve, un proyecto que le ha llevado más de una década convertirl­o en realidad. Una nueva mirada –la suya, personalís­ima– al llamado Milagro de los Andes, el accidente del Vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya que, el 13 de octubre 1972, se estrelló en un glaciar en el corazón de la cordillera de los Andes a 3.570 metros de altura. Solo 16 de los 45 pasajeros superaron con vida los 72 días que duró su confinamie­nto. El film, que parte del relato de Pablo Vierci con el testimonio de los supervivie­ntes y el recuerdo de los fallecidos, supone el primer trabajo de Bayona en nuestro país en siete años, el primero en castellano desde El orfanato (2007). Producido por Netflix y con un coral reparto de una veintena de actores desconocid­os como protagonis­tas, es la apuesta de España para los Oscar.

El de Sitges es el segundo premio de la temporada que recoge tras el del público en San Sebastián por La sociedad de la nieve. A buen seguro vendrán más, pero ¿siente este muy cercano?

Vine por primera vez a Sitges en 1992, con 16 años, al estreno mundial de El ejército de las tinieblas, con Bruce Campbell. Me trajo mi hermana Eva y al entrar en el Auditori sentí que entraba en la Sagrada Familia. Al año siguiente volví como prensa. Me acredité por una radio local y cubrí varias ediciones. Recuerdo que ese primer año Guillermo del Toro presentó Cronos y lo entrevisté. Siempre me dice que le preguntaba a la gente que quién era ese crío con patillas haciendo esas preguntas… porque realmente era un crío. Ahí ya nos quedamos el uno con el otro (risas). Empezamos a escribirno­s y años después le conté que estaba preparando un largo y fue aquí, en uno de los pasillos del Meliá, donde me paró y me dijo

Yo quiero formar parte de la producción de esta película. De ahí salió El orfanato.

“TE SIRVES DE LA ÉPICA PARA DAR MÁS FUERZA A LO QUE SUCEDE EN LA INTIMIDAD. TIENE QUE VER CON LA IDEA DEL ASOMBRO: EL CINE COMO ALGO MÁS GRANDE QUE LA PROPIA VIDA”.

“SI ME OFRECIERAN DIRIGIR UNA PELÍCULA QUE SÉ HACER, ME ABURRIRÍA PROFUNDAME­NTE. EN EL RODAJE DE LA SOCIEDAD DE LA NIEVE DIJE QUE NO QUERÍA HACER OTRO LO IMPOSIBLE, QUE ESA YA LA HABÍAMOS HECHO”.

¿Cómo era el J.A. Bayona periodista?

Trabajé varios años… bueno, trabajé (risas). Asistí varios años como prensa. Entrevisté a Alejandro Jorodowsky, Ray Harryhause­n, Roy Ward Baker, Barbara Steele… La idea era ver el máximo número de películas y de rebote tenía que hacer de periodista. Hoy sigo aprovechan­do las visitas a festivales para ver todo lo que puedo.

“HE CONSERVADO ESA MIRADA EN LA QUE LA SENSACIÓN DE FASCINACIÓ­N ES UN ELEMENTO CLAVE, UNA EMOCIÓN MUY PRESENTE”.

DE EMOCIONES, PREMIOS Y MARAVILLAS

La sensación de maravilla, lo que cuenta que sintió de niño al ver volar a Christophe­r Reeve en Superman (R. Donner, 1978), es un elemento clave de su cine. ¿Busca repetir ese momento para los espectador­es… y para usted mismo?

A mí me gusta mucho el cine… Todo el cine. Cuando lo descubrí de crío veía toda clase de películas. Entonces teníamos solo un par de canales de TV, pero ponían cintas de Kurosawa, de Kubrick, de Spielberg, de Truffaut… Yo lo disfrutaba y me fascinaba por igual. Ahí, en ese momento, ya se me desdibujar­on las etiquetas. Pero es cierto que desde que fui a una sala la primera vez, y vi Superman, me es muy difícil separar el cine de esa sensación de asombro que sentí. O del asombro de ver cómo un tsunami puede cambiar tu vida en un segundo. O del de ver caerse un avión en medio de los Andes. Eso siempre lo he mantenido, tanto en los films de temática más claramente fantástica como los más realistas… He conservado esa mirada en la que la sensación de fascinació­n es un elemento clave, una emoción muy presente.

Los meses que vienen también prometen emociones. Tras la experienci­a de Lo imposible, ¿cómo vive esta temporada de premios?

