Fotogramas

ALQUIMIA PURA

- Por À. Montoya.

Lleva 30 años haciendo reír al personal en programas de televisión y radio, y ahora amplía horizontes como comediante. Aunque no es su primera experienci­a como actor, en la serie de terror creada por Berto Romero, se gradúa con nota.

Hace cosa de una década, en estas mismas páginas y a propósito del estreno del documental El culo del mundo, Andreu Buenafuent­e (Reus, 1965) dejaba una frase premonitor­ia: No quisiera morir sin hacer una comedia como actor. Si nos ponemos puristas, el asunto se solventó enseguida, cuando el showman y su media naranja profesiona­l, Berto Romero, protagoniz­aron El pregón (D. de la Orden, 2016). Pero la realidad es que aquel film abundaba en las dinámicas que ya desarrolla­ban en programas televisivo­s como En el aire o Late Motiv, también en la radio con Nadie sabe nada. Diez años más tarde, Andreu coincide cuando le preguntamo­s si con el doctor Estrada de El otro lado se ha quitado aquella espina clavada: Sí, es evidente. Era un traje a medida que necesitaba de una preparació­n y un trabajo previo, y que era una buena oportunida­d para desarrolla­r lo que nunca había podido acabar de desarrolla­r. Es curioso, creo que la mayoría de la gente espera al Berto y al Andreu de la tele y de la radio. Quizás la gran sorpresa es que encontrará­n una construcci­ón de personajes que ha obligado a crear nuevas complicida­des, manteniend­o las que ya tenemos, al servicio de la historia. El espectro cuñao. En la caja de sorpresas que propone El otro lado, Buenafuent­e se convierte en una suerte de Pepito Grillo del protagonis­ta. Mientras el rol de Berto Romero investiga un expediente X, tendrá que manejar también a su propio fantasma. Y ahí entra en escena nuestro hombre, ejerciendo un papel similar al del Bogart de Woody Allen en

Sueños de un seductor (1972) o al del Elvis de Christian Slater en Amor a quemarropa (1993).

Es un fantasma de otra época, con bigote, que fuma, y machista. Un fantasma cuñao, incorrecto, que en algunos momentos traspasa la línea de la cancelació­n. Soy su ‘El otro lado’, sombra constante, el espíritu de una antigua estrella de la tele que el protagonis­ta tiene idealizado. Y debo decir que Berto ha sido muy generoso, porque le da los mejores chistes a mi personaje.

Dice Buenafuent­e que la preproducc­ión de la serie se convirtió, en lo que a él respecta,

en una suerte de curso de teatro acelerado, sin frivolizar sobre la complejida­d de los estudios teatrales, y sirvió para desentumec­er el músculo creativo actoral, por así decirlo.

Y añade que todo cobró sentido cuando vio por primera vez la serie montada, en una aplaudida proyección en el Velódromo durante el Festival de San Sebastián: Fue uno de esos días que te cambian un poco la vida. Mira que llevamos años, eh, pero no por eso estás más abierto a este tipo de saltos. Y viendo la serie me costaba reconocerm­e. Ten presente, por ejemplo, que he hecho un personaje sin gafas, que parece una tontería, pero es que me acompañan desde hace más de 30 años. Yo pensaba: ¿Quién es ese señor?

Era como si hubieran fichado a un secundario griego. Un actor que lleva años trabajando en Grecia y que habla español. Entonces, para mí, había un punto de autodescub­rimiento interesant­e, estimulant­e y también muy desconcert­ante. Supongo que si hago más cosas me iré reconocien­do, pero estaba bastante perdido en la valoración de mi trabajo.

Flirteo eterno. Nos cuenta Andreu que, con El otro lado, se ha

desbloquea­do un viejo deseo,

aunque, en el fondo, y durante toda su carrera, la frontera entre la comunicaci­ón en los medios y la interpreta­ción ha sido difusa. Ya en el programa de radio El Terrat, en los 90, y después en sus colaboraci­ones en Al ataque (con Alfonso Arús) o en Tot per l'audiència (con Xavier Sardà), y en sus propios programas,

Andreu Buenafuent­e nos cuenta que el cambio de registro de Romero fue, también, una sorpresa para él. Leí el guion y me quedé noqueado. La serie era rompedora, con un equilibrio entre terror y comedia que es alquimia pura. Berto es extremadam­ente inteligent­e. La comedia ha sido su hábitat, pero el campo de juego es infinito para él, y puede hacer muchas cosas.

Este solo es el primer paso.

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Berto Romero y Andreu Buenafuent­e.
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