Glamour (Spain)

UN CONTRATO PELIGROSO

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siento orgullosa de ser latina, de estar en Estados Unidos, así que la combinació­n promesa y latina me parece perfecta. Lo que tengo que hacer es preocuparm­e de lo que estoy haciendo ahora. GLAMOUR: ¿Sigues levantando el teléfono y llamando a tu familia? ANA: Claro que sí, siempre, mis padres y mis amigos en Cuba lo son todo para mí. Los Ángeles es una locura de ciudad. Tienes esa sensación de que nada es suficiente, de que tienes que ser perfecta. Y eso no es real, cada persona tiene su forma de ser. Las culturas son muy distintas, no tienen nada que ver y tú tienes que ir amoldándot­e a ellas, entendiend­o y aceptando lo que cada una de ellas te ofrece. Por eso, cuando veo que la cosa se pone muy loca, con comentario­s tipo la estrella tal o la promesa cual llamo a mis padres, charlo con ellos y me ayudan a seg uir con los pies en la tierra . Y cada vez que puedo voy a visitarles, les ayudo en lo que puedo. Hollywood es muy intenso y de vez en cuando hay que escapar. GLAMOUR: ¿Cómo es tu vida aquí? ¿Te ha resultado complicado tener tu propio círculo de amigos? ANA: Sí, me costó muchísimo, ten en cuenta que vive mucha gente, es difícil encontrar tu círculo de amigos. En mi caso más, porque me cuesta mucho hacer piña con la gente, soy muy reservada. No me gusta hablar de ciertos temas ni que me pregunten cosas imprudente­s. Pero cuando llega el punto de que te considero mi amigo, entonces soy todo lo contrario, me tienes que mandar callar (risas). Pero llegar a ese nivel de amistad me cuesta mucho. Los Ángeles es una ciudad en la que te sientes muy sola. Pero ya no es así, ahora soy feliz, tengo mis amigos, mi gente. GLAMOUR: ¿Qué cosas te gustan hacer cuando no trabajas y necesitas relajarte? ANA: Voy con mi perrito Elvis a todos lados (risas), como vivo en la playa, cojo la bici y me dedico a pasear. En Los Ángeles, si quieres, como es mi caso, puedes llevar una vida muy sana con una alimenta-

War Dogs cuenta la historia real de Efraim Diveroli y David Packouz, dos jóvenes que en 2007 ganaron un contrato de 300 millones de dólares del Gobierno norteameri­cano para armar al ejército afgano. Las cosas no tardaron en complicars­e y la mujer de uno de ellos (Ana de Armas) sufrirá las terribles consecuenc­ias.

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