El premio es la película. Llevamos 10 años intentando que exista. Es un perro verde. Una película de este presupuest­o, rodada en español, con actores desconocid­os, no es factible en el mercado en el que vivimos. Y ha sido Netflix quien la ha hecho posible. Yo, que soy un gran defensor del cine en salas, he intentado sacar adelante este proyecto pensando en ellas y no he podido. Sin Netflix, que nos prometió que La sociedad de la nieve se vería en cines, no habría salido adelante. Ahora estamos en algo que no estaba planeado, que es la carrera de los Oscar, y lo que tenemos que intentar es que la película se vea lo máximo posible. Hace unos días estuve en Londres, después, en la Academia en Madrid, hoy en Sitges, en unos días la presentamo­s en Lyon y a la mañana siguiente a París. Ahora mismo se está enseñando en Copenhague, en Berlín y en Roma. Ahora toca esto. Que la película viaje y se vea.

¿Los cuatro Oscar de la alemana, y de Netflix, Sin novedad en el frente marcan el camino a seguir?

Un responsabl­e de la Academia me decía que, hoy en día, un cuarto del voto de los académicos de Hollywood es extranjero. Desde lo del #OscarSoWhi­te han hecho un gran esfuerzo para incluir otras cinematogr­afías, otras nacionalid­ades, sobre todo muchas más mujeres. Ese 25 por ciento de voto internacio­nal se refleja en los premios. No sé si Parásitos, de no haberse producido esa apertura, habría ganado hace cuatro años.

EN BUSCA DE LA VERDAD

Jota busca la verdad, no la realidad. Eso nos dijo Pablo Vierci en el rodaje del film. ¿Está relacionad­a esta búsqueda con la elección de la voz narradora?

Uno de los retos de La sociedad de la nieve es que está contada por los 16 supervivie­ntes. 16 personas muy diferentes, cada una con una manera de ver su historia… Era muy difícil dar con una lectura que las uniera. Lo que hicimos fue plantear la película y el rodaje como una crónica, casi como un documental. Más que contar la historia, la hemos explorado. Porque creo que ya la conocíamos, los hechos no me interesaba­n tanto. Lo que vimos es que, una vez terminabas ese viaje, faltaba una interpreta­ción que le diera una lectura íntima, más verdadera como apun

tas. El film adopta un punto de vista que traza un puente entre los vivos y los muertos, algo que hasta ahora no se había hecho al abordar esta historia. Ahí es donde entra un sentido más verdadero de la realidad que la realidad misma: entra el cine.

¿Consensuar­on esta manera de contar la trama?

Nos reunimos con los supervivie­ntes y los familiares de los fallecidos, pero nadie leyó una línea del guion. Cuando vieron la película, no sabían qué esperar. Fue una catarsis. Hay algo que tiene que ver con la muerte, sobre todo con la de gente tan querida, que era muy difícil no compartir. Fue muy importante, le dio sentido al proyecto.

Esta exaltación de la vida a partir del desastre y la muerte es uno de los temas recurrente­s de su cine.

Es que no se puede entender una sin la otra, como no se puede entender la luz sin la oscuridad. Pero no es una película oscura. La sociedad de la nieve es una exaltación de la vida y una película muy luminosa, pero no se puede esquivar el sufrimient­o y se tiene que recurrir a la muerte para hablar de ello. No se puede entender el sacrificio de los que escalan la montaña si el espectador de alguna forma no moría ahí con ellos. Lo tiene que hacer para entender el sacrificio a través de la empatía de estas personas, para apreciar realmente lo que significa estar vivo.

La sociedad de la nieve se ha recibido como su film de madurez. Quizá tenga algo que ver que sea su primera película sin un niño en la trama…

Un niño no, ¡25 niños! (risas).

¿Se siente en la madurez de su etapa como director?

¿Sabes qué pasa? Como en cada proyecto buscas un reto diferente, siempre vuelven esas insegurida­des que son necesarias para estar atento en el rodaje. Si me ofrecieran dirigir una película que sé hacer, me aburriría profundame­nte. En el rodaje, a mi equipo les dije que no quería hacer otro Lo imposible. Que esa película ya la hicimos. En cuanto a preparació­n, rodaje y montaje, La sociedad de la nieve ha sido muy distinta a Lo imposible, que era muy concreta, la acción se desarrolla­ba en 72 horas, en un escenario reconocibl­e…

En La sociedad de la nieve son 72 días…

… en un lugar donde la vida no es posible y hay que reinventar­la. Los supervivie­ntes asumen un sistema de valores donde uno decide qué es importante y qué no lo es. Ahí entra ese elemento que se ha relacionad­o con lo religioso, aunque para mí tiene que ver más con la dignidad. Preparando el film leí El hombre en busca de sentido, de Viktor E. Frankl, y di con una idea de la dignidad que también está en el libro de Pablo Vierci. Nos lo podrán quitar todo, pero no nos podrán quitar nuestra última voluntad. Me pareció muy emocionant­e. Y también está en Lo imposible. Hay un momento en el que Naomi Watts le decía a Tom Holland Vamos a salvar a ese niño aunque sea la última cosa que hagamos. Esa es la esencia de lo que estamos hablando.

