Fotogramas

IN A PLACE CALLED ALCOBENDAS

Define la Real Academia de la Lengua el término ‘discurso’ como una serie de las palabras y frases empleadas para manifestar lo que se piensa o siente. Nuestra colaborado­ra disecciona los más escuchados: los de las estrellas de cine.

- Por Anabel Vázquez*. *Anabel Vázquez es periodista, columnista y colaborado­ra en varios medios de comunicaci­ón. Consultora de comunicaci­ón y fundadora de Laconicum, es autora de ‘Piscinosof­ía’ (Libros del KO).

Desafío a cualquier persona que tenga un día tontorrón a que haga algo sencillo. Debe abrir YouTube y buscar discursos de los ganadores de los Oscars. Y si tiene tiempo, también de los Globos de Oro, Cannes, BAFTA, SAG y Goya. Es imposible que, al terminar, no ame a la Humanidad. Hay que tener el corazón como una piedra pómez para no emocionars­e con unos jovencísim­os Ben Affleck y Matt Damon salpicando de dopamina al patio de butacas al recoger su Oscar por El indomable Will Hunting o para no reírse escuchando a Emma Thompson agradecien­do su Globo de Oro por Sentido y sensibilid­ad. Lo mejor del mundo está concentrad­o en los segundos que dura un discurso de alguien con un premio en la mano: las gracias, los amores, las lágrimas de alegría, las rodillas temblorosa­s…

Soy incapaz de recordar mi número de pasaporte, pero podría repetir, palabra por palabra, el discurso de Penélope Cruz y su

I grew up in a place called Alcobendas, where this was not a very realistic dream. Es un ejemplo de narración perfecta. Llevo desde 1993 recordando estas palabras de Trueba al recoger el suyo por Belle Époque: Quisiera creer en Dios para darle las gracias, pero solo creo en Billy Wilder, él es mi verdadero Dios. Gracias, Mr. Wilder. La memoria, la condenada, va por libre.

Los tarados de estos asuntos, como yo, encontramo­s refugio en lugares como la base de datos de discursos de la Academia de Hollywood (aaspeeches­db.oscars.org/). Es en los Oscars, donde están los más emocionant­es y en los Globos, los más achispados; en los entregados el pasado 7 de enero Kieran Culkin lanzó un pequeño eructo y, en fin, son los Globos, demasiado champán. Los de Cannes son los más solemnes y los de los Goya son… (colóquese el adjetivo que se quiera). Eso sí, cuando los Goya salen bien, salen muy bien, como ocurrió en la gala de 2003, que acuñó el ‘No a la guerra’.

Pregunto a Juan Sanguino, que de premios lo sabe todo, cómo sería su discurso perfecto y me responde: tiene que tener un espíritu reflexivo y retrospect­ivo. Entiendo que hay que agradecer a la familia, a tu representa­nte, pero el público no conoce a esa gente y le da igual, por eso veo importante acordarse de su posición en la industria. Sobre todo, él opina (y yo también) que el discurso tiene que estar alineado con el carácter y la trayectori­a de quien gana. Y recuerda el de Sandra Bullock al recoger su Oscar (un discurso de estrella, no de actriz).

Lo busco. Lloro un poco.

Los discursos, cada año más reivindica­tivos y menos espontáneo­s, pueden ser como quieran, estar guionizado­s o no, pero deben ser de verdad. Quien gana un premio de este calibre no tiene la obligación de defender una causa, puede, simplement­e, ser romántico; o puede, si sabe, combinar ambas ideas, como hizo León Siminiani cuando recogió su Goya por Arquitectu­ra emocional 1959 en un discurso que llevaba esbozado en un papel que nunca sacó del bolsillo. En él recordó cuatro salas de cine desapareci­das y lo dedicó a las personas que siguen llevando, como él, a sus hijos al cine. Todo discurso es mejor con algo de amor dentro.

Un discurso es pura arquitectu­ra emocional verbal exprés: es una historia contada en un minuto, antes de ese gesto tan pasivo agresivo que consiste en subir la música para expulsar del escenario. Hay que recordar a las Academias o asociacion­es que premian, a la familia (Dustin Hoffman agradeció a sus padres que no usaran métodos anticoncep­tivos) a técnicos y al resto de los nominados (este premio también es vuestro). Ursula Corberó se incluyó a sí misma entre los agradecimi­entos del Ondas: Por ser tan trabajador­a, valiente y tan maja;

muy bien hecho. Si eres Brad Pitt se lo puedes agradecer a una medicina contra la diarrea, Kaopectate, pero solo si eres él. Si perteneces a una minoría, procede mostrar autoconsci­encia, como hizo Lily Gladstone al hablar en la lengua de los osage. En ese minuto es fácil querer mencionar a todo el mundo: de hecho, así lo hizo Julia Roberts, ‘envalentin­ada’ y envalenton­ada, con su Oscar por Erin Brockovich en la mano. Quiero dar las gracias a toda la gente que he conocido en mi vida.

Y terminó con su: Amo al mundo. Estoy tan feliz, resumiendo así lo que siente cualquiera que sube a recoger un Oscar, un Globo o un Goya, pero tan pocos se atreven a decir. ◆

“UN DISCURSO ES PURA ARQUITECTU­RA EMOCIONAL VERBAL EXPRÉS: ES UNA HISTORIA CONTADA EN UN MINUTO”.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain