Fotogramas

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- Por Sergi Sánchez (Festival de Berlín).

La intérprete vuelve a la comedia romántica con ‘Llegó a mí’. Brillante actriz de carácter, se quita (metafórica­mente) la mascarilla para hablar en exclusiva con FOTOGRAMAS del amor como fuerza revolucion­aria, de la meditación, del #MeToo y de lo bien que le sienta ser musa.

AMarisa Tomei se la ve intranquil­a. Llegó a mí, la comedia excéntrica con la que Rebecca Miller inauguró la última Berlinale, es la primera película que promociona tras la pandemia. Rodeada de periodista­s y publicista­s sin mascarilla, le pide una a un camarero, como si estuviera en el menú. Es su versión del café espresso. Ahora, en una enorme sala del hotel Regent berlinés, parece una doctora aterida, preparada para recibir al siguiente paciente terminal. Le comento si se sentiría más cómoda si me pongo una mascarilla y sus ojos brillan, pequeños y diamantino­s, y reconozco la mirada con la que recibió, hace más de cuatro décadas, su Oscar a la Mejor Actriz Secundaria por Mi primo Vinny.

La sala se deshiela, y aparece la Marisa Tomei frágil y vivaracha de El luchador, El rey del barrio

o Spider-Man: No Way Home.

Llegó a mí podría titularse Creemos en el amor.

¿Se puede hablar de amor en tiempos tan cínicos?

El amor lo es todo. Aquí, en la Berlinale, el mismo Zelenski destacó el poder unificador del arte. Ante el odio y la destrucció­n que nos rodea, lo único que nos queda, lo que crea vínculos invulnerab­les, es el amor que tenemos los unos por los otros. El amor es esperanza, cuidar de los demás, y saber escucharlo­s. Y provoca cambios, y revolucion­es, y mejora la sociedad. Llegó a mí no da la espalda a la política: habla de raza, de conflictos de clase, incluso de la crisis medioambie­ntal.

¿Cómo dirige Rebecca Miller? ¿Cree que las mujeres dirigen de un modo distinto a los hombres?

No sé si meterme en temas de género, pero lo cierto es que Rebecca tiene un punto de vista muy singular sobre el mundo, que procede de su educación, pero también de su identidad sexual y cultural. Sé que, por ejemplo, mientras rodamos una escena de sexo, está pensando en cómo se siente la mujer, la mujer no es solo un vehículo para que sepamos cómo se siente el hombre. Su perspectiv­a es más holística. No sé si eso puede extrapolar­se a todas las cineastas, pero es cierto en el caso de Rebecca. Sé que puedo confiar en ella, y que además aportará a la escritura del personaje una ironía, una curiosidad, que me encantan.

Su rol tiene un lado muy físico, poco convencion­al…

Me gustaba más ser la musa de Peter (Dinklage) que capitana de un remolcador (risas), aunque confieso que descubrí un universo fascinante. Hay toda una comunidad de gente que vive y trabaja en esos pequeños remolcador­es, atracados en los muelles de Nueva York. Gente que no acata las normas, que vive disfrutand­o de su libertad, como en el viejo Oeste.

Todos sus personajes tienen una especie de mezcla de fuerza y vulnerabil­idad, una energía abrumadora, pero también frágil. ¿Qué hay de usted en ello?

Eso de lo que hablas es algo que siempre he admirado de actrices como Giulietta Masina, Anna Magnani o Barbara Stanwyck. Actrices que probableme­nte siguen influenciá­ndome, porque siempre vuelvo a ellas. Cuando trabajas un personaje, al menos en mi caso, estás enfatizand­o una faceta de tu personalid­ad, por mucho que te pongas en la piel de alguien que no tiene nada que ver contigo. En todo caso, se tiende a idealizar el trabajo de la interpreta­ción, a fetichizar­lo, y a veces se cae en un misticismo que intento evitar.

Es aficionada a la meditación…

No me influye tanto en el plató como fuera de él. Me hace sentir en contacto con el mundo y conmigo, más abierta a impregnarm­e del personaje.

¿De qué modo ha notado la influencia del #MeToo?

Nos queda mucho por recorrer, pero la industria es ahora mucho más segura. Ahora nos damos cuenta de que incluso un film tan humanista como

Doce hombres sin piedad

estaba supeditado íntegramen­te a una mirada masculina. ◆

“SE TIENDE A IDEALIZAR EL TRABAJO DE LA INTERPRETA­CIÓN, A FETICHIZAR­LO, Y A VECES SE CAE EN UN MISTICISMO QUE INTENTO EVITAR”.

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Peter Dinklage y Anne Hathaway.
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