ATHLEISURE
EL FENÓMENO
El chándal es un símbolo de derrota. Cuando pierdes el control sobre tu vida , te compras uno.” Lo dijo Karl Lagerfeld – a pesar de que Chanel podría abrir una tienda de deporte de varias plantas con todo lo que ha diseñado su director creativo a lo larg o de los años: tablas de surf, de snowboard, cascos de moto, bicicletas...–. Y lo contradice la pasarela . Si las zapatillas f ueron encumbradas como obj eto de deseo de las colecciones entreg adas al lujo cómodo desde hace ya alg unas temporadas –hasta el punto de desplazar casi por completo a los tacones en los front row de las semanas de la moda–, en 2017, los diseñadores prefieren apuntarse un tanto con la incorporación de elementos aparentemente más propios de la práctica de una rutina deportiva que de un desfile de moda. Este fenómeno destinado sin remedio a conquistar la industria tiene un nombre, athleisure – de athletic ( atlético) y leisure (tiempo para el ocio)–, que cuenta con entrada propia en el diccionario anglosajón y se utiliza para dar cabida a todas esas prendas que, aunque a priori podrían utilizarse en una clase de fitness, se adaptan al armario del día a día ( y ojo, también al nocturno). Pero que nadie vaya a pensar que este fenómeno es alg o totalmente novedoso.
Aunque no fue hasta principios de los dos mil cuando la pasarela fue capaz de dejar atrás los complejos con la incursión de firmas como Adidas Y-3 (diseñada por el japonés Yohji Yamamoto y que entonces desfilaba en la semana de la moda de París), Stella Mccartney
o Alexander Mcqueen, el idilio entre la moda y el deporte viene de lejos.
A Coco Chanel le debemos el triunfo del negro como el color insigne de la moda, pero la fundadora de la casa francesa también auspició, allá por los años veinte del sig lo pasado, el uso de la ropa deportiva como vestuario urbano. En un momento en el que el encorsetamiento y los excesos de todo tipo eran sinónimo de estilo y buen g usto, ella fue capaz de encumbrar la androginia y la funcionalidad como características fundamentales del armario femenino. Más tarde, la aparición de nuevos tejidos como el nailon propiciarían el uso del chándal como símbolo de la democratización de la moda, pero también del avance de una sociedad en la que la mujer empieza a ocupar posiciones significativas en un mercado laboral cada vez más competitivo. Nadie podía suponer entonces que una de las mayores pesadillas de la industria, la que forman el combo chándal & tacones, regresaría casi tres décadas más tarde para situarse en el epicentro de la moda. Selena Gomez fue fotografiada este verano con un chándal de Vetements de más de mil euros y unas sandalias de Jimmy Choo; además de ella, Blake Lively o Gigi Hadid son alg unas de las celebrities que se han atrevido a colocarse un chándal con tacones y se dice que Kendall Jenner es adicta a marcas como Nike, Adidas y la firma deportiva americana, Lululemon, reconocida en la industria por su capacidad para comercializar (con éxito) leggings a más de cien euros.
Una máquina de hacer dinero. Mark Parker, CEO de Nike, se pronunciaba hace ya algunos meses. “Los leggings son el nuevo denim”, aseguraba. Su predicción no podía ser más certera y el activewear no cesa de crecer. Desde hace un par de temporadas, titanes especializados en ropa deportiva como Adidas, Nike o Puma, han sabido rentabilizar la fascinación por disciplinas como el running o el yoga al adaptar las prendas más técnicas a la demanda del consumidor. Muchas son las que han visto en la alianza con etiquetas de high fashion una suerte de gallina de los huevos de oro. La lista es extensa. Desde la última colabora-
ción de Alexander Wang con Adidas Originals que vio la luz durante la pasada edición de la semana de la moda de Nueva York inspirada en la cultura del surf –la multinacional alemana ha sido una de las primeras en rentabilizar sus colaboraciones con diseñadores como Stella Mccartney, Opening Ceremony o Jeremy Scott–, hasta los cuatro modelos de Nike Air Force 1 que el director creativo de Givenchy, Riccardo Tisci, diseñó para el gigante deportivo; pasando por la edición limitada que la francesa Amélie Pichard creó para Le Coq Sportif. Las cadenas low cost no han querido quedarse atrás y han lanzado sus propias líneas de activewear; H&M Sport, Oysho Sportwear y Gap Fit, entre otras, mientras que el Star System estrecha lazos y crea sus propias líneas deportivas. Beyoncé y su exclusiva Ivy Park, Rihanna para Puma o la codiciada línea del polémico rapero Kanye West, Yeezy. Y así el panorama, parece que las tornas continuarán por el este camino durante la próxima temporada primavera/verano. Sólo hay que echar un vistazo a la colección que presentó Donatella Versace en Milán para darse cuenta de que el fenómeno no tiene vuelta atrás. Si súper modelos como Naomi Campbell, Carmen Kass o Doutzen Kroes se subieron a la pasarela enfundadas en leggings y chubasqueros de inspiración ochentera, ¿alguien duda de que la próxima temporada nos subiremos al carro del efecto “recién salida de pilates”? Maria Grazia Chiuri hace lo propio en su colección debut para Dior inspirada en la esgrima, una disciplina con más solera y mucho más sofisticada. Mientras que Alessandro Michele ofrece una nueva declinación del clásico chándal de táctel y lo combina con maxipendientes brillantes y zapatos de plataforma, Kenzo interpreta su versión trasnochada del activewear, mucho más after hours, al mezclar chubasqueros neón con minifaldas de glitter en su colección Resort.