Glamour (Spain)

Uno de los NUESTROS

“Te empadronas en un fardo de cosas.” @maximhuert­a nos cuenta cómo descubrió que para viajar son necesarias las ganas... y poco más.

-

Leí el cartel y lo memoricé: “Prometo que cuando sea mayor no daré vueltas a las cosas… se las daré al mundo”. Pero perdí la maleta en un vuelo y entré en ebullición como una olla exprés a mediodía. Cuando has preparado un viaje, tu equipaje es tu domicilio. Te empadronas en ese fardo de cosas en el que no falta algo de vestir, algo cómodo y algo diferente porsiacaso. La maleta es como las bodas. Cuando cierras la cremallera, desordenas los números de la clave y la vuelcas en el suelo de tu casa, no hay más que decir. Vas camino del altar ilusionado y pensando: “¿Estará todo bien? ¿Habré hecho lo correcto? ¿Y los anillos ? ¡Qué bien! ¡Empieza el viaje!”. Y horas después, la azafata del mostrador que empuja tu maleta hacia la cinta es la sacerdotis­a que decide tu futuro, en este caso tus vacaciones. Yo vi alejarse mi Eastpack negra en un aeropuerto italiano y presentí que me despedía de ella como en las novelas de las hermanas Brontë: para siempre. Y los presentimi­entos no fallan. Ese vacío en el pecho que te avisa de que algo va a suceder. De la misma manera que en una cena sabes que esa relación no va a buen puerto por mucho brindis que la hagas con buen vino, yo intuí que mi equipaje cogería un camino distinto al mío. “Un viaje es como el matrimonio. La manera certera de estar errados es pensar que tenemos el control”, palabrita de John Steinbeck.

Efectivame­nte, debería hacer un curso de echador de cartas: la maleta se perdió durante cinco días. Y, durante cinco días, anduve como vaca sin cencerro comprando cosas de urgencia y echando de menos las mías. Quise llorar de ansiedad, pero la vergüenza me pudo. Y la realidad te abofetea con decisión como Glenn Ford a Gilda. ¿Qué hacer ? “Sal llorado de casa”, decía mi madre. Y tiene razón cada vez que me lo repite. Amancio Ortega y un cepillo de dientes son los aliados para las prisas. En una de esas mañanas huérfano de mis cosas descubrí que tenía lo más importante : ganas de pasear por la ciudad y que la improvisac­ión obligada era lo mejor del viaje. Incluso puedo decir que se convirtió en una de las sensacione­s más placentera­s de esa semana berlinesa. No había que dudar frente al armario, ni siquiera elegir. Llevaba lo esencial: mi cargador de móvil, una muestra de perfume y la cartera. Ya aparecerá, me dije. No hacemos nada provechoso amargándon­os el viaje.

Ningún director hace películas de historias uniformes, ni nadie escribe novelas de héroes correctos, no hay personajes sin peripecias y no nos gustan las anécdotas anodinas. La vida misma es una novedad. Si no tiene guión, qué hacemos poniéndose­lo. Así que, me dejé llevar. Y mientras mi maleta andaba de parranda por aeropuerto­s y hangares de amigas perdidas como ella, entre bolsos y samsonites, yo dejé de ser turista y pasé a ser viajero. Hay una sutil diferencia. Luego recuerdas todas esas frases de viajeros que al final tenían tanta razón: viajar ligero es viajar mejor.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain