Uno de los NUESTROS
@maximhuerta
Decía un amigo que para ser muy sucio hay que ser muy limpio. Que para revolver las sábanas con ansiedad y deseo, había que llegar al colchón con olor a jabón. Siempre me ha parecido una máxima maravillosa. Bien es cierto que puede surgir un flechazo y una agitación en mitad de la noche y el wc del bar más cutre pase a ser como la suite del Waldorf. Las tormentas del deseo aparecen cuando menos te lo esperas y no hay perfume que mejore ese juego de enredo, manos y ropa. Eso sucedía mucho cuando los whatsapps eran las miradas y cuando las redes sociales eran la barra de un bar. Entrabas, mirabas, volvías a mirar y voilá. El éxtasis. Ahora, con tanta aplicación social para ligar a la carta, todo es un juego de naipes de mago.
Hay truco. A priori parece que bien, que tenemos en la palma de la mano un escaparate de colores, sabores y olores para elegir. Incluso podemos pensar que la oferta es extensa como un cásting de Juego de tronos. Sin embargo, todo es humo.
Cuentan las leyendas que ahora nadie se queda satisfecho, que al primer bocado quieren cambiar de plato, que sólo buscamos likes y formar parte de un match. Dicen que pocos sig uen interactuando más allá de darse los nombres y preguntarse las canciones favoritas. Surgen parejas, pero nunca lleg an a verse porque aparece otra foto mejor. Somos una generación de seres insatisfechos que se mueven en citas insulsas en las que el móvil está más caliente que la entrepierna y el corazón.
Resultado : la frecuencia sexual ha disminuido mucho entre los jóvenes. Si Serge Gainsbourg y Jane Birkin levantaran la cabeza no habría segunda versión del Je t’aime moi non plus. Si el Marques de Sade se hiciera Tinder se aburriría con tanta nadería. Si Marlon Brando volviera a bailar el tango en París nadie le ser viría mantequilla. Ya no hay sexualidad, hemos perdido el oremus de lo erótico y la sociedad anda asexuada por los escaparates y las aceras. Todo es gris, ceniciento, demasiado correcto y demasiado aséptico. Hasta nuestras abuelas andaban más preocupadas por hacer el amor al final del baile de la verbena que los millennials de hoy en día, cautivos del like, del follower y de la postura. Hay hasta encuestas que revelan tristemente que ha bajado la frecuencia de encuentros sexuales entre los jóvenes, como si por miedo a mancharnos en un sofá ajeno tuviéramos miedo también de arrugar la ropa del Instagram.
Basta quedarse en una terraza y ver a una pareja mirando el móvil. Los imagino sentados en casa de la misma manera, tuiteando, facebookeando, tindereando en esa galaxia de las redes anodina y asexuada. Todo muy limpio, con pijama, sin mancharse las manos. Como sacados de una película de ciencia ficción, sin carne.
millante. Y muy importante. Borra el número de tu ex, por mucho que te duela, así no caerás en ciertas tentaciones con el Whatsapp...
Peatón responsable Nos encanta Pokémon Go, pero, por favor, ¡cuidado con los semáforos! Puede que algún día instalen un carril iphone junto al de bicis. Pero hasta entonces mantente alerta de obras, bolardos y otros peatones.
Información confidencial Todos revelamos secretos a nuestros amigos, pero el patrón de desbloqueo de tu Tinder llévatelo a la tumba. No quieres volver del baño y encontrarte con que ha habido movimientos extraños en tu cuenta y tus amigos se están aguantando la risa...
La multitarea es otra cosa Según en qué tarea estés enfrascada, combinarla con el uso del móvil puede ser más o menos recomendable. Nos referimos a esa foto “de tus pies” en el baño de espuma que haces con los dedos resbaladizos... o a hablar por teléfono mientras tiendes la ropa desde un quinto piso. Piénsalo bien.