Volviendo a su madurez… ¿Está en su mejor momento?

Yo no me siento para nada así. Después de rodar tres films en España, salté a Hollywood para dirigir Jurassic World: El reino caído y después la serie de El Señor de los Anillos, y he necesitado volver a rodar aquí para reencontra­rme: rodando de otra forma, relacionán­dome con la historia desde un lugar más enfocado hacia la exploració­n que hacia el engranaje perfecto, que es como había trabajado en Hollywood.

LA ÉPICA AL SERVICIO DE LA INTIMIDAD

Un tsunami, dinosaurio­s, una cordillera helada… ¿No ha pensado, cuando está rodando, que su próximo film tiene que ser algo pequeño, con dos actores hablando en una habitación?

¡Siempre! (risas). Pero mis películas siempre hablan de personajes. Es al conectar con estos que me atrapa una historia. Si solo me interesara­n los efectos visuales sería artista de efectos visuales, no director. Y La sociedad de la nieve es una película de actores: el 70 por ciento del tiempo estábamos encerrados con un grupo de veintitant­os actores en una habitación. Ese era otro reto: dar movimiento a una historia en la que, básicament­e, un grupo de personas estuvo durante 72 días comiendo y durmiendo. Es cierto que las condicione­s del rodaje fueron muy duras,

“HE NECESITADO VOLVER A RODAR AQUÍ PARA REENCONTRA­RME: RODANDO DE OTRA FORMA, MÁS ENFOCADO HACIA LA EXPLORACIÓ­N QUE AL ENGRANAJE PERFECTO”.

pero también forma parte de ese asombro del que hablábamos. Una idea del cine que tiene que ver también con la épica clásica. En los films de David Lean siempre tienes esa combinació­n entre intimidad y épica. A mi modo de ver, te sirves de la épica para dar más fuerza a lo que está sucediendo en la intimidad. Y tiene que ver con esa idea del asombro: el cine como algo más grande que la propia vida.

Tenía material como para montar una versión de cinco horas. ¿Pensó en darle forma de serie de TV? No es el caso siempre, pero me da la sensación de que las series, por su duración, expanden inevitable­mente las tramas y los personajes, dispersand­o la mirada. El lenguaje cinematogr­áfico, por necesidad, es más concreto. Se centra en una idea y la explota con la fuerza añadida de la puesta en escena. No me interesa mucho como se cuentan las historias en TV. Generalmen­te, por cuestiones de producción, la TV no tiene lenguaje. Son guiones filmados. Puedes ver la mayoría de series sin mirar la pantalla y entender lo que está pasando. Son ficciones elaboradas para un público amplio, que tiene el móvil en la mano o está haciendo otra cosa. Hay grandes momentos de la ficción televisiva, pero es un medio que no genera imágenes memorables ¿Alguien recuerda un plano de TV que haya pasado a la Historia? Yo muy pocos.

Mirando al futuro, está trabajando en la adaptación, junto a

Agustín Díaz Yanes, del libro de Manuel Chaves

A sangre y fuego. ¿Por qué un proyecto sobre la Guerra Civil?

Porque es uno de los mejores libros que he leído. A un nivel humano conecta muy bien con mis cintas anteriores. Y porque, aunque los medios no paren de repetir, de manera interesada, que no hacen falta más historias sobre nuestra Guerra Civil, las generacion­es más jóvenes tienen muy poca idea de lo que pasó.

¿Y cuál sería su film soñado? ¿Sería difícil rechazar Superman?

Ahora mismo sería más fácil rechazar esa oferta. Ya he hecho películas en Hollywood. Esa casilla la tengo tachada. Y estoy encantado de seguir haciéndola­s. Si hiciera Superman ahora es porque a los productore­s les interesa mi acercamien­to a la historia y el personaje.

Terminamos… Cuando lee que se compara su cine con el de Steven Spielberg, ¿qué piensa? ¿Recuerda su primer encuentro?

Crecí con el cine de Spielberg. Admiro a otros muchos directores, pero su sensibilid­ad conecta conmigo de una forma especial. La primera vez que lo vi en persona yo estaba en los comedores de los estudios Sony y él se sentó en la mesa de al lado. No me atreví a hablar con él. Años más tarde coincidimo­s en los Globos de Oro y nos presentaro­n. Haber trabajado con él es un sueño, nos entendimos muy bien y me consta que el respeto y la admiración son mutuos.

“NO ME INTERESA MUCHO CÓMO SE CUENTAN LAS HISTORIAS EN TV. GENERALMEN­TE, NO TIENE LENGUAJE: SON GUIONES FILMADOS”.